Crítica – ‘El vicio del poder’

Título original: Vice

Año: 2018

Duración: 132 min

País: Estados Unidos

Dirección: Adam McKay

Guion: Adam McKay

Música: Nicholas Britell

Fotografía: Greig Fraser

Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carrell, Sam Rockwell, Jesse Plemons

Productora: Gary Sanchez Productions / Plan B Entertainment / Annapurna Pictures

Adam McKay no es ningún recién llegado al mundo del cine. El vicio del poder es su octava película como director, pero es solo la segunda que está haciendo que los críticos y jurados de las temporadas de premios se queden con su nombre.

Teniendo en cuenta que su filmografía se basaba en dirigir comedias de Will Ferrell muchos académicos se sorprendieron al ver su penúltima película, La gran apuesta (la cual le valió un Oscar al mejor guión adaptado). Una sátira de la crisis económica, didáctica y crítica a partes iguales, con un montaje y un estilo narrativo genial.

El vicio del poder es la confirmación de que aquello no fue un golpe de suerte. El director de Hermanos por pelotas ha vuelto a demostrar que es un narrador espectacular que ofrece una crítica política sin soberbia que le aleja del JFK: Caso abierto de Oliver Stone, con el que se le ha comparado mucho.

McKay realiza un preciso retrato de Dick Cheney, recordado por el gran público simplemente como el vicepresidente de George W. Bush. El comienzo de El vicio del poder presenta a Cheney como un joven sin objetivos ni ambiciones más allá de beberse el agua de los floreros. Es entonces cuando su mujer, fantástica Amy Adams, le deja claro que ese no es el hombre con el que se casó y que no malgastará su vida recogiéndole de las comisarias, él promete que no le volverá a fallar. No lo hará.

Ahí comienza la vida política de Dick Cheney, interpretado por un Christian Bale que tras su enésima transformación física ofrece un personaje donde la contención, la monotonía de una voz casi susurrada y la sutileza de los gestos (esa continua mueca de media sonrisa) dibujan a la perfección al personaje. Dick Cheney es, como se le compara varias veces en la película, como un pescador: un hombre paciente, silencioso y que espera la oportunidad para mostrarse implacable.

De esta manera McKay muestra a un hombre y una familia que ya consideran un logro tener un despachito sin ventanas en la Casa Blanca a finales de los sesenta, pero que al mismo tiempo saben que pueden aspirar a más. Dick Cheney es presentado en el ámbito doméstico como una persona más o menos normal y querida por su mujer e hijas, pero en el profesional es alguien que siempre quiere más y que buscará cualquier hueco en las leyes o los derechos humanos para conseguir lo que se proponga sin tener que dar explicaciones.

Dejando a un lado el papel de Christian Bale,  El vicio del poder narra la vida de Dick Cheney y la deriva del partido republicano desde finales de los sesenta a través de un montaje y una narrativa original, precisa y divertida. Adam McKay presenta los diferentes acontecimientos y datos a través de varios recursos como metáforas visuales o escenas evidentemente irreales como diálogos shakesperianos o una cena servida por Alfred Molina. De esta manera el espectador disfruta el filme mientras se le presentan realidades brutales.

Es posible que el director de El vicio del poder llegue a excederse en algunos puntos, por ejemplo, a la hora de caricaturizar a un George W. Bush que no sabría hacer la O con un canuto (aunque no nos engañemos, es divertidísimo). También hay momentos en los que la cantidad de información es demasiada, como ya le ocurrió a McKay con La gran apuesta. Aún así, este cine político, documentado y satírico es una de las mejores apariciones de los últimos años y ojalá haya llegado para quedarse.

Lo mejor: el montaje y el estilo narrativo que hablan directamente al espectador desde el principio hasta después de los créditos.

Lo peor: la inabarcable cantidad de datos que presenta.

Nota: 8,5/10