Título original: Star Wars: The Rise of Skywalker
Año: 2019
Duración: 141 min.
País: Estados Unidos
Dirección: J.J. Abrams
Guion: J.J. Abrams, Chris Terrio
Música: John Williams
Fotografía: Daniel Mindel
Reparto: Daisy Ridley, Adam Driver, John Boyega, Oscar Isaac, Kelly Marie Tran, Joonas Suotamo, Domhnall Gleeson, Ian McDiarmid, Carrie Fisher, Anthony Daniels, Keri Russell, Billie Lourd, Lupita Nyong’o y Billy Dee Williams.
Productora: Lucasfilm / Bad Robot / Walt Disney Pictures.
Género: Ciencia ficción. Aventuras. Fantástico.
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¡Los fans hablan! Tras el cisma creado con Star Wars: Los últimos Jedi (Rian Johnson, 2017), J.J. Abrams ha liderado la flota de Lucasfilm y Disney con El ascenso de Skywalker en un último y desesperado intento por unir a sus fieles seguidores, curar heridas y cerrar cuarenta años de películas para traer paz a la galaxia… Hasta aquí el texto introductorio. ¿El problema? Que ni esa unificación de seguidores es posible ni las heridas, que nunca debieron ser un problema, se pueden curar con parches.
El ascenso de Skywalker es una cinta ambiciosa. Ambiciosa en todas las acepciones de la palabra. Con la responsabilidad y consecuente presión de cerrar la trilogía inaugurada por El despertar de la Fuerza (J.J. Abrams, 2015), esta novena y última entrega de la saga galáctica quiere contar mucho, y contárselo a muchas personas al mismo tiempo. Esto desemboca en una de las películas más frenéticas y apabullantes de Star Wars hasta la fecha.
Con un ritmo voraz, un montaje dolorosamente epiléptico y una cámara tremendamente inquieta y nerviosa, El ascenso de Skywalker plantea una aventura cargada de acción y espectáculo – quizá la entrega de la saga que más huye del sosiego y la pausa -. Porque si con El despertar de la Fuerza J.J. Abrams metió la quinta marcha, en esta ocasión nos ha llevado por el hiperespacio.
Esta sensación de velocidad se intensifica gracias, en parte, a uno de los mejores aciertos de la cinta: la decisión de recortar (o prácticamente suprimir) tramas paralelas y secundarias y unificar así bajo un mismo grupo a la mayoría de personajes principales. Desde ese momento, el guion apunta con fuerza y sin distracciones hacia un mismo desenlace, concentrando la historia en un mismo foco. Es inevitable pensar en que esta no ha sido una decisión arbitraria, sino que surge como reacción a los problemas de ritmo que padeció Los últimos Jedi. El problema aquí es que no es la única decisión que se toma como reacción a la cinta de Johnson.
Durante todo el metraje de El ascenso de Skywalker abundan llamadas de atención, sutiles y no, en respuesta a las críticas que incendiaron las redes con Los últimos Jedi. Y esto es un problema. Desde aspectos formales, como la ya menciona concentración de la trama, hasta lo más puramente argumental. Esto último duele quizá más, ya que desdibuja, corrige o directamente entierra, algunos de los descubrimientos de la anterior película y que abrieron de forma espectacular este universo.
De lo anterior queda poco y El ascenso de Skywalker insiste en dar argumentos a los que afirman que esta trilogía ha tenido mucho de improvisación y que se ha construido a la defensiva mientras se añadían apuntes al guion de las cintas sacados de la sección de comentarios rabiosos de YouTube.
Por supuesto, Daisy Ridley y Adam Driver vuelven a brillar. La pareja protagonista ofrece, tanto por separado como de forma conjunta, unas magníficas interpretaciones. Ambos demuestran cómo han crecido, tanto actor como personaje, desde El despertar de la Fuerza. Su relación y dependencia mutua, sus debilidades y sus frustraciones, se elevan ahora a un máximo exponente. Se convierten así, por mérito propio, en uno de los aspectos más disfrutables de la cinta y en una de las parejas más interesantes y originales del universo Star Wars.
Sin embargo, no pueden salvar a la cinta de una incómoda sensación de precipitación. Con una trama prefabricada, donde abundan los disparates y volteretas de guion, El ascenso de Skywalker quiere cerrar a lo grande. Es fácil encontrar paralelismos con otros cierres de sagas, como Los Vengadores: Endgame (Joe & Anthony Russo, 2019) o Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2 (David Yates, 2011), películas en las que parece existir un abrumador miedo a no ser suficiente, a no estar a la altura, y a no saturar los ojos de los espectadores lo suficiente.
Y breve apunte con el resto de interpretaciones. Porque si bien John Boyega y Oscar Isaac cumplen sobradamente – aunque carezcan prácticamente de evolución propia -, la injustamente vapuleada Kelly Marie Tran queda vergonzosamente relegada a un segundo, o tercer, plano. De nuevo, los fans hablan. Mientras, la cinta se esfuerza en introducir nuevos personajes, pero sin calado ni desarrollo alguno. No hay tiempo. Y no por carecer de trasfondos interesantes. El personaje de Naomi Ackie promete, y mucho, pero queda absorbida por la vorágine.
El ascenso de Skywalker es un trepidante viaje por el hiperespacio. J.J. Abrams trae un espectáculo en mayúsculas tras haber tomado en consideración muchas de las peticiones de los fans en los últimos años, aunque esto suponga pegarse un tiro en el pie y avanzar cojeando. Es sin duda una carta de amor al fan de Star Wars, aunque sea una carta con faltas de ortografía.
Sin embargo, a pesar de los pesares, Star Wars da más que quita. Tras más de cuarenta años de historias, la saga, y El ascenso de Skywalker no es una excepción, ha conseguido grabar momentos sin parangón en el cine. Y eso es algo que siempre, como la Fuerza, estará con nosotros.
Lo mejor: Daisy Ridley y Adam Driver dan un paso más y brillan juntos en pantalla.
Lo peor: Arrastra saturación y una incómoda sensación de querer sorprender a base de excesos.
Nota: 6/10