De fan a fanático: acoso en el séptimo arte

Las redes sociales han debilitado la ya delgada línea entre fan y fanático, entre opinión y acoso.

Ninguna obra es ajena a su público. Desde el momento en el que un producto audiovisual sale de las aterciopeladas manos de su creador deja atrás su exclusividad y pasa a dominio, juicio y condena del público. Pero no siempre hay juicios justos. De la opinión a la presión. Del dislike al acoso. De fan a fanático.

La semana pasada Millie Bobby Brown (Eleven en Stranger Things) cerró una de sus cuentas de Twitter. Con 14 años, la actriz recibió un aluvión de insultos y acoso en la red por la difusión de falsas de fotografías, montajes y memes homófobos usando su propia imagen. La propia Bobby Brown tuvo que responder: “No debería haber espacio en este mundo para el ‘bullying’ y yo no voy a tolerarlo, y vosotros tampoco deberíais”.

Este es solo el capítulo final de una triste historia emponzoñada por aquellos (muchos) seguidores de la serie que encuentran duras dificultades en separar realidad y ficción. El compañero de trabajo de Brown, Finn Wolfhard (Mike en la conocida serie de Netflix) tuvo que defenderse de los dardos en redes sociales que recibió por no pararse a saludar a un grupo de fans que le esperaba a la salida de su hotel el noviembre pasado. “Todo aquel que se llame fan y vaya persiguiendo a alguien por actuar y hacer su trabajo es ridículo.”.

Pasar de fan a fanático es un paso tan natural e inconsciente como echar azúcar al café o bostezar al despertarse cada mañana. El fanático es un fan que ha roto las barreras de la realidad y se encuentra cegado por una fantasía a la que ama con demasía. Sufre, luego odia.

Que se lo digan a Kelly Marie Tran (Rose en Los Últimos Jedi). La actriz borró hace dos semanas todas sus fotos en su cuenta de Instagram ante la metralla de acoso e insultos racistas y machistas que ha recibido tras su papel en la octava entrega de la saga galáctica. «Asustada, pero haciéndolo de todas formas», reza ahora en la biografía de su vacío perfil de Instagram.

El hecho hizo explotar al propio director de la película, Rian Johnson, que, siempre activo en redes sociales, respondió a los “fans” que defendían el acoso a Marie Tran: “sabes la diferencia entre que no te guste una película y acosar con odio tanto a una mujer que tiene que abandonar las redes sociales”. No sobra recordar que el propio Johnson recibió amenazas de muerte tras el estreno de Los Últimos Jedi.

Y es que en la galaxia más conocida del cine brotan meteoritos de odio. Daisy Ridley dejó también Instagram en 2017 y pasó por terapia tras recibir insultos y recriminaciones online. Y no es algo nuevo en la saga. Los fanáticos agotaron la paciencia del propio padre de la saga, George Lucas, durante y tras los Episodios I, II y III. El creador de la Fuerza recibió insultos por la calle – menos mal que Twitter aún no existía – y acabaron por desanimar al cineasta para emprender encauzar de su propia mano cualquier otro proyecto. “¿Por qué haría más (películas) cuando todo el mundo te grita todo el tiempo y te dice lo mala persona que eres?”, confesó en una entrevista The New York Times en 2012.

Tal vez las antorchas deberían apagarse, y los cuchillos enfundarse. Tal vez habría que pensar antes de dar ese click. Tal vez el cine es solo eso, cine.Tal vez deberíamos recordar que si la vida son películas, las películas, películas son.