Clásicos que merece la pena volver a ver en la gran pantalla

¿Cuántas décadas han transcurrido desde que Georges Méliès estrelló un cohete contra la luna, que respondió al cineasta con una desagradable mueca? ¿Cuántos años hay detrás de ese acto multitudinario en el que Chaplin abandonó por unos minutos sus férreas preferencias respecto al cine sin sonido para gritar a los cuatro vientos que los humanos «pensamos demasiado y sentimos muy poco»?, o desde que el grito en primer plano de  Janet Leigh nos estremeció de la cabeza a las puntas de los pies, encumbrando a Hitchcock como el soberano indiscutible del terror psicológico (puesto que a día de hoy todavía no le ha sido arrebatado). Cuantos momentos de magia nos ha regalado el cine y qué pocos han trascendido a lo largo de su historia en comparación con las innumerables historias filmadas.

El cine vive una época en la que las técnicas innovadoras provocan, paradójicamente, cada vez menos sorpresa en el espectador. Los efectos especiales se anteponen al contenido (inexistente, aburrido o reiterativo) y la pretensión de sacar provecho económico de las taquillas arrasa con todo, incluso con el cálido recuerdo que tenemos de míticos héroes (dice Ridley Scott que está dándole vueltas a la idea de hacer una secuela de Gladiator). Y no es que una buena recaudación sea inversamente proporcional a la calidad cinematográfica, no caeremos en ese elitismo sentenciador y facilón, es que cada vez echamos más en falta imágenes que se nos claven en las retinas, que nos rompan en mil pedazos o nos recompongan en un segundo, que nos inciten a soñar y nos hagan odiar la realidad palpable.

Las películas que siguen han trascendido precisamente por esto último. Por lanzar a la fama a su director o protagonista, por ser pioneras en un género cinematográfico, por ser reflejo de la realidad política y cultural de su época, por marcar tendencias estilísticas o volver a poner de moda las ya existentes. En definitiva, por innovar, y es por ello que nos atrevemos a rescatarlas y a colocarlas de nuevo en el lugar que se merecen. En la gran pantalla.

Por un puñado de dólares

Clint Eastwood llegó a la primera parte de la denominada «Trilogía del dólar» de rebote, después de que  Henry Fonda, James Coburn, Charles Bronson, Richard Harrison y Eric Fleming rechazaran protagonizarla por su disparatado guión, y menos mal, porque el estadounidense configuró el personaje más representativo del Spaghetti Western y también uno de los más famosos del cine. Verle moverse lenta y reflexivamente por los sucios escenarios del Oeste americano (en realidad el desierto de Tabernas) es toda una gozada, como también lo fue en su día para los miles de espectadores que otorgaron a la película el éxito internacional. Todo ello para disgusto de la crítica especializada, que tardó mucho tiempo en reconocer el talento de Sergio Leone para transgredir las técnicas tradicionales del Western con sus grandes dosis de violencia, los cruces de miradas en primerísimos planos, los diálogos sencillos y la falta de moralidad de los personajes. Por algo será que la cinta ha sido una de las grandes inspiraciones de Tarantino.

Grease

Aunque rodada en los 70, la película está perfectamente ambientada en los 50 y, pese a no parecerlo a simple vista, la primera intención de su director era hacer una parodia de las comedias adolescentes de esa época. Consolidó las carreras de John Travolta y Olivia Newton- John y, gracias a sus divertidos números músicales, como You’re the one that I wantGrease Lightning se coló en el imaginario de las generaciones de jóvenes posteriores. Desde entonces ha inspirado numerosas secuelas, remakes y comedias románticas, pero sigue siendo la reina de todas ellas.

Dirty Dancing

Comedia romántica por excelencia de los 80, poseedora de uno de los también más emblemáticos temas de la época,  (I’ve Had) The Time of My Life. Tuvo una gran repercusión mediática por la simbología sexual de unas míticas escenas de baile que aún en la actualidad siguen provocando mariposas en muchas barrigas. Su éxito comercial fue tal, que se ha reestrenado en tres ocasiones en todo el mundo. No destacará por su guión, ni por sus interpretaciones, acarameladas hasta el extremo. En realidad tiene pocos aspectos destacables, pero es imposible resistirse a ese porté final entre Jennifer Grey y Patrick Swayze.

El crepúsculo de los dioses

Una de las mejores obras de la historia de Hollywood (pese a su crítica intrínseca de la industria), del cine negro (aunque posee elementos que la hacen bailar también entre los géneros del drama, la comedia, el romance y el cine de terror psicológico), de la carrera de Gloria Swanson (cuyo papel llegamos a confundir con su propia persona por las similitudes biográficas y por la excelente interpretación) y de Billy Wilder, por su excelente guión en flashback y por la maravillosa e inquietante iluminación de las escenas y su composición. Escenas que más que imágenes constituyen hermosos y terroríficos cuadros en movimiento.

¡Bienvenido Mister Marshall!

Cinta imprescindible del cine español por ser un fiel reflejo de la realidad social de nuestro país en los 50. Aun hoy sorprende que pasara la censura del régimen franquista por las acusadas cargas de crítica que dirigió hacia el contexto histórico en el que se sitúa, las ayudas económicas del Plan Marshall a países europeos para evitar que estos cayeran bajo la influencia soviética y de las que España quedó excluída. Los riesgos que asumió Berlanga con ese planteamiento se vieron recompensados al recibir la película el reconocimiento especial del Festival de Cannes.

El precio del poder

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Película de gánsters por excelencia con un Al Pacino a la cabeza, realizando una de las mejores actuaciones de su carrera. Para preparar su interpretación del ambicioso (y vicioso) Tony Montana, el actor estuvo viviendo durante algún tiempo con hispanos para adoptar su acento y sus gestos. Una minucia en comparación con los métodos que llevo a cabo el guionista Oliver Stone, que llegó a codearse con magnates de la cocaína para obtener inspiración con la que escribir la historia.

Matar a un ruiseñor

Inspirada en la novela homónima de la escritora estadounidense Harper Lee, que recibió el premio Pulitzer por su habilidad para combinar temas polémicos como la violación y la desigualdad racial con el costumbrismo y hasta con el humor. Aspectos que el director Robert Mulligan supo recoger a la perfección para llevar a cabo una obra que, junto con la novela, sigue siendo de consulta obligada para juristas. Mulligan nos presenta a un Gregory Peck que, dicho por él mismo, realiza la mejor actuación de su filmografía al interpretar a un abogado que llegará a las últimas consecuencias por defender a un hombre negro acusado de violación.

El gran Lebowski

Una comedia extraña como pocas dirigida, como no podía ser de otro modo, por los hermanos Coen y con Steve Buscemi (actor fetiche de la pareja de hermanos) aportando mucho carisma a un extraño reparto. Su compleja estructura (que en realidad no tiene significación ni trascendencia en el argumento), los diálogos absurdos, las secuencias de sueños surrealista y su música ecléctica provocaron que esta no tuviera éxito ni reconocimiento en taquilla, aunque con el tiempo se ha convertido en una película de culto.

La historia interminable

Ciencia ficción basada en la primera parte de la novela homónima de Michael Ende y primera parte de una trilogía que se llevó a cabo como resultado del gran éxito que obtuvo la cinta entre público y crítica. Su extraña estética quizá resulte algo chocante para las generaciones actuales, acostumbradas a los efectos especiales de sagas fantásticas más actuales. No obstante, hay que tener en cuenta la gran maestría con la que se llevaron a cabo las figuras de míticos personajes como El dragón de la fortuna, ya que en la época todavía no estaban muy en alza los efectos con ordenador.

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