El cine es un refugio. Para mí, al menos, lo ha sido siempre. Tanto en un sentido literal (ahora se está fresquito en una sala con el calor que hace fuera) como en uno más emocional (qué bien se está viendo Her por enésima vez cuando estamos tristes), el cine funciona como el lugar seguro donde el mundo se desvanece y solo estamos nosotros con una pantalla. Pero, ¿qué pasa cuando el mundo es demasiado insoportable como para aislarlo de las películas?
En un contexto como en el que nos encontramos, con el fascismo resurgiendo, el cambio climático haciéndose notar cada vez más y Disney rehaciendo el siglo pasado de Hollywood a base de millones, esa pregunta es más que pertinente, necesaria. Y así nacen películas como la inaugural de Cannes, Los muertos no mueren, de Jim Jarmusch, o la nueva película de los realizadores portugueses Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt, Diamantino.
La película de Jarmusch es una comedia de terror, una obra de zombis en la que seguimos a una pareja de policías (Adam Driver y Bill Murray) que ven cómo su particular pueblo en mitad de los Estados Unidos se ve amenazado por una epidemia de muertos vivientes. Sin embargo, el interés de Jarmusch no cae en ninguno de los elementos clásicos de este tipo de historias: ni los zombis, que tienen un papel anecdótico; ni siquiera los habitantes del pueblo en sí, que aparecen como una excusa para poblar el mundo de la película.
Lo que preocupa a Jarmusch no son los zombis, es que Trump sea presidente de su país, y el cambio climático y la sociedad materialista en la que vive. Y todo eso lo convierte en los problemas de sus personajes. En lugar de volverse locos cuando ven a los zombis, los dos protagonistas mantienen un hieratismo autoconsciente: saben que están en una película, pero también saben que el fracking polar ha provocado que los muertos salgan de sus tumbas. Y, sí, estos muertos se comen a los vivos, pero no sin antes atender a las que fueron sus adicciones en vida: café, Xanax, Chardonnay, Siri…
Esta vuelta a la vida, a la realidad de la que habían escapado mediante la muerte, es algo similar a lo que le ocurre al protagonista de Diamantino: un futbolista portugués, estrella absoluta, se relaja el día antes de la final de un mundial con su familia en su yate cuando se cruza con una patera de refugiados. Este encuentro es golpe en su vida, y hace que nuestro protagonista, infantil hasta el punto de la estupidez, deje de ver a los cachorritos gigantes (sí) que imaginaba mientras jugaba y, como consecuencia, falle el penalti decisivo.
A causa de esto, su padre muere y Diamantino decide retirarse y adoptar un refugiado. La película se convierte a partir de este punto en una suerte de coming of age en el que el exfutbolista se verá sometido a las presiones de sus hermanas gemelas malvadas (sí) que colaboran con el gobierno fascista y xenófobo de Portugal para convertir a nuestro protagonista en la imagen de una campaña que busca construir un muro que aísle el país de sus vecinos (sí). Sin embargo, Diamantino consigue adoptar su refugiado, un niño de Mozambique que en realidad es una lesbiana adulta que trata de investigar las supuestas cuentas del futbolista en paraísos fiscales (sí, lo sé, pero sí).
Mucho menos sutiles que Jarmusch, Abrantes y Schmidt presentan aquí un hail mary, un intento desesperado de llamar la atención sobre lo absolutamente estúpido que es el fascismo y lo absurdamente fácil que es dejarse convencer, pero también de mostrar quiénes (o qué tipo de personas) se benefician de esto. Y sí, Diamantino es estúpido, infantil y totalmente incapaz de funcionar como un adulto real en la sociedad, pero también es una persona tremendamente honesta en sus intenciones, y cuando se enfrenta por primera vez a la tragedia de los refugiados, su primer instinto es ayudarlos. Y eso, en un mundo tan insoportable como el nuestro, que se cuela dentro de las películas, tiene que valer algo, ¿no?
Los muertos no mueren de Jim Jarmusch se estrenó en salas españolas el pasado 28 de junio. Diamantino está disponible en Filmin dentro del Atlántida Film Fest desde el 1 de julio.