Detrás de cada una de las muchísimas series actualmente al alcance de nuestro mando de TV hay un gran negocio, entiéndase el doble sentido del término. Para las plataformas de vídeo en línea y bajo demanda es evidente que una buena serie con una campaña exitosa de publicidad y marketing, es el gancho perfecto para ganar suscriptores. Como por ejemplo, las exitosísimas Narcos para Netflix o Juego de Tronos para HBO.
De igual forma para los espectadores puede ser la manera ideal de profundizar en cualquier temática por rara o poco contemplada anteriormente, o sencillamente es más de lo mismo pero en tropecientos capítulos a dosificar al ritmo de cada uno, incluso para un buen maratón de sofá…
Aun cuando no se haya sido mucho de series, es una buena opción si se elige bien. Además ya no hay que esperar de manera ansiosa a que te desgranen una historia durante semanas e incluso años como sucedía antaño. Y es que hubo series en los 1990 y 2000 que duraban años (¡!). Antes fueron las telenovelas estadounidenses tipo Dallas o la Dinastía no versionada, o las latinoamericanas interminables… Años sin saber qué iba a pasar con los personajes y con la historia, además de esperar cada siete días para conocer detalles estaba el parón de verano o navidad…De locos…Hoy serían unas pocas semanas para verlas del tirón.
Es muy poco entendible que plataformas como Pluto con su publicidad o la moda reciente de dosificar a la vieja usanza los capítulos de una serie como Movistar+ o HBO han hecho recientemente con éxitos como Patria (Aitor Gabilondo, 2020), The Undoing (David E. Kelly y Susanne Bier, 2020), Antidisturbios (Rodrigo Sorogoyen, 2020), etc
Actualmente suscribirse a las plataformas te da la ventaja maravillosa de elegir y maratonear sin pestañear hasta que acabe la serie, a tu ritmo y horarios, el ideal para cinéfilos y seriéfilos.
Seas o no un seriéfilo, puedes darte el gustazo con varias series, miniseries y docuseries que tienen un claro interés filmeconómico y que se irán recomendando en este serial de artículos sobre series.
Hablaremos en este primer episodio de tres propuestas muy interesantes: dos miniseries producto británico de la BBC y emitidas por HBO, y una minidocuserie de Netflix. Todas con una clara relación con la economía del siglo XXI, sus mercados financieros y la Bolsa:
- Industry (Lena Dunham,T1 2020)
Sus ocho capítulos en esta primera temporada (ya hay confirmada una segunda) resultan muy amenos, una de las ventajas de muchas miniseries. A diferencia de las series convencionales no hay casi contenido de relleno, aunque es cierto que profundiza tan poco en los personajes y sus historias personales que todo hace indicar que puede ir en camino de perpetuarse innecesariamente en cuatro o cinco temporadas al estilo de Suits o Billions. Las cuales son excesivamente farragosas y largas más allá de lo novedoso que hay en los capítulos de las primeras temporadas.
En cualquier caso, esta primera temporada es lo suficientemente buena para ver la historia como un todo sin preocuparnos de si habrá muchas más secuelas.
Ya el punto de partida es muy atractivo para ilustrar el ambiente real de una gran corporación, un banco de inversión de la ‘City’ londinense. La alta exigencia que hay para cumplir con los objetivos de ventas, y en el caso de los protagonistas para ganarse la contratación en el periodo de prueba que tanto les ha costado, les lleva a jornadas extenuantes y situaciones de estrés y ansiedad.
Estos nuevos aspirantes representan a unos JASPS de nuevo cuño con ansias de convertirse en ‘neoyuppies’ y ser como los compañeros sénior de los que deben (des)aprender en este poco empático programa de formación y contratación. Cuando parecía que el ‘yuppie’ había desaparecido, aparecen estos ambiciosos recién licenciados para comerse el mundo y triunfar en el mundo de los mercados financieros con métodos y hábitos bastante similares a los de la vieja escuela.
El atractivo de la miniserie es la juventud de los protagonistas y la vivacidad del contenido explícito de sus hábitos sexuales y de diversión (evasión) con consumo de todo tipo de sustancias, aunque sin llegar a extremos tan extravagantes como Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) en El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013).
Pero es mucho más que eso, la operativa y la negociación financiera que se da en la sala de ‘trading’ y los tejemanejes entre compañeros y jefes da el suficiente juego como para que resulte ilustrativo su visionado. Finanzas y otros buenos aspectos como esa supervivencia en una gran empresa, tanto si se es el nuevo como si se trata del gerifalte de cualquier departamento o el más antiguo del lugar.
Abre un melón interesante y relevante sobre las posibilidades de las mujeres en un mundo tan tradicionalmente masculino como el de las altas finanzas, con atisbos de tratar el techo de cristal, la igualdad de oportunidades y mensajes profeministas. No en vano los principales personajes son las jóvenes Harper (Myha’la Herrold) y Yasmin (Marisa Abela). La diversidad racial, de roles y condición sexual también están premeditadamente contempladas en el elenco de actores.
Actualmente está disponible en HBO.
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2. Years and years (Russell T. Davies, T1 2019)
Una muy buena serie distópica en la que en sus seis episodios se narran los cambios políticos y económicos mundiales de toda la hipotética y convulsa década de los 2020 personalizándolo en una diversa familia británica: en lo racial, en lo funcional, en su pensamiento político, en sus roles, en lo sexual…
Los diálogos son vertiginosos y con pocos filtros de los personajes que se sinceran los unos con los otros y son críticos con sus situaciones personales. Por ello la acción es buena y sin descanso para el espectador.
Lo interesante de la miniserie es el tratamiento de múltiples temas relevantes en lo socioeconómico como la relación con la tecnología de la sociedad y un estilo de enfoque que ya hemos visto en Black Mirror. Rory Kinnear, uno de los personajes principales ya protagonizó el capítulo 1 de la serie en el mítico episodio de ‘El himno nacional’, el cerdo y el Primer Ministro…
La familia realiza continuamente «enlaces familiares» a través del asistente virtual controlado por voz hoy tan de moda al estilo Alexa. Hiperconectados. Es tal la importancia de la tecnología en la serie que varios de sus personajes abogan por convertirse mediante biotecnología en transhumanos y digitalizar su propio cuerpo humano y mente…
La política es el otro eje principal junto con esa tecnología disruptora que causarán todos los cambios durante esta década de la ficción. Emma Thompson es una lideresa y político independiente que con su falta de correccionismo y su discurso populista ganará espacio a los dos partidos tradicionales y radicalizará el panorama. Aunque tampoco parece tan distópica esa propuesta, sino más bien satírica, el Brexit y la Unión Europea aparecen continuamente. Ni la extrema izquierda ni la extrema derecha salen indemnes de la serie, como no podría ser de otra manera.
Inmigración, teletrabajo, precariedad laboral con microempleos, drones y robots, industria alimentaria tecnificada, guerra nuclear, catástrofe climática, conspiraciones… No está nada mal para concentrar tanta idea en tan pocos capítulos, no hay un segundo de aburrimiento.
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3. El imputado de la habitación 2806: DSK (Jalil Lespert, 2020)
Esta docuserie de Netflix de cuatro capítulos desgrana el caso increíble (o no tanto por lo narrado) de la caída fulgurante a los infiernos del economista y político Dominique Strauss-Kahn (DSK).
El caso fue un auténtico escándalo del que fuera en aquel momento director del Fondo Monetario Internacional (FMI), hoy en día cobra más relevancia por el movimiento ‘Yo También’ o ‘Me Too‘ . Denunciante del abuso de poder de personalidades importantes para cometer agresiones y acoso sexual sobre mujeres subordinadas y empleadas (Harvey Weinstein, Plácido Domingo, Woody Allen…).
En la docuserie se narran los hechos por los cuales permaneció en prisión en EEUU tras agredir presuntamente a una limpiadora del hotel donde se hospedaba. Asimismo es interesante el retrato que se hace de este personaje de gran ambición, y que hizo uso de la erótica del poder y todo lo que conllevaba esa relevancia política para colmar esos impulsos irrefrenables.
Resulta increíble lo de DSK, pero tanto o más la defensa de sus excompañeros (hombres y mujeres del socialismo francés, y la ‘Gauche Divine’ o Izquierda Caviar) y de la entonces su mujer, cegada tal vez por las opciones a convertirse en primera dama del país. DSK aspiraba a ser presidente de Francia, y contaba con todas las posibilidades en aquellos años dejando vía libre a Nicolas Sarkozy. Vía libre que éste aprovechó para centrarse en rivales internos de su partido como Dominique Villepin y el propio Jacques Chirac, tal y como muestra la película De Nicolas a Sarkozy (Xavier Durringer, 2011) que describe bien su ascenso a la presidencia y personalidad.
Curioso cómo se perfila a un hombre con una carrera profesional y política de gran experiencia, popularidad y «modernidad». Más lo es esa peculiaridad de vanidoso conquistador de mujeres que utilizaba su intelecto y sobre todo su poder para abusar y acosar al parecer de numerosas mujeres de su partido y entorno. O que se justificase su libertinaje sexual y su carácter de donjuán para minimizar esos abusos. Una trayectoria de casos tanto en su etapa en el partido socialista francés como en el FMI, y al parecer en la habitación 2806…
Existe una película que trata sobre ello y que protagoniza Gérard Depardieu en el papel de un supuesto y ficcional DSK: Welcome to New York (Abel Ferrara, 2014), aunque mejor que el documental para entender al «personaje» no es, obviamente.