Series que son un buen negocio (LXIII): ‘Vicios ocultos’, amigos, vecinos y sobre todo familia

La serie Vicios ocultos, o Amigos y vecinos, como se podría haber traducido literalmente, es una de esas joyas ocultas en el océano de series, de mucho valor intrínseco conforme se va consumiendo. Y es que ofrece mucho más de lo que aparenta. Más allá de las capas de brillo de la vida de unos millonarios, o de la peculiaridad de las actividades nocturnas del protagonista.

John Hamm (Andy ‘Coop’) es este protagonista de la miniserie, la que parece ser una revelación espiritual y filosófica para un ejecutivo contrariado ante tanto contratiempo en escaso periodo de tiempo. Rebajándole así los humos a este seguro de si mismo y pretencioso prototipo de profesional liberal altamente cualificado y tan ensalzado en la sociedad estadounidense. Lo que aparenta ser es una crisis de la mediana edad más, de un tipo en plena caída en barrena, un despido, un divorcio con infidelidad incluida, una familia con sus problemas. Es en realidad, el descubrimiento de la gran falacia. La artificial ensoñación americana al descubierto.

El entretenimiento inicialmente lo proporciona este personaje convirtiéndose en una especie de sofisticado ladrón de guante blanco a lo Thomas Crown. Si bien, a diferencia del original, éste anda necesitado, endeudado por una pensión alimenticia recargada de lujos y artificios para sus vástagos. Pero en última instancia el dinero recaudado termina por ser lo de menos. La pulsión criminal inicial que genera en ‘Coop’ una dopamina barata, desencadena en toda una catarsis que le permite ver más allá de sus desgracias materiales. De sus grandes problemas del primer mundo en la vida contemporánea, y de la urbanización lujosa en la que reside y convive. Amigos y vecinos con problemas graves, simples o absurdos, pero artificiales. Con la salud mental en alerta cuando percibe que la vida no va por los derroteros adecuados. Nunca es tarde si la dicha es buena.

Entre John Hamm y su buen amigo surgen las mejores reflexiones (Fotograma: AppleTV+)

En todo ello, repara el protagonista al ir despojando de valor a los lujosos, exclusivos y valiosos objetos que va detrayendo de las mansiones de sus conocidos, vecinos y amigotes del exclusivo club social de su condominio. ¿Para qué querrán todos esos carísimos bienes? Señalización, exclusividad, simplemente para alimentar sus propios egos, en una falsa sensación de seguridad personal y confirmación de bienestar (material).

Un sueño americano, con anterioridad, muchas veces derribado por ser demasiado idílico, y poco auténtico. Como bien describe de manera autocrítica el personaje que encarna John Hamm: «pasé de trabajar duro a una segunda hipoteca, y luego dos hijos y una tercera hipoteca…» Todo es constantemente insuficiente por esa inflación personal, el ir a por más, sin más. Por la necesidad de cumplir con un estatus socioeconómico con el que agradar a los sociópatas desinteresados que le rodean, que sólo pondrán objeciones incidiendo en supuestos fracasos y limitaciones, y no a su verdadera forma de ser y entender la vida.

El mensaje que evidencia este ladronzuelo se despoja de todo lo material y que le embriaga y nubla. No es lo que posees, sino lo que eres, o quieres ser. No es una miniserie tan profunda como para evocar al mejor dúo que se fusionaba en el personaje de Tyler Durden (Brad Pitt y Edward Norton), pero contiene varios buenos momentos de reflexión muy reveladores.

Ahí reside el gran valor de la serie, desmontar las miserias de una vida superflua e inconsistente. Tal y como en otras propuestas, como Las viudas de los jueves, es gente incapaz de contentarse con nada, ganas de figurar, de postureo, de estatus. Por ello, Hamm amargado, recurre a una especie de aventura de redención y de alivio. De igual forma que Burt Lancaster se lanzara a las piscinas de sus convecinos en El Nadador, John Hamm se infiltra en las mansiones de amigos, para esquilmarles de manera discreta y despojarles de sus bienes más preciados. Y de paso sufragar los ingentes gastos de su vida fracasada de separación y despido laboral. Por suerte para él, y de forma paradójica, es su detonante para alcanzar la clarividencia.

Salir de su tristeza, una posible depresión, encontrar (de manera poco legal) la manera de alejarse de su sofá y sus películas en blanco y negro, para darse un subidón de adrenalina que le hace sentirse nuevamente lleno de vida. Delinquir no es la receta de su verdadera felicidad, por fortuna, pero sí le sirve como punto de inflexión para recapacitar desde dónde viene y cómo ha llegado hasta ahí, para intentar reconducir el final de su camino vital.

 

John Hamm parecía haberse pasado un par de veces ya el juego, tras su experiencia en la mágica Mad Men, pero no. Ha tenido que volver con este rompemitos del sueño americano y su materialismo programado. Con el perfil de protagonista del mismo de manual: graduado en universidad de la Ivy League (Princeton), casa con jardín en urbanización privada y exclusiva, trabajo en un gran despacho financiero como asesor de fondos de cobertura, todo en un entorno de club de tenis, golf, criadas y coches exageradamente costosos.

¿De verdad es imprescindiblemente necesario pasar por un divorcio y/o quedarse en el paro para reparar en lo que de verdad importa en la vida? Por fin, ‘Coop’ parece haber bajado de esa rueda de la rata financiera. Apearse aunque sea momentáneamente de una vida estresante sin pausa ni para pensar, ni para oír mínimamente un anhelo o un esbozo de un pensamiento lúcido. Un tiempo para reflexionar para el protagonista, que en plena cincuentena no había entendido de la Misa ni la mitad.

Vicios ocultos lejos de ser una obra espectacular, es puramente divertida, y esclarecedora por poner en valor ciertas reflexiones que desde el punto de vista de un verdadero privilegiado, todavía sonrojan más. Cualquier paseo, un helado o una pizza con los hijos, comer caramelos picantes con su (ex) mujer…Cualquier simple momento dedicado a la felicidad interior desprovista de artificios materiales es más que suficiente para saber que la vida está hecha de esos momentos y no de cosas. Aunque las redes sociales y la publicidad pretendan confundir apelando a las emociones y los sentimientos más profundos, hay otra manera de vivir el verdadero bienestar.

En conclusión, un perfecto personaje el de John Hamm, además de intrépido asaltante de mansiones y mordaz en sus diálogos, en su faceta de renovado cabeza de familia con ansia de saborear el verdadero sentido de la vida. Basta de autoengaños.