En esta serie de Severance (2022) se da una buena dosis de intriga y halo misterio. Acertadamente aderezado con una ambientación a caballo entre la ciencia ficción y la estética retro y minimalista. Muy útil para ahondar en la profundidad psicológica de la trama. Es por ello, que resulta todo cuanto menos enigmático, crea una curiosidad creciente con el transcurso de los episodios por saber hacia adónde nos encamina la historia.
Es curiosamente una idea de Ben Stiller, pero no por ello encontraremos una comedia con el sello de humor característico de las hilarantes Tropic Thunder o Zoolander. Sin embargo, sí redunda por ejemplo en la temática de la reflexión sobre la vida y la implicación del trabajo en ella. Como en su brillante versión ensoñadora y entusiasta sobre la vida personal y profesional de Walter Mitty. En este caso prefiere adoptar el formato de buen ‘thriller’ psicológico sobre el ambiente laboral en una indeseable corporación, y sobre unos personajes más bien amargados.
Aportará además de ese ambiente intrigante, un punto de vista reflexivo y crítico sobre el mundo laboral y corporativo, y de esa afectación sobre lo vital. No en vano, como mínimo más de un tercio de nuestro día (sino más) lo empleamos en ir/estar/pensar en el trabajo… Los problemas del trabajo deberían dejarse en la oficina, no llevarlos para casa. Es lo que parece que les gustaría recalcar a los creadores de esta serie, con una moralina subyacente que parece ir en esa dirección.
Obviamente, llevar a cabo esa disociación de lo laboral y lo personal no es tarea fácil. Salvo que seas empleado de Lumon Industries. Un enorme, inhóspito y diáfano edificio corporativo en el cual se desarrolla la acción de esta serie de porvenir incierto. Su ambiente grisáceo e invernal (interior y exterior), con espacios excesivamente sobrios e impersonales, imbuyen a los personajes de un ensimismamiento y apatía desconcertante.
Así que en la exposición de motivos inicial de Separación/Ruptura, como también se conoce a la serie en el mundo hispano, tenemos un comienzo característico de lo que podrían ser unas dudosas y retorcidas técnicas de Recursos Humanos. Esas con las que en ocasiones se jacta y hasta regodea el personal de selección de consultoras o el departamento de turno.
¿Aceptarías separar tus recuerdos y vivir en dos dimensiones paralelas totalmente inconexas separando tu vida personal y tu vida en el trabajo? Quizá algunos ya tengan la fortuna de saber cómo desconectar y no acarrear con los problemas de una vida sobre la otra. Difícilmente podrán ser autónomos ni personas que dependen de unos objetivos a cumplir de los cuales no sólo depende su retribución variable anual, sino en muchas ocasiones su propia supervivencia laboral. Muchos profesionales de la venta o los proyectos sabrán bien a qué nos estamos refiriendo…
Esa es la técnica que implementa Lumon con sus empleados. El ‘work/life balance‘ merced a un experimento o metodología corporativa de lo más invasiva y poco ética. Se trata de implantarles un chip intracutáneo en la cabeza, e intentar ejercer con ello un control mental y psicológico sobre los empleados.
A pesar de que el sometimiento para este experimento laboral es totalmente voluntario por parte de los participantes, también lo era de inicio para los miembros de El Método Gronholm o El Experimento. Con esa motivación, el protagonista Adam Scott (el pedante y arrogante directivo de Walter Mitty), John Turturro (siempre con extravagantes y fabulosas interpretaciones), Christopher Walken, y otros personajes «separados» como la díscola Britt Lower aparecen por una razón u otra envueltos en este programa de separación. En consecuencia, son ‘cortados’ en dos mitades para romper su existencia en «dos vidas» diferentes: fuera del trabajo como civiles u ‘outies’, o bien como empleados o ‘innies’.
Pero lejos de ser un alivio, es toda una fuente de controversias y dilemas internos para los personajes. Todo debe tener una explicación, el dolor vital y huir del pasado. La vida fuera del trabajo parece insípida, pero se vuelve intrigante, por momentos el protagonista parece entender que está atrapado en una realidad paralela y sometido a los designios de unos titiriteros, como le acababa sucediendo a Jim Carrey en El Show de Truman.
Aunque no debiera, sus dos vidas paralelas e inconexas comienzan a cruzarse de nuevo, y les surgen todo tipo de dudas e inquietudes que les lleva a investigar qué está pasando. Todo indica que hay motivaciones sospechosas en el comportamiento de los empleados y directivos de Lumon. Y ahí radica la fuente principal de la trama. Como por ejemplo, una falsa Patricia Arquette jugando a supervisora y jefe infiltrado en las dos dimensiones de la escena.
Estas son las dos grandes conclusiones a extraer de la serie. Esa dualidad tan compleja y difícil de sobrellevar entre el trabajo y la vida. «Trabaja para vivir, no vivas para trabajar» es alguno de los mensajes ocultos visuales. Un alegato contra la adicción al trabajo o una dedicación excesiva limitando tu existencia vital. En las películas de marcado carácter financiero, esta crítica al modelo capitalista más extremo es más evidente como en Un nuevo mundo, The company men, Family man, Tentación en Manhattan, etc. Es por ese motivo que resulta muy original revestir de ciencia ficción y misterio toda la trama para exponer una revisión crítica de la concepción imperante actual del mundo del trabajo.
Por el otro lado, el misterio se explica parcialmente por una cultura corporativa ya no tóxica, sino sectaria de la compañía. No relacionado con el acoso laboral sistemático y programado en el seno de una empresa como muestra Corporate o La Punta del Iceberg. Es totalmente una fuerza alienadora, propia de las sectas, como sucede en Midsommar o El bosque. Las fotos grupales, las dinámicas de grupo, los premios de motivación y toda la parafernalia de lavado de imagen corporativo es de lo más denigrante. El ambiente es pretendidamente buenrrollista, con la complacencia de supervisores y cómplices del esquema, a lo que no pueden faltar algunos empleados con devoción por «su empresa». Un clásico en el mundo corporativo.
Pero en realidad, están en una prisión, es una perfecta figuración de cómo absorben algunas empresas con su cultura corporativa para convertirte en un siervo o soldado universal. Sin saber bien cuál es el cometido verdadero de uno mismo en esa cadena productiva. La psicodelia y desconfianza entre departamentos agudizan el suspense. Afortunadamente alguno de los separados/cortados, con espíritu crítico y reflexivo, van un paso más allá del conformismo generalizado, y se deciden a desentramarlo todo.
Terapias y lavados de cerebro para controlar que tu identidad laboral no se asocie a la personal. Todo ello ideado por el patrón y fundador de Lumon, un icónico e idolatrado Kier Eagan. Su manual corporativo es como uno de los Libros Sagrados religiosos de nuestro mundo. No tan lejano del estilo de fundador o empresario de éxito de ciertas compañías que cuentan con una imagen pública demasiado edulcorada, seguramente regada por ingentes recursos en las relaciones públicas. Algo falla en este Matrix empresarial.
Finalmente, el mayor enigma de toda la serie termina siendo la confirmación y posterior suspensión de una ya hipotética segunda temporada. Quizá los actores se hayan dado cuenta de que la Industria les está manipulando o ejerce un influjo similar… De cualquier forma, con o sin segunda temporada, todo queda en manos de la capacidad reflexiva del espectador y de su interpretación sobre los separados/cortados. Y hasta de la propia situación y realidad laboral de cada uno…