La relevancia del periodismo de investigación e independiente como contrapeso de la política y de las altas finanzas. Esa vendría a ser la interesante temática de la serie Blinded, inspirada en hechos reales.
¿Cómo hacer atractiva la información económica y financiera? ¿A quién le importan realmente los Premios Nobel de Economía? Qué poco digerible es un artículo, del antaño papel salmón o el blog de turno, hablando sobre los aburridos datos de beneficios trimestrales, evolución del PIB o las expectativas de tipos de interés… De ahí la importancia del (buen) periodismo financiero, los lectores y la opinión pública están ávidos por encontrar fuentes veraces y relevantes. Y principalmente independientes de los poderes políticos o económicos. Demasiado pedir. No lo encontrarán en los medios tradicionales, cada vez más desorientados, por su notoria falta de credibilidad y de audiencia.
Como bien afirma uno de los personajes: «el bienestar de un país depende de su economía». Así que es de vital importancia que alguien pueda y quiera alertar de excesos, malas praxis o comportamientos delictivos, demasiado frecuentes y hasta institucionalizados, de las entidades bancarias. De políticos, mejor ni hablar.
Evidentemente, esta serie sueca no tiene en su protagonista al presentador Jeff Daniels en The Newsroom de mordaces opiniones. Seguramente más sobria, menos edulcorada, pero igual o más comprometida con lo que es justo y éticamente correcto.
Por ello, Blinded relata como una periodista especializada en información financiera, con dilemas de todo tipo, trabaja en un reportaje acerca de un posible fraude contable en uno de los bancos principales de Suecia. Un banco de inversión centenario que parece haber cometido una enorme estafa, atrapando tanto a inversores como personal propio con sus bonos convertibles.

Rehuyendo ser una de esas historias aburridas del mundo financiero, tal y como se reseñaba al inicio, esta periodista ha de decidir si ejerce de reportera de investigación o de amante. No en vano mantiene una relación romántica extramarital con el director gerente del propio banco. No está nada mal para enganchar al espectador entre tanto concepto abstracto tecnicista. Sin obviar que es un caso verídico.
En consecuencia, Bea Farkas (Julia Ragnarsson) es esta periodista de espíritu investigador en la redacción de la publicación financiera de cabecera en Suecia. Una vez superado ese conflicto de intereses interno se pone manos a la obra. Vocacionalmente no puede permitirse el lujo de renunciar a las indagaciones de esas flagrantes irregularidades.
Por supuesto, lo financieramente noticiable va primero. Algo que se evidencia en algunas discusiones con su director de redacción, todo un manifiesto de las funciones y responsabilidades de un buen periodista. También procura su propio bien profesional y su reputación. El prestigio tampoco está mal. Publicando este tipo de contenido, sin duda va a ser un auténtica bomba informativa. Además, el impacto de la prensa sobre la reputación del banco, conllevará una crisis de confianza crucial.
Como todas las de este subgénero, Bad Banks o Los Invencibles por ejemplo, destapa la bajeza moral de los personajes que están al mando de este tipo de entidades financieras. Tipos sin moralidad ni escrúpulos en la búsqueda de beneficios rápidos, intentando ocultar por todos los medios sus errores, estafas y pérdidas multimillonarias. Siempre buscando la salida hacia adelante y arrollando a todo y todos.
Un agujero tremendo para las arcas públicas, con un dilema muy frecuente, el rescate bancario se plantea como inevitable, un mal menor. El «Too big to fail» del que se aprovechan habitualmente las entidades, más bien sus dirigentes. Pero que en los países nórdicos no surtió efecto al mantenerse las autoridades firmes ante el chantaje.
En definitiva, una buena serie que sin ser innovadora en lo de las estafas bancarias, sí es buen ejemplo para elogiar el pragmatismo anti crisis de las autoridades suecas. Caiga quien caiga. Y realza las virtudes de un tipo de periodismo financiero y de investigación, que tanto gusta a los nórdicos por su independencia y función social.