En 1887 sir Arthur Conan Doyle creaba al detective por excelencia de las historias policíacas. No sabemos mucho de él, además de que vive en el 221B de Baker Street. Lo de la pipa y el sombrero de cazador no ha sido confirmado por fuentes fiables. Dicen los tabloides más sensacionalistas que se lo ha visto pasear por las calles actuales del Londres de ficción, aunque los expertos saben que el señor Holmes se retiró en 1927 y que murió en 1930 junto a su creador. ¿Quién es ese tal Sherlock Holmes del que todos hablan?
El pasado 1 de enero pudimos ver por fin en nuestras pantallas el ansiado especial de Navidad del Sherlock Holmes de Steven Moffat y Mark Gatiss, una pequeña píldora saciante para los que estamos esperando como agua de mayo la cuarta temporada, que no llegará hasta 2017. Bueno, quizás tildar de pequeña a «The Abominable Bride» es insultar a este capítulo de escenario victoriano que, lejos de las especulaciones de los que temían que solo fuese un episodio de relleno, dejó claro por qué Sherlock es una serie de las que deberían estudiarse en las clases de narrativa audiovisual de todas las facultades de comunicación.
Este cuento gótico navideño está basado en una frase extraída del relato «El ritual de los Musgrave» en las Memorias de Sherlock Holmes (1893): «Ricoletti, con sus pies zambos y su esposa abominable». Y, a partir de estas palabras, el espectador se encuentra con un original relato visual, quizás uno de los mejores que Moffat y Gatiss nos han brindado hasta el momento. Aparentemente, una mujer vestida de novia ha huido de la morgue de Scotland Yard y ha asesinado a su viudo. Su siguiente víctima es su antiguo amor, cuya esposa buscará la ayuda del famoso detective Sherlock Holmes y su ayudante Watson. Una historia que parece fantástica, pero que tiene una explicación lógica, o eso es lo que nuestro poco sociable investigador favorito intentará demostrar.
Dejad un momento de leer. Ahora volved a la foto de arriba. ¿No veis nada raro? ¿No? Bueno, yo diría que unos señores disfrazados de Sherlock y Watson se pasean por una calle que parece transitada por habitantes del siglo XXI. Esta imagen pertenece a un cartel promocional del especial y ya nos estaba anunciando la gran bomba atómica que iba a ser. Si lo viste y te sentiste perdido por momentos, te entiendo; si lo vas a ver, no te asustes, finalmente todas las piezas del puzle encajan. Una de las claves está en la imagen que os digo. Tened en cuenta estas dos pistas: paisajes mentales y metalepsis (cuando el narrador rompe un nivel de la diégesis, el espacio y tiempo donde suceden las acciones del relato).
Sherlock está vivo y es de todos
La de «The Abominable Bride» es la última aparición de Sherlock Holmes en la pequeña pantalla, aunque también en la grande, ya que se proyectó en varios cines de Reino Unido y Estados Unidos. Desde 1939, año del estreno en cines de The Hound of the Baskervilles hasta el Mr. Holmes interpretado por Ian McKellen en 2015, en el que se nos mostraba la faceta más humana de un detective ya jubilado, Sherlock ha vivido mil y una aventuras. Algunas de ellas han seguido con el esquema paraliterario del original, pero muchos han ido más allá y la muestra es la maestría narrativa de la serie protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman con la que Conan Doyle no se atrevió ni siquiera a soñar. Y no estoy diciendo que sir Arthur Conan Doyle fuese un mal escritor, pero en la época en la que nació el habitante más famoso de Baker Street la policíaca se basaba en unas pautas y normas inquebrantables que todo lector de novela del género quería ver plasmadas en el papel para considerar que era una buena historia de detectives. Es por este encorsetamiento de fórmulas que durante tanto tiempo se ha considerado a la policíaca como paraliteratura, poco más que un género menor. Algunos de sus rasgos principales podréis identificarlos perfectamente con cualquiera de los relatos y novelas de Conan Doyle. ¿Os suenan de algo las siguientes características de la paraliteratura?
- Busca persuadir al lector.
- Todos los textos paraliterarios pueden reducirse a ideas y esquemas básicos que todos los autores usan y repiten hasta la saciedad.
- La paraliteratura es simple en forma y contenido.
- Distancia contemplativa o estética. El lector se convierte en los ojos de la historia, es él quien realmente resuelve el caso del perro de los Baskerville.
- Este último punto está muy relacionado con el hecho de que los personajes sean completamente planos. No nos tenemos que preocupar de los aspectos internos de Sherlock, él es simplemente el vehículo que nos guía en el misterio que deseamos resolver.
Nos sorprende pensar en Sherlock como un personaje plano, ¡sabemos tanto de él! Sin embargo, casi ninguna de la información que tenemos hoy en día sobre el detective más famoso nos la proporcionó su autor. Conan Doyle, a través de la voz del doctor Watson, nos presentaba a un personaje que vivía en el 221B de Baker Street, cocainómano y con un talento especial para averiguar misterios. Todos los demás rasgos que asociamos a este personaje han sido añadidos posteriormente. Creo que es una suerte que el Sherlock Holmes original no fuese más que un figurante de sus propias historias, gracias a esta peculiaridad ha conseguido desprenderse de su autor y ha acrecentado su leyenda como personaje de la cultura popular.
No hay un Sherlock, hay muchos, pero todos juntos conforman a la imagen de ese detective que, de una forma o de otra, ha dejado de pertenecer a su autor y ha pasado a formar parte de la mitología urbana, llegando, incluso, a ser considerado como un personaje histórico real que habitó (o habita, según a quien le preguntes) el 221B de Baker Street. Sherlock está vivo, y es de todos, aunque quizás Moffat y Gatiss tengan algo de derecho a reclamar parte del renacer de su leyenda.