¿Os acordáis de dónde dejamos a los supervivientes del Oceanic 815? A cierto personaje gritando el nombre de otro. Para los pobres seguidores que ya seguían la ficción en aquel 2005, un final de temporada así te asegura un verano sin uñas. «¿Qué diablos pasará?». Probablemente, de esta frase no pasaban. Finalmente, septiembre llegó para solucionar algunas dudas. Bueno, no, para qué os voy a engañar. Siendo de Lost (Perdidos) de lo que estamos hablando, amplió la red de misterios que ya tenía de antemano.
El primer misterio tenía nombre propio: Desmond Hume (Henry Ian Cusik). A Desmond ya lo habíamos visto en un flashback de Jack (Matthew Fox) , pero era la primera vez que el británico aparecía en el presente de la línea temporal de Lost. Para nuestra desgracia, la dos aún no era la temporada de Desmond y nos tuvimos que conformar en escuchar su acento británico en la season premiere y la season finale. Visto así, tan pocos minutos en pantalla, te quedas con un mal sabor de boca; y es que Desmond es probablemente, de los mejores personajes que vimos en los seis años que la ficción del Oceanic 815 se mantuvo en pantalla. Tramas como su historia de amor o el aparente lazo que tiene con la isla le permitieron convertirse en un protagonista aún si haberse estrellado con aquel vuelo con destinación a Los Ángeles.
Y aunque durante la segunda temporada apareció poco , aún tuvo tiempo de proporcionarle a Lost una nueva trama: el (¿maldito?) botón que tenía que pulsarse cada 108 minutos para, aparentemente, salvar el mundo. Además, para ponerle ya la guinda el pastel, resulta que el código a introducir para pulsar el botón tiene que ver con el pasado de uno de los personajes. Un poco excéntrico quizás y a buenas a primeras un poco desviado de la dinámica de la primera temporada, pero los guionistas le supieron dar sentido cuando llegó el momento (aunque hubo algún momento que yo me creí que nos dejarían sin saberlo). Ese botón era cosa de fe, palabra, trama y/o argumento que después sería muy corriente en la serie, en especial en en personaje de John Locke (Terry O’Quinn). ¿Era ese botón una cuestión de fe? ¿Lo era la supervivencia en la isla también? Parece que Jack, un defensor nato de la ciencia de de creer en lo que se puede ver, cedió a los argumentos de Locke en ese primer capítulo y acabó pulsando el botón y con él, lo pulsamos todos nosotros ya fuéramos #TeamJack o #TeamLocke (si es que por aquel entonces Twitter hubiera tenido la popularidad actual). Probablemente, si tuviéramos que hacer una lista con los mejores momentos de Lost, el intercambio de gritos entre Jack y John valdría la pena mencionarlo.
No fue sólo Desmond la nueva incorporación para la segunda entrega de la ficción. Finalmente, conocimos a la sección de la cola del avión, que resultó tener supervivientes. Por fin conocimos al marido de Rose (L.Scott Caldwell), a Ana Lucía (Michelle Rodríguez) o Mr Eko (Adewale Akinnuoye-Agbaje). Todos aportaron una historia nueva al grupo de supervivientes (única y especial, como las otras) y permitieron que se lavaran un poco la cara, ya que en serie como Lost de las cuales es difícil hacer salir a un personaje si no es con la muerte, siempre viene bien alguna que otra incorporación, siempre que el por qué aparece sea creíble. Esos personajes no estaban llamados a ser grandes protagonistas, pero los minutos que tenían no ensombrecieron en ningún momento, el renombre de Lost.
Su incorporación permitió seguir avanzando muy lentamente la trama de Los Otros. Resulta que durante el tiempo que los de la sección de la cola estuvieron separados del grupo grande, fueron atacados con intensidad por ese grupo de hostiles. A los pobres espectadores y a los pobres Jack y compañía, que íbamos igual de perdidos que ellos, nos permitió saber qué ropa vestían, cómo eran las casas dónde vivían…y ya está, poco más. Igual que en la primera temporada, esta trama trascendió con total lentitud, cosa que a veces, como espectador, podía exasperar un poco. Pero a nivel de guión, hay que felicitar la paciencia que tuvieron los guionistas para saber llevar uno de los grandes misterios a su tiempo y darle respuesta o explorarlo cuándo tocaba. ¿Qué explicarlo un poco antes no hubiera hecho daño a nadie? Pues tampoco, pero por el modo como desarrollaron esa trama en un futuro, fue una buena decisión.
Si bien en este aspecto me gustó la lentitud, sí que es cierto que en ciertos momentos faltaban respuestas. No es que canse esa sensación de no saber absolutamente nada; y menos el Lost, pero sí que llega un momento que la sensación que tienes es que están agrupando todas las dudas y misterios como pueden y que posteriormente, ya le encontrarán solución. Por suerte, resultó ser que soy una alarmista y no fue hasta el final de serie cuándo hubo alguna explicación algo agitada.
Para acabar, algo que supieron mantener de maravilla fue la dinámica o el ambiente de supervivientes. De que al fin y al cabo, no dejaban de ser un grupo de personas que había salido con vida después de que su avión de estrellara. A pesar de la escotilla, de que apareciera todo tipo de comida por un tubo, lavadoras e incluso camas, la sensación seguía siendo la misma. Y es que al fin y al cabo, y más en una segunda temporada, la serie era eso: un grupo de personas que sí, que estaban perdidas con su vida, pero que a la vez, se habían perdido en un punto recóndito del mundo de que era del todo menos normal. En parte, por eso he escuchado que por eso es comparada con The 100 (Los 100), una de las series del momento. Es cierto que hay series de las que decimos que son «muy Lost» y quién haya visto ni que sea media serie entenderá lo que quiero decir. En esa segunda temporada mantuvo esa magia y esa identidad que la llevó a ser una serie icono de la última década.