Nacho Vigalondo participó junto con Mike Hostench en el acto de presentación del Samsung MADFUN, festival organizado por MKTG y Animal Maker. Como ellos mismos explican, “nace con la vocación de convertirse en un referente para todos los youtubers españoles y sus millones de fans en todo el mundo”.
En el marco de este evento, se deja un espacio dedicado en exclusiva a la realidad virtual. ‘Gear VR Experience‘ es el nombre que ha adoptado este lugar. Permitirá a los participantes vivir “experiencias inmersivas en entornos relacionados con la televisión, la animación, el deporte o el cine. Este último es el que explica la participación del director de cine y del director del Festival de Sitges en la rueda de prensa.
Nacho Vigalondo es el primer director español en probar la tecnología de realidad virtual para grabar su nuevo cortometraje Ceremony. Ha afirmado que ya conocía la realidad virtual pero únicamente se había acercado a ella como mero consumidor. Es por esto por lo que no se siente “pionero”, pero reconoció entre risas gustarle la idea de recibir esta denominación.
Por su parte, Hostench es el primero en incluir una sección dedicada a la VR en un festival. “El cine es un medio en continuo movimiento y la realidad virtual es la nueva herramienta que lo ayuda a avanzar”, argumentó. Tampoco dudaba en afirmar que esta tecnología “está para quedarse”. Esto seguramente se deba a la gran aceptación que está teniendo entre el público. “Lo más bonito es ver a las personas vírgenes en este medio cuando lo prueban por primera vez», explicó entusiasmado Hostench.
El resultado, aunque fantástico, exige un gran trabajo y planificación por parte de todo el trabajo del equipo. Frente al cine convencional, el reto es aún mayor. Vigalondo confesó que, de hecho, las dificultades “empiezan en el guion porque este exige una disciplina muy distinta”. Es necesario “proyectarse en el habitante de la esfera” y “pensar en términos de primera persona porque este habitante no está delante de la acción sino dentro de ella”, reveló. Es necesario guiarle a través del espacio mediante “el rumbo de la luz, la dirección del sonido, el acting de los actores; es un lenguaje diferente”, aclaró el director de cine. Esto provoca que hasta el más mínimo detalle sea muy diferente. En un rodaje convencional, hay un “diálogo constante” con el actor o actriz, hay una “sensación de proximidad”. Además, existen “referencias más reales” del resultado final.
En este caso todo se desmonta. Hay un salto de fe. “Como director no tienes ningún poder; tienes que esconderte como una cucaracha”, reconoció Nacho Vigalondo. Sin embargo, aunque afirma que esto puede ser un sacrificio los beneficios son enormes. No obstante no cree que el largometraje pueda adaptarse a este formato ya que el “grado de inmersión que exige es muy elevado”. “El placer de una película de dos horas es tener el lujo de ser pasivo, de no tener que tomar tú las decisiones de encuadre”, defendió. Pero como sí que se ajusta perfectamente al cortometraje, está seguro de que repetirá. “Me lo he pasado pipa”, reconoció finalmente.