Guillermo Benet

Hablamos con Guillermo Benet, director de ‘Los inocentes’

Tras su paso por la última edición del Festival de Sevilla, Los inocentes de Guillermo Benet se estrena al público a partir del 12 de marzo. Es su primer largometraje y es la versión extendida de su largometraje homónimo, que se llevó el premio a la mejor película y al mejor guion en la Semana del corto de la Comunidad de Madrid en 2018.

El metraje de hora y media muestra seis versiones de la misma noche en la que un policía acaba muerto en el desalojo de un local social. Seis personajes que conocen la verdad de lo que pasó pero se unen en un pacto de silencio. Es una historia de culpa, soledad e individualismo.

Antes del estreno pudimos hablar con el director, Guillermo Benet, que nos contó cómo fue el proceso creativo de la película y de sus muchas capas.

PREGUNTA: En 2018 rodaste el cortometraje que lleva el mismo nombre, ‘Los inocentes’ y ahora lo has trasladado a largo. ¿Cómo fue el proceso?

GUILLERMO BENET: Pues la verdad es que el proceso fue un poco diferente al habitual. Nosotros en el mismo rodaje planteamos la posibilidad de rodar las dos películas en paralelo. Así que cuando terminamos ya teníamos en la cabeza que saldrían dos películas del material rodado.

Pero a pesar de ello, yo creo que las dos son bastante distintas. Obviamente, cuentan los sucesos de una manera parecida, los personajes estan construidos de la misma forma y el universo es el mismo. Pero todos los mecanismos narrativos y lo que plantean son casi opuestos. La película profundiza mucho en los procesos internos de los personajes y es más completa. Sin embargo, creo que es interesante comparar a ambas.

P: Teniendo en cuenta que el largo se ha estrenado tres años después del corto, pese a haberlos rodado a la vez, ¿dirías que ha cambiado mucho la idea que tenías en mente en este tiempo?

GB: Pues la verdad es que hay una relación bastante intensa entre los primeros guiones y la película. En el proceso de rodaje y de posproducción hay siempre cierto margen de libertad que me dejo, porque creo que no hay que capar el proceso creativo en ninguna etapa. Y evidentemente ha habido cambios, pero sí que creo que la película respeta mucho las ideas originales que teníamos en 2018.

P: Y la premisa, la idea base, tanto para el largo como el corto, ¿de dónde te nace?

GB: Bueno, yo vi ‘Ciutat morta’, un documental muy interesante que narra todo el proceso judicial de unas personas que son falsamente acusadas de dejar en mal estado un policía en Barcelona como consecuencia del desalojo de un local social. Y en un momento dado, un periodista cuenta cómo un día les llegó un mail anónimo a la redacción diciendo que esa persona conoce la identidad de los que realmente tiraron la maceta. Había unas personas que tenían la llave y el conocimiento de poder acabar con todo ese proceso judicial. Y de alguna manera, el hecho de que ellos supieran la verdad y eso no estuviera llegando a la sociedad, era como que había una parte de la historia que nos estaba siendo robada.

De repente, me pareció muy interesante entender cómo había sido la noche de las personas que sabían la verdad. Cómo se habían enterado de lo que había pasado, cómo se había generado ese pacto de silencio, … Y me pareció que esa relación entre el grupo de personas que lo saben podía ser muy interesante para trabajar a nivel humano. Básicamente, lo que me llamaba más era entender cuales son los procesos humanos que hay detrás de ese pacto.

Pero claro, ‘Ciutat Morta’ a mí me resultaba muy ajeno, porque pasaba en Barcelona, yo no concía a las personas que estaban allí. Y decidí extrapolarlo aquí y no relacionarlo directamente con ese suceso concreto. No quería tocar algo que yo no era capaz de comprender totalmente. A partir de ahí, intentamos entender qué haríamos nosotros, mis amigos y yo, en una situación parecida. Porque realmente ‘Los inocentes’ habla de nuestra generación, del momento en el que estamos y busca universalizar una situación como esa.

los inocentes
Fotograma de ‘Los inocentes’ de Guillermo Benet

P: En realidad, podría pasar en cualquier ciudad porque, pese a estar rodada en Madrid, en nigún momento se especifica dónde están los personajes de forma explícita. Imagino que eso está buscado.

GB: Sí. Nosotros, de manera deliberada, jugamos un poco a ocultar de qué ciudad se trata. Porque sentimos que podría ocurrir en cualquier ciudad española de un tamaño medio. Y al final yo creo que ampliando ese contexto lo que se hace es universalizar el drama de los personajes.

P: Es muy interesante que a lo largo de la película intentemos esclarecer qué es lo que realmente pasó esa noche, pero sólo obtengamos la verdad de cada uno. Incluso quizás la verdad objetiva, el quién tiró la piedra, no es lo importante en este caso, ¿no?

GB: A mí me interesaba mucho esta sensación. Mientras Rafa Alberola y yo escribíamos el guión, hablamos mucho de una estrategia narrativa que reproduciera el cómo se cuentan las anécdotas en los grupos. Cómo una persona narra una anécdota de una situación en la que tú has estado y parece que es lo mismo que tú has vivido pero no lo es exactamente. De alguna manera nuestros recuerdos, el proceso emocional y experimental que vive cada uno con un suceso transforma la manera en la que lo recuerda y lo cuenta. Muchas veces, sientes que lo que te están contando te pertenece pero a la vez te es un poco ajeno. Y muy pronto vimos que esa era la única manera de respetar al 100% lo que vive cada personaje en la historia. Si había puntos en los que la visión de uno y de otro era irreconciliable, no pasaba nada. Porque la vida es un poco de esa manera.

Y al final terminamos con esa estructura que es un poco ‘Rashomon’. De hecho, manejamos muchas referencias de ese tipo, como ‘The Affair’. Pero había una cosa que nos parecía especial de nuestra película. Y es que la divergencia entre los puntos de vista de cada uno de ellos nunca se situase en el centro del conflicto. Porque en el momento en el que eso sucediera, el conflicto te robaba la película. 

En todas estas películas siempre hay como una necesidad de resolver quién tiene razón. A nosotros nos parecía que era mucho más interesante hacer lo contrario. Porque eso discriminaba unos de los otros. Y al final de lo que hablamos es de que hay una especie de ilusión que predomina en la sociedad y que es la que se establece como verdad social o común. Y todo el mundo acaba aceptándola aunque su punto de vista no concuerde exactamente con ella. Pero nosotros hemos tenido siempre la idea de que todos poseen un pedacito de la verdad. Hemos sido muy democráticos en este sentido.

P: Otra cosa que también llama mucho la atención es la elección de las dimensiones del cuadro, el 1:1. ¿Por qué esta decisión estilística o técnica?

GB: Bueno, tirando un poco del hilo de lo que estábamos hablando, de democratizar los puntos de vista y de que los relatos de todos ellos fuesen igual de verdad o igual de pseudo-verdad, yo quería encontrar algunas decisiones formales que significaran eso.

La idea de un formato tan estrecho era porque básicamente me permitía aislar a cada uno de los personajes de su contexto. El 1:1 es un formato muy bueno para hacer retratos. Y de esta manera se activa mucho el fuera de campo y nos podemos centrar en el viaje personal de cada personaje y dejar a los otros fuera. También jugamos mucho con hacer que el sonido fuera surround, que llenara toda la sala, para hacer la pantalla todavía más pequeña.

Todo esto nos ayudaba a llegar a la que, para mí, es la idea capital de la película: la soledad. Cómo los personajes están profundamente solos. Son incapaces entre si de comunicarse con verdad y de empatizar los unos con los otros. Incluso cuando los personajes están obligados a ponerse de acuerdo, a vivir una noche juntos encerrados en una casa, la película tiende a dejarles solos. Y es que para nuestra generación es muy difícil elaborar procesos colectivos y de sentirnos plenos en ellos.

P: Para terminar, ¿nos puedes contar si estás trabajando en algún otro proyecto?

Pues sí. Estoy terminando mi próximo corto, que es una historia muy bonita y tengo muchas ganas de estrenar. Se llama “Está amaneciendo” y algunos de los actores de la película como Violeta Orgaz u Olivia Delcán están en él. Y estoy empezando a escribir mi próximo largometraje. Estoy todavía en textos iniciales pero creo que tengo una idea clara de hacia dónde van los tiros y estoy muy contento.

Los inocentes, de Guillermo Benet se estrena en España el 12 de marzo.