Voy a hacer un pequeño alto en el camino de las 40 películas imprescindibles para comentar una de las grandes películas de Eric Rohmer Cuento de verano, obra muy apropiada para estas fechas.
Rohmer, autor que junto a nombres como Jean-Luc Godard o François Truffaut perteneció a la Nouvelle Vague, centró el interés de su cine sobre conceptos como la juventud, el amor, la seducción o el erotismo, temas todos presentes en Cuento de verano. La película bascula alrededor de un chico joven que pasa unos días de verano en la costa de Francia y entabla una serie de relaciones, unas de amistad, otras de seducción, siempre en la fina línea entre esos dos estados, con tres chicas a la vez.
El estilo de Rohmer, sobrio y nada condescendiente con el espectador, se despliega en la película valiéndose de las siguientes herramientas: unos profusos y ricos diálogos, la manera en la que los actores se posicionan en el plano y la creación de ambientes, sensaciones y espacios a la que acostumbra el cine del autor francés. La primera de todas es la que, probablemente, se convierte en el hecho más distintivo de la obra de Rohmer a simple vista, sus películas son obras de conversación, sus personajes hablan mucho y tienen largas conversaciones discursivas sobre temas diversos que siempre llevan a un mismo lugar: la nada, la inexpresividad y vacío de la burguesía francesa que tan ácidamente retrata Rohmer. El espectador podría quitar los diálogos y seguiría entendiendo el esqueleto expresivo de la película, porque los seres humanos somos máscaras que intentamos hacer creer lo que no es, Rohmer lo sabe y lo expresa, sobretodo, gracias a su uso sutil, pero constante, de los movimientos de los actores y a la creación de atmósferas complejas para cada lugar y momento de la película.
A lo largo de la película el protagonista de Cuento de verano tiene varios largos paseos con la primera chica que conoce en la película (y aquella que Rohmer se preocupa de dar a entender que es la que se lleva mejor con él) en los que habla con ella de sus relaciones con las otras dos mientras entre ellos dos florece un claro interés romántico. Toda esta tensión, sugerida a través del subtexto, la refleja Rohmer mediante el posicionamiento de los actores en el plano: la forma en la que se ven, se sienten o se desean se ve reflejada sutilmente en como los personajes se relacionan corporalmente entre sí, caminan, se acercan, se alejan, se sientan, se tocan, se levantan, corren… Cualquier movimiento en estas escenas apunta hacia donde evoluciona la relación y así lo siente el espectador: una simple mirada puede hacerlo estremecer, y eso se consigue gracias a la depuración formal que elabora Eric Rohmer.
Si en estas fechas queréis adentraros en uno de esos fugaces romances de verano a través del cine es posible que se os venga a la cabeza la reciente Call Me By Your Name, película con buenas intenciones y unas influencias muy claras de Rohmer, pero que no consigue llegar al nivel del cine del director francés y que se acaba convirtiendo en una película pobre, formalmente hablando, que acaba confiando más en la fuerza de la música o los discursos que en el poder de la cinematografía (caso extrapolable a la, casi infame, Suspiria del mismo director). Por mi parte os voy a recomendar encarecidamente ya no solo Cuento de verano, sino toda la filmografía del gran Eric Rohmer, porque su cine es un océano sutil y calmado en el que adentrarse y perderse.