Crítica- ‘El secreto de las abejas’

Título original: Tell It to the Bees

Año: 2018

Duración: 105 min.

País: Reino Unido

Dirección: Annabel Jankel

Guion: Henrietta Ashworth, Jessica Ashworth (Novela: Fiona Shaw)

Música: Claire M. Singer

Fotografía: Bartosz Nalazek

Reparto: Anna Paquin, Holliday Grainger, Kate Dickie, Emun Elliott, Lauren Lyle, Rebecca Hanssen, Gregor Selkirk, Zara Howell, Steven Robertson, Alexa Snell

Productora: Reliance Entertainment Productions 8 / Archface Films / Cayenne Film Company / Motion Picture Capital / BFI Film Fund / Riverstone Pictures. Distribuida por Good Deed Entertainment

Género: Romance

La definición de Tell it to the bees es clara: un romance amable con algunos puntos de inflexión que le dan la victoria para no pasar desapercibida. En 1950, en un pequeño pueblo británico, la doctora Jean Markham (Anna Paquin) inicia una relación íntima con Lydia (Holliday Grainger), madre soltera de uno de sus pacientes.

Parece que con esa sinopsis todo está contado, pero no. Lo que marca la diferencia en esta historia son los matices, un pueblo donde prima ser políticamente correcto a ser tú mismo, donde se culpa a Lydia por trabajar y vivir sola, sacando adelante a su hijo y se la crucifica cuando decide salir a bailar una tarde y se normaliza que el padre de este, viviendo en el mismo lugar, no se preocupe por las necesidades de su hijo o tenga un comportamiento abusivo sobre su madre.

Se trata de una radiografía de la época, una que toca diferentes puntos en los que se tacha lo diferente y en el que las mujeres siempre son las afectadas. Por un lado, el contexto machista de la época se ve reflejado en la relación entre Lydia, el padre de su hijo y este, el pequeño Charlie. La película también aprovecha esta oportunidad para criticar el aborto en una de las tramas secundarias.

Con todas estas vivencias, se van conformando los tres grandes protagonistas de esta cinta dirigida por Annabel Jenkins. El entrañable Charlie, narrador de la historia, comenzamos conociendo al pueblo, a su madre y las conexiones a través de sus ojos. Un niño curioso y muy avispado para su edad que traslada esa inocencia y esa capacidad de comprensión y amoldamiento de los más pequeños para entender las distintas realidades, sin prejuicios.

Asimismo, Anna Paquin conquista cada escena dando vida a la doctora Jean Markham, una mujer independiente que ha tenido que no ha parado de romper barreras. Una doctora en la década de los 50 que regresa a su pueblo natal, del cual se marchó para callar los rumores sobre su homosexualidad. Sin embargo, el personaje que conocemos, es un personaje receloso y seguro, pues Markham es conocedora de que sus vecinos y vecinas siguen considerando que su forma de vivir no es la correcta pero continua con su vida, mantiene su consulta, pasea por el pueblo, atiende a sus abejas y tiende una mano amable a todo aquel que la necesite. Jean es un personaje que inspira y Paquin le da esa convicción y estabilidad tan importante.

Por otro lado, tenemos a la madre luchadora, venida de otro pueblo por amor, criticada por todos por mucho que se esfuerce, no por su orientación sexual, como es el caso de la doctora, sino por la seguridad que tiene en sí misma, por su personalidad arrolladora a pesar de las circunstancias.

Es por ello que cuando estas dos controvertidas y fantásticas mujeres se encuentran se establece una conexión brillante, y esperada. La relación entre Jane y Lydia podría ser como cualquier otro romance de época entre mujeres, aunque no haya muchos ejemplos, oprimidas por la sociedad, por sus familias, relaciones que no cuajan por miedos e inseguridades, no obstante, esta no lo es.

Lo más llamativo en cuanto a la pareja es que su atracción fluye y nunca es un impedimento en la trama, lo es para los demás personajes, pero nunca supone un inconveniente para ellas. Algo sumamente novedoso teniendo en cuenta el estilo ya marcado por el género cinematográfico. De esta manera, el guion despunta en diversas ocasiones, sobre todo, cuando ellas dialogan:

Lydia: Quiero esto (refiriéndose a su relación).

Jane: Recuerda esto, tenlo muy presente en las semanas que están por venir.

Un buen juego de palabras entre trama y título siempre es bienvenido, en esta ocasión, la conexión se desvela al principio de la obra. Las abejas juegan un papel muy curioso durante la película y es que, según las habladurías populares, si quieres que las abejas se queden en el panal, donde las estés criando, debes contarles tus secretos.

Y así comienza El secreto de las abejas, con los secretos de Jane Markham y posteriormente los de Charlie. También es cierto que, en la recta final, se involucra en exceso a estos insectos, poniendo en peligro la credibilidad que mantiene la trama y sus personajes durante la hora de metraje.

El final, sin hacer spoilers, es agridulce y rompe de nuevo con lo que el espectador está acostumbrado a ver cuándo se trata de películas LGTBI de época, por ejemplo, Fingersmith, El secreto de Anne Lister, Camp Belvidere o Carol.

Nota: 9

Lo mejor: no es una historia convencional. Los personajes.

Lo peor: El toque excesivo de vincular a las abejas con la trama.