Miniserie en forma de sátira cómica, y aparentemente liviana, sobre el socioliberalismo económico de Noruega. Y el uso de los recursos de forma ética a partir de las ingentes ganancias provenientes del gas y del petróleo del Mar del Norte.
El gran fondo (Harald Zwart, 2018) a pesar de sus escasos diez breves episodios, de 25 minutos cada uno, está lejos de ser una miniserie de comedia liviana y facilona. Parte de la premisa del exitoso modelo de explotación de los recursos de Noruega, uno de los principales productores del oro negro. Y es que desde los años 1970, las exploraciones del Mar del Norte de los noruegos le han supuesto pingües beneficios. No sólo se han dedicado a explorar el Polo Norte, pescar salmón y confeccionar ropa de abrigo o cremas de manos. Es un verdadero éxito económico.
Pero no es únicamente cuestión de riqueza en recursos naturales ni de autosuficiencia energética, es que además «se permiten el lujo» de invertirlo concienzudamente. Es a través de un fondo de inversión de propiedad estatal y gestionado por funcionarios y empleados públicos aunque con una orientación de libre mercado. Eficiencia pura de la gestión.
A diferencia de los petrodólares venezolanos, las petrocoronas noruegas se reinvierten en los mercados financieros tanto para generar rentabilidades y agrandar el volumen de recursos económicos del país, como para diversificar riesgos del volátil mercado petrolífero e invertirlo socialmente. Un mismo recurso, dos formas diferentes de gastarlo, más bien invertirlo en el caso nórdico.
Por eso, mucho ojo con pensar que se trata de una comedia de poco peso y aparentemente frívola. A pesar de su tono humorístico y de las situaciones verdaderamente disparatadas, se abordan reflexiones más que interesantes sobre todo lo expuesto.
Per Grepp (Thomas Gullestad) y Kathrine (Kathrine Thorborg Johansen) son el yin y el yang de la gestión económica del fondo. Totalmente opuestos en sus ideologías y posturas económicas, pero que se complementan para alcanzar la perfección (nórdica). Lo que sería una buena sinergia.
Kathrine será el contrapeso ideal para Per Grepp, el director de inversiones del fondo algo tramposo, egocéntrico y bastante jugador con ninguna aversión al riesgo. Así que Kathrine, funcionaria pública del Consejo de Ética (¿existe eso en España?,¿dónde está que no se le ve?), se encargará de atar en corto a Per. Al fin y al cabo todas las situaciones disparatadas de la miniserie se producen por el balanceo y equilibrio entre esas dos posturas aparentemente antagónicas. Lógicamente, como siempre en la vida «en el término medio está la virtud», y en moverse entre esa escala de grises.
Los nórdicos nos aventajan precisamente porque saben explotar sus riquezas y principalmente gestionarlas. El famoso socioliberalismo nórdico es la idea primordial de la historia. Nada mejor que invertir provechosamente los recursos para generar beneficios que a posteriori puedan ser reinvertidos socialmente de forma responsable y ética. Igualito que en España, ¿verdad?…
El bien común y el bienestar social en Noruega se fundamentan en que estos señores del Fondo del Petróleo inviertan de manera rentable para posteriormente sustentar la Seguridad Social y otras partidas de gasto público. El mayor fondo soberano del mundo, ni qataríes ni saudíes.
En esa autoexigencia de perfección tan típica de los nórdicos, la combinación de valores de socialdemocracia y respeto y fomento del libre mercado, dan lugar a ese socioliberalismo que gozan los escandinavos. Ya lo hemos visto en otras series como la danesa Borgen (Adam Price, 2010).
Kathrine tiene una visión más tendente al activismo ecologista y al correccionismo político. Toda inversión debe plantearse desde el punto de vista ético. Por el contrario, las inversiones en las que piensa Per son más cortoplacistas y especulativas, con ese componente algo ludopático de los agentes de Bolsa. Aunque más bien es ambición y foco en lograr beneficios, y muestra un gran olfato para los mercados financieros.
La miniserie sigue el día a día disparatado de la pareja y sus otros peculiares compañeros, en un ambiente de oficina de situaciones exageradas pero divertidas. En cada episodio veremos cómo se plantea el consenso entre las dos posturas, el fin es «la gestión responsable de los recursos del futuro». Se le caen las lágrimas a uno de pensar que políticos y funcionarios del Estado estén realmente en esas cuestiones…
Cada episodio, por breve que parezca esa menos de media hora, nos planteará un tema relacionado con todo este argumento central. Su relación con los vecinos suecos, el éxito económico de Noruega, la transición hacia una economía verde y desligada de los combustibles fósiles… Y sobre todo, el rechazo manifiesto a la corrupción y el poder excesivo de algunos dirigentes. La idiosincrasia nórdica. Se pasa realmente volando cada capítulo. Ya hemos visto cómo una serie no necesita de tropecientos episodios y temporadas para narrar e interesar al espectador, caso de El colapso. O como sucede en términos financieros en Devils.
Más que interesante y muy deseable esta idea escandinava de fomentar la actitud responsable y comprometida de los que gestionan recursos públicos. Eso sí, sin perder de vista que ni la burocracia ni la política pueden torpedear el funcionamiento de unas buenas y lucrativas inversiones en los mercados financieros. Capitalismo moderado y ético del bueno, muy conveniente en tiempos de extremismos nacionalpopulistas y posturas radicales de izquierdas y de derechas…
La miniserie está actualmente disponible en la plataforma Filmin.