La búsqueda de una oportunidad laboral puede ser una necesidad acuciante. Además puede tornarse en drama cuando en un alarde de supuesta creatividad y originalidad, los encargados de Recursos Humanos le dan una vuelta de tuerca a sus procesos.
Y es que una vez finalizado el confinamiento (al menos por ahora) y tras ERTE varios y convulsiones en el mercado de trabajo, muchas personas se verán obligadas a centrarse durante estos meses en el objetivo de conseguir un nuevo empleo. Las oportunidades laborales podrían escasear tanto por exceso de demandantes de empleo como por falta de ofertas de trabajo.
Así que no queda otra que tirar de motivación, ingenio y prepararse concienzudamente la búsqueda de nuevas oportunidades.
No es para nada descabellado intuir que tras el otoño, el coronavirus deje una tormenta perfecta en lo económico que termine por barrer del mapa miles de empleos. Una pareja de asesores externos de RRHH como George Clooney y Anna Kendrik en Up in the air (Jason Reitman, 2009) podría irrumpir en cualquier oficina para ejecutar despidos masivos.
Y es que a cualquiera le puede pasar como a Ben Affleck en The company men (John Wells, 2010). El bueno de Ben con un puesto presumiblemente estable y de éxito como ejecutivo de ventas, se ve abocado a un plan de despidos que no puede evitar Tommy Lee Jones. Lo que viene siendo un ERE (expediente de regulación de empleo). Esta vez a causa de esa política agresiva de algunas corporaciones en búsqueda de resultados financieros rápidos. Sobre todo para el buen devenir de los bonus de los propios consejeros directivos y para apaciguar los ánimos de los accionistas.
Fruto de su desesperación, Affleck estalla durante una entrevista en la que se da de bruces con su nueva realidad, las dificultades del mercado laboral y el exceso de demandantes de empleo.
En cualquier caso no parece muy recomendable perder la compostura de ese modo. Aunque bien es cierto que muchas veces entrevistas y procesos pueden llegar a ser exasperantes, dado que los propios reclutadores carecen de empatía o la debida delicadeza.
Desgraciadamente, tampoco le funcionan los planes de orientación laboral que facilita su propia ex empresa basado en talleres de autoyuda. Como tampoco le resultan al protagonista de La ley del mercado (Stéphane Brizé, 2015) Vincent Lindon cuando se desahoga con un orientador público y pone de manifiesto lo poco útiles que resultan esas políticas de orientación laboral, los planes de formación y lo burocrático de la agencia pública de colocación. Parece que es más productivo buscarse la vida uno mismo…
Para evitar todo esto, o más bien intentar anticiparnos y tener un plan B o incluso plan C, vale la pena recurrir a otros ejemplos cinematográficos más positivos y que nos pueden ayudar.
Lo ideal sería enfocarnos en cómo Will Smith resuelve su penosa situación a lo largo de la historia de En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006). De ese modo se evitarían posibles dramas personales como el que sufre el protagonista, para centrarse en el empeño absoluto por reciclarse y formarse. Hay que ser muy consciente de que es posiblemente la mejor manera de prosperar y salir del atolladero en un mundo tan cambiante.
Otro caso de reinvención personal es el caso de Ben Stiller en La vida secreta de Walter Mitty (Ben Stiller, 2013). A pesar de ser el único y excéntrico empleado análogico del laboratorio fotográfico de la revista LIFE, y que la transformación digital esté a punto de acabar con toda su razón de ser; el vitalismo y creatividad que le inspira Sean Penn le llevan por otros derroteros. Aunque la charlatanería de «la reinvención personal» y «el reilusionarse» son más propios de los nuevos vendedores de humo: los gurús del ‘coaching’, nunca puede estar mal ser positivo y vitalista en momentos donde todo parece estar en tu contra.
Sin duda cada vez más se hace complicado encontrar un empleo que no tenga que ver con esa transformación digital.
Pero hay otras maneras para ser perfectamente válido incluso en esas marcadas circunstancias de cambio tecnológico. Owen Wilson y Vince Vaughn en Los becarios (Shawn Levy, 2013) pasan por un arduo y curioso proceso de selección en Google para demostrar que la inteligencia emocional y la experiencia son todavía muy relevantes para hacerse hueco en ese sofisticado mundo de habilidades tecnológicas. Sector en el que las relaciones sociales e interpersonales a menudo se minusvaloran pese a aportar un gran valor diferencial.
Estos dos «personajes», en sentido literal de la palabra, consiguen optar al puesto pese a ser dos auténticos extraños (‘outsiders‘) de la onda tecnológica.
Algo muy similar a lo que sucede con Robert DeNiro en El becario (Nancy Meyers, 2015), mucho más experimentado (el famoso perfil ‘senior‘) que los anteriores, evidenciando que mayores de 45 años pueden ser de gran utilidad en las empresas. Vaya obviedad, tras tantos años intentando lograr equiparar a hombres y mujeres, y evitar otras discriminaciones como la racial, nos enfrentamos actualmente a una absurda y extraña discriminación por edad. «Edadismo» lo llaman, que no deja de ser más que otro prejuicio.
Parece mentira que Anne Hathaway en el papel de CEO (como modernamente se denomina ahora al gerente o director general de toda la vida), no aprendiese nada de su experiencia laboral como becaria de Miranda Prestley (Meryl Streep) en El diablo viste de Prada (David Frankel, 2006). La experiencia es siempre un grado y se gana habitualmente con el paso del tiempo y la carrera profesional. Por ello DeNiro hace valer su experiencia ‘senior‘, y colma de aprendizajes a todos los compañeros tanto a nivel profesional como personal.
Todos conocemos casos rocambolescos sobre búsquedas de empleo y procesos de selección auténticamente dramáticos o tragicómicos.
Incluso que hagan la vida imposible o urdan una verdadera trama para usurpar el puesto de trabajo o una futura promoción, puede ser común. No obstante, no serán tan exageradas como la de los casos de Imanol Arias en Despido procedente (Lucas Figueroa, 2017) o Michael Douglas en Acoso (Barry Levinson, 1994) con Demi Moore, en una clara inversión de roles en cuanto al acoso laboral y sexual.
Afortunadamente el abuso de poder de algunos jefes ya no es tan común hoy en día, a pesar de las vejaciones sufridas en las entrevistas laborales que denuncian Margot Robbie, Nicole Kidman o Charlize Theron en El escándalo (Jay Roach, 2019) para obtener un puesto en los informativos de FoxNews.
La competencia por un puesto puede ser muy grande, sea cual sea la naturaleza del mismo. Inscribirse en una oferta en uno de los múltiples portales de empleo, puede suponer ser el candidato número 753 para esa vacante. Exhaustos acabaríamos si tuviésemos que eliminar a toda la concurrencia para ese ansiado puesto, si actuásemos como José García en Arcadia (Costa-Gavras, 2005). Y eso que en su caso hablamos de un ramillete de candidatos mucho menos abultado…
Lo que resulta exagerado y hasta grotesco es el nivel de exigencia, y la retorcida creatividad con la que ciertos departamentos de Recursos Humanos preparan sus procesos de selección.
Cada vez más, superar uno de esos procesos se parece a cómo afrontan la supervivencia los participantes de Los juegos del hambre (Gary Ross, 2012), combinado con la exhaustiva disposición de pruebas y trampas de Escape room (Adam Robitel, 2019). Esperemos que no lleguemos nunca a los ejemplos de la prolífica saga de Saw (James Wan, 2004)…
Curiosamente la mayoría de los procesos de selección, en torno a un 82%, son cerrados de manera interna en base a recomendaciones, referidos y por supuesto por nepotismo. Aún así, ese 18% restante de candidatos no incluidos en ese selecto grupo ha de ingeniárselas para salir airoso de las pruebas.
Casos de procesos de selección algo más ajustados a la realidad, los encontraríamos en algunas series como la brasileña 3% (Pedro Aguilera, 2016) con una especie de sofisticadas pruebas psicotécnicas a las que se enfrentan los candidatos de «El Proceso».
En la serie francesa Recursos Inhumanos (Ziad Doueiri, 2020) vemos la técnica algo desmadrada del juego y simulación de roles (‘role playing’). Prueba en la que Eric Cantona desesperado por cambiar su suerte, se predispone para cualquier cosa con tal de obtener su objetivo final: ser contratado.
Quizás la situación más real que nos podamos encontrar sea la de El método Gronholm (Marcelo Piñeyro, 2005). Una dinámica de grupos con una batalla entre candidatos como Eduardo Noriega, Natalia Verbeke, Ernesto Alterio o Eduard Fernández entre otros. Técnica dispuesta para poner a prueba los valores, emociones y capacidades de estos candidatos. Más bien, su ambición y escrúpulos por alcanzar el éxito. Muy interesante.
No perdamos de vista que al final una de las cosas más importantes es la (buena) reputación. El estirado reclutador de talento directivo que protagoniza Aksel Hennie en Headhunters (Morten Tyldum, 2011) lo tiene muy claro.
El desdén de reclutadores o captadores de talentos en ocasiones puede resultarnos ofensivo. ¿¡Quién no quisiera ser tan sobradamente autosuficiente como Matt Damon en El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997) y rechazar empleos o poseer el poder negociador del proceso!?
En definitiva, el buscar empleo se está convirtiendo en algo titánico a no ser que seamos ingenieros de lo que sea con máster incluido en marketing digital, y hagamos gala de un dominio bilingüe de varias lenguas europeas. Sin olvidar que el equilibrio entre experiencia y juventud sea tal que nos permita contar con 10 años de experiencia laboral a pesar de campar por el mundo con unos lozanos veintipico años…
En todo caso, cabe estar bien preparados para futuros procesos de selección. Es conveniente contar con esa buena reputación e intentar formarse, reciclarse, reinventarse, reilusionarse y todo eso que recomiendan los gurús…