Con motivo del estreno de Tres, el debut en el formato largo del maestro del cortometraje Juanjo Giménez (Timecode, Ascenso), tuve la oportunidad de charlar con Miki Esparbé (Les Distàncies, Barcelona nit d’hivern), uno de los protagonistas de la película. Sentados en una sala de cine vacía (ningún lugar mejor para hablar sobre esto), el actor barceloní nos cuenta su relación con el universo sonoro en el cine, las repercusiones de la pandemia en el arte, los masoquismos dentro de la industria y, además, su paso por la reescritura de Historias para no dormir.
PREGUNTA: Tres me parece una película muy conceptual y sensorial, me genera mucha curiosidad saber cómo se te presentó el proyecto.
MIKI ESPARBÉ: Yo conozco a Juanjo Giménez del circuito del cortometraje. Le conocía de habernos cruzado en algún festival y porque me encantaban sus trabajos. Contactó conmigo porque le encajaba en un cortometraje que se llamaba Ascenso, su primer trabajo después de Timecode que aún sigue en circuito. A raíz de haber trabajado en esto, Juanjo me comentó que existía esta peli. Me pareció muy interesante la premisa sobre la que giraba. Sin leer el guion ya estábamos hablando de fechas para grabar. Hubo un momento en el que pensamos que no podría estar en Tres porque me coincidía con otro rodaje. Pero por cosas de la vida las fechas se fueron moviendo y pude incorporarme. Recuerdo de hecho que las primeras pruebas de cásting fueron por Zoom, porque aún estábamos en un momento…
P: Justo te iba a preguntar por la pandemia, sobre todo porque hay ciertos juegos en la película relacionados con la ciudad vacía, la nostalgia de lo inmediato y la soledad que me remiten a esos momentos. ¿Crees que la gente va a conectar de una forma distinta con Tres después de todo lo vivido?
ME: Totalmente. También creo que es una película que habla de la salud mental. Al fin y al cabo el personaje de C se aliena un poco del mundo y creo que es la sensación que puede sentir alguien que esté sufriendo algun tipo de trastorno del estilo. Para ella el delay es un trastorno en sí mismo que le hace sentir cada vez más sola. Creo que haber vivido la pandemia, sobre todo a los que rodamos cosas justo después, no es que nos tiñiera todo de eso, pero es cierto que configuró un periodo muy oscuro, por mucho que ahora esté todo un poco más luminoso.
Yo iba a estrenar una obra de teatro en Madrid justo el día antes al estado de alarma. Retomamos la función en septiembre y recuerdo que cuando volvimos a ensayar de nuevo nos dimos cuenta de que ahora la obra era más oscura, y es normal porque llevábamos todos una mochila muy cargada. Creo que a la peli le viene muy bien eso, porque es lo que tú decías, habla mucho de la soledad y del suspense. Es una historia muy dura a ratos, por eso es tan gratificante interpretar a un personaje como Ivan, tan luminoso y cómplice.
P: Me alegra mucho que hayas sacado el tema de la salud mental porque es lo primero que me transmitió la película cuando la vi en Sitges, un intento de acompañar a aquel que se siente solo sin caer en la condescendencia. Es un proyecto que trabaja el humanismo desde la absoluta distancia. ¿Qué retos te supone a nivel actoral tener que reivindicar la cercanía en fuera de campo?
ME: He tenido la suerte de trabajar con Marta Nieto, una actriz que trabaja desde la contención absoluta pero que sin embargo es muy transparente a la hora de comunicar. Cuando trabajas con buenos actores y actrices es muy fácil que todo brille porque solo tienes que era atento a lo que te dan para tú ofrecer en esa sintonía. Marta estaba todo el rato en la peli y yo iba días sueltos. Siempre construimos el personaje de Iván desde la admiración profesional y obviamente desde cierta atracción afectiva.
Esta crisis tan bizarra y marciana que ella vive es la excusa perfecta para que mi personaje se pudiera acercar a ella. Teníamos que ir con tacto a la hora de contar eso. Era muy fácil caer en la condescendecia, como tú decías. Iván es un personaje muy agradecido en el fondo. Creo que está muy dirigido, porque es el primer espectador dentro de la peli, quien se entera de todo y se plantea preguntas también. Es muy gratificante ser aquel que puede abrazar a C sabiendo que el público está deseando que alguien lo haga.
P: Ella misma en varias ocasiones se refiere a su trastorno como «ir con frames de retraso» o «con delay«, que al final son términos muy ligados a la industria. Me encanta cómo la película presenta los peligros del amor al arte y cómo la vocación puede convertirse en obsesión.
ME: Los que nos dedicamos a estas disciplinas somos masoquistas. Pasan las horas y no te das cuenta. Puedes trabajar fines de semana y que las vacaciones sean relativas, que no te las puedas programar y te vengan dadas. Aprendes a disfrutar de eso, pero cuando hay algo creativo de fondo es muy fácil caer en el trabajo como refugio. Sobre todo cuando algo va mal en alguna de las burbujas externas a todo esto. El personaje de C es un ejemplo. Cuando todo lo que le pasa le obliga a incluso tener que dejar de trabajar, que es lo único con lo que ella se puede centrar, es cuando se da cuenta de la crisis que se le viene encima. Todo lo que tiene que ver con lo creativo va a salir mejor cuando tú estás bien.
P: Tres es una oda a una vertiente en la industria bastante invisibilizada como es el sonido. ¿Cómo es tu contacto con este mundo?
ME: Tengo la suerte de tener muchos colegas directores. He podido ver pelis antes de la postproducción de sonido y después y es ahí donde te das cuenta de la dimensión que toma. La última fase de todo lo que rodamos es ir al estudio a hacer ADRs. Hay un trabajo artesanal con el sonido que en la película se representa muy bien. A mí me fascina, porque soy muy detallista y me encanta fijarme en todo lo que tiene que ver con lo nuestro. Tengo muchos colegas que se dedican a esto. Me parece precioso que muchas veces esconden sonidos personales que sólo ellos detectan dentro de la obra, como el latido de su bebé o la respiración de su pareja. Dejan un poquito de su alma en cada proyecto.
P: No puedo evitar entender el sonido en Tres como un fantasma, que creo que es algo que se va moldeando hasta que llegas al final y se da un golpe sobre la mesa. Hablemos un poco de esa secuencia final que a mí personalmente me apasiona.
ME: Pues el final iba a ser otro (ríe). El final era este pero iba un poco más allá. De hecho yo no lo he visto, pero se llegó a filmar. Había un recurso visual que tenía relación con lo fantástico, justamente. Pero se dieron cuenta de que no tenía sentido centrar el final entorno a la imagen cuando la historia ha reivindicado el sonido todo el tiempo. Había que darle valor a lo auditivo. Una de las cosas que más me flipan de la peli es que si se la cuentas a alguien se imagina la nueva de Marvel, como si fuera una superheroina. Pero al final te encuentras con una peli independiente filmada de una forma muy costumbrista y con un tempo muy relajado que reivindica el fantástico. Juanjo no te cuenta las cosas, tú las ves. Han caído secuencias porque explicaban demasiado.
P: También estuviste en Sitges presentando Freddy de Paco Plaza, uno de los cuatro episodios del remake de Historias para no dormir. ¿Qué se siente al formar parte del regreso de una de las franquicias más icónicas del audiovisual español y encima en un episodio tan vinculado a la figura de Ibáñez Serrador?
ME: Privilegio, por supuesto, por poder formar parte de una relectura tan bien hecha. Los trabajos de estos cuatro cineastas en la serie son sensacionales. Tener la oportunidad de currar con Paco Plaza ha sido una experiencia muy intensa y difícil, no te voy a engañar. Pero nos lo pasamos muy bien, que es algo que creo que trasciende y se acaba notando. Saboreamos el placer de poder filmar algo tan bizarro y tan loco como es Freddy porque no sabes si vas a poder hacer otra vez en tu vida. Paco me cogía en los descansos y me decía: «Miki, para un segundo: ¿Te das cuenta de lo loco es que esto?». Y efectivamente, es de locos. Tanto Tres como Freddy salen el mismo día, así que la gente vaya al cine y luego encienda la tele antes de irse a dormir.