Lo que ‘The Hateful Eight’ significa para el cine.

Hace una semana os dejaba un artículo en relación a la historia de los formatos destacando los variados sistemas de grabación, exhibición, los tipos de películas y los aspects ratio que han sido utilizado a lo largo de la historia del cine. Todos son al final poco menos que retazos de la segunda época dorada del cine, cuando el medio volvió a ser el entretenimiento favorito de la sociedad. Las gigantes pantallas que exhibían escenas de acción, melodramas y duelos han ido desapareciendo poco a poco de nuestras vidas. Y aunque el cine pudo ser rival para la televisión tal vez sucumba ante la red que une, comunica y ensambla nuestra sociedad posmoderna: Internet. Tal como anunciaba Walter Benjamin la posmodernidad ha traído consigo una democratización del acceso a los productos culturales de las clases bajas, esto que en el s.XX significaba entrada a los teatros a precios más bajos y nuevos medios de distracción, se ha materializado en lo que llamamos piratería hoy día.

Además, aunque hay formas de acceso a los contenidos audiovisuales a través de plataformas de pago para ver en tus dipositivos portátiles y en tu ordenador, estas recaen en la misma idea del ahorro, el precio más barato, que ir a una sala de cine. Con este panorama podemos augurar que la forma de consumir cine clásica, es decir la exhibición en sala, eventualmente desaparecerá. Y aunque muchos piensen que este cambio pueda ser a mejor no lo es. En absoluto.
El cine como experiencia estética está concebido para ser visto en la salas, para verse en una gran pantalla en la oscuridad donde podamos ver todos los colores, todas los matices y la grandilocuencia que el director nos quiere transmitir, para oírse a través de sistemas de audio que inunden la sala y que te envuelvan en la atmósfera de la película y para sentirse desde una butaca en la oscuridad junto a otras personas.

He aquí donde entra The Hateful Eight. Que se haya rodado en 65mm no es solamente un reclamo publicitario, que también, sino un intento honesto de uno de los más grandes directores y uno de los productores de más éxito de los últimos años por devolverle al medio su grandeza perdida. Los Roadshows que Tarantino hará con su película, proyectándola en «gloriosos» 70mm son un ejercicio de memorabilia y añoranza, buscando recordar a los espectadores, qué es el cine. Qué se siente cuando ves una película en 70mm, cuando estás frente a la experiencia completa del espectáculo cinematográfico.

Quentin Tarantino  y Harvey Weinstein (Productor de The Hateful Eight)

Tal vez The Hateful Eight no consiga lo que se propone. La abrumadora mayoría de salas con proyectores digitales hace que para la gran mayoría de los espectadores ver la película en 70mm no sea más que una quimera. El tamaño de las salas se ha reducido y también el de las pantallas. Habrá incluso aquellos que la vean desde el ordenador, ya ha sido filtrada y es fácilmente descargable (en una calidad pésima). Además muchas de las proyecciones en 70mm han tenido fallos causados por las lentes usadas en las salas, que no estaban preparadas para un formato tan especial. Y sin embargo, puede que The Hateful Eight marque un cambio. Puede que volvamos a apreciar el cine como lo que es y no como una versión reducida de su grandeza. Puede que volvamos a ver las salas llenas y tengamos que comprar las entradas días antes de un estreno. Nadie lo sabe. Pero al menos podemos decir que Quentin Tarantino y Harvey Weinstein lo intentó.

Os deseo un feliz 2016 a todos los lectores de 35 milímetros y que sigáis disfrutando del cine tanto como lo hago yo.