Las fichas de vuelven a mover. Si el verano ha sido tradicionalmente un periodo de descenso en el consumo televisivo (un dogma que comienza a resquebrajarse con los éxitos de Stranger Things, La casa de papel o The Boys), lo cierto es que también es la estación en la estructuralmente hay más circulación: fichajes, propuestas, movimientos, cambios de bando…todo para poder plantar batalla una vez pase el bochorno estival. Y a la vista está de que la escaramuza entre Netflix y compañía por captar la atención del público no solo recae ya en las series y películas que se anuncian sino, y cada vez más importante, en los nombres que las capitanean.
Ya ha quedado demostrado el trasvase de ciertos rasgos formales del cine a la televisión en los últimos años, con el establecimiento de altos niveles presupuestarios por producción o reducción de entregas (ahí está el resurgir de las miniseries). Ahora, en las últimas semanas, hemos asistido al repunte (que no inicio) de otra tendencia que marcará la escaramuza de las plataformas por la atención del público: el fichaje de grandes y reconocidos nombres de la industria para sacar pecho.
Es importante reincidir en aquello de que no es una corriente nueva en esta segunda (¿o ya es tercera?) era dorada de las series. Sin irnos muy atrás ahí queda la serie para Amazon de Woody Allen (Crisis in six scenes, 2016) o las intervenciones (de producción y dirección) por parte de Martin Scorsese en Boardwalk Empire (2010) o Vinyl (2016). Cineastas de la vieja escuela, nativos y crecidos en la gran pantalla que olieron, con un mínimo de antelación (tampoco es que fueran gurús) esta explosión belicosa por las series. Pero ahora, va a más.
Y es que en los últimos meses (y semanas) hemos asistido a fichajes de grandes nombres sin parangón; toda una declaración de intenciones para cambiar el curso y posiciones de la “guerra” (énfasis en las comillas, tampoco hay que ser dramático) que se fragua por esa atención del público.
Así dio el paso Steven Spielberg para unirse a Apple y su plataforma de contenidos. Así le ha arrebatado Netflix a HBO sus hijos predilectos, David Benioff y D.B. Weiss, showrunners de Juego de Tronos por una suma que se rumorea ronda los 178 millones de euros. Aunque el culebrón por “D&D” con Netflix no queda ahí, porque con anterioridad ya habían cerrado un acuerdo con Disney para la producción de películas de Star Wars (menos mal que son dos, porque tienen trabajo por delante).
Si la clave del éxito reside en diferenciarse del resto, la nueva estrategia de los grandes (y nuevos) gigantes de la industria de plataformas está pasando por llenar su banquillo de All-Stars que hagan relucir sus escaparates.
Así lo parece haber entendido también Amazon Prime Video por el fichaje de J.A Bayona para dirigir los primeros episodios de la muy esperada serie de El señor de los anillos, una de las series más caras de la historia y que ha supuesto el desembolso de 1.000 millones de dólares por parte de Amazon, cantidad que se repartirá por varias temporadas y series basadas en la Tierra Media.
Tampco puede quedar en el tintero el nombre de Ryan Murphy, creador de Glee y American Horror Story y uno de los guionistas y showrunners más codiciados del mercado. Murphy se ha alistado a Netflix, y en septiembre estrenará con esta plataforma The Politician, con Jessica Lange y Gwyneth Paltrow.
Pero, ¿qué consecuencias puede haber en esto? Todos estos movimientos y toma de posiciones pueden caer en saco roto si la autoría de estos autores (valga de redundancia) se diluye bajo el libro de estilo de estas plataformas; un fenómeno que recuerda a los grandes estudios de los años dorados de Hollywood y cuyo escenario, con el reparto de grandes trozos del pastel audiovisual, se antoja cada vez más familiar.
Es decir; comienzan a ser claras las diferenciaciones estilísticas entre las producciones originales de las distintas plataformas: si Netflix es juvenil y rápida, HBO quiere conservar (aún) su imagen de marca de cocina a fuego lento y mayor sofisticación, mientras Amazon es más rompedora, madura y rebelde al mismo tiempo. ¿Cómo casa eso con la impronta estilística de cada uno de los grandes fichajes? Habrá que verlo.
Es fácil diluirse en las grandes producciones. Poco se vio de J.A Bayona en Jurassic World: Reino caído más allá de un tenebrismo tímido. En las series esto es aún más difícil de detectar, más cuando la dirección de episodios está mucho más sujeta a un patrón preestablecido y cuyo puesto es rotativo, desde los propios actores de la serie hasta estrellas invitadas. ¿De qué forma real influirá Bayona en la serie de El señor de los anillos? ¿Es su fichaje una apuesta por la calidad y una confianza por un cineasta en auge o un simple fuego de artificio para sacar pecho y tener mejores cartas en la baraja que nadie?
Queda por ver si el anuncio por bombo y platillo de estas grandes superestrellas de la industria por las nuevas plataformas de contenido sirven para algo más que para hacer de reclamo pasajero a esa codiciada atención del público. Esperanza hay desde luego; Roma de Alfonso Cuarón respira por sí misma y no hay duda de la fuerte autoría de la obra y The Irishman de Martin Scorsese apunta a la misma diana. Habrá que ver como se siguen moviendo las fichas en el tablero.