la hija oscura

‘La hija oscura’, reconocerse en el reflejo

Título original: The Lost Daughter

Año: 2021

País: Estados Unidos

Duración: 121 min.

Dirección: Maggie Gyllenhaal

Guion: Maggie Gyllenhaal (Novela: Elena Ferrante)

Fotografía: Hélène Louvart

Música: Dickon Hinchliffe

Reparto: Olivia Colman, Jessie Buckley, Ed Harris, Dakota Johnson, Peter Sarsgaard, Paul Mescal, Oliver Jackson-Cohen, Dagmara Dominczyk, Alba Rohrwacher

Productora: Coproducción Estados Unidos-Reino Unido-Israel; Endeavor Content, Faliro House, Pie Films, Samuel Marshall Productions

Ficha en Filmaffinity

La hija oscura es una historia de reflejos como los que generan las aguas aparentemente mansas de la isla. Un relato de hallazgos entre mujeres que, a pesar de las distancias, encuentran en el reconocimiento de la otra un bote salvavidas al que asirse. Por eso va a ser fundamental el sistema plano-contraplano mediante el cual las miradas escondidas de Leda a Nina y las curiosas de esta última a la anterior, van a articular un invisible cordón umbilical de sororidad. Uno que a veces aprieta e incluso ahoga, de la misma forma que los planos cerrados de sus rostros. De hecho, la gran colisión se produce fuera del relato, mismamente entre Elena Ferrante, la autora de la novela homónima y la propia Maggie Gyllenhaal que debuta, tanto en dirección como en guion, con la adaptación de este poderoso relato sobre la maternidad y, en última instancia, sobre la búsqueda de la identidad. 

Si bien el relato de Ferrante encuentra la fuerza discursiva en la sinceridad y la confesión de emociones (“me sentí milagrosamente desvinculada”) con una prosa clara y directa, la propuesta de Gyllenhaal se decanta más bien por la sugerencia y la insinuación. Aunque en líneas generales la adaptación es fiel y la cineasta respeta la estructura determinada por los flashbacks, da un paso más allá aprovechando los medios que le ofrece la imagen para potenciar los símbolos que la autora italiana plantea. Uno de estos es sin duda el planteamiento de filmación de los propios cuerpos.

Si en la novela se plantea la cuestión de la transformación de los cuerpos gestantes y de qué manera al abandonarlo las pequeñas vidas nuevas se anexionan a la superficie externa sin respiro posible, esta idea es condensada por Gyllenhaal en las primeras imágenes de la película con la fragmentación de los cuerpos a partir de planos cerrados de Nina o la acomodación forzada de su gesto corporal a la niña en la escena de la juguetería. La directora es consciente del poder de esas imágenes y traza la fina línea entre la intimidad y asfixia simultáneas de dos cuerpos que se sienten uno. Que se atraen, pero también se repelen. Que se llora cuando no se advierte en la orilla y se sufre cuando toma todo el campo de visión.

Volviendo a la estructura termina siendo todo un acierto que un relato sobre la búsqueda de la identidad arrebatada -tema que retomará Ferrante en la serie de novelas Dos amigas– esté planteada como un viaje, en el fondo y en la forma. Leda, una profesora universitaria de unos aproximadamente 50 años, se toma un descanso en una isla griega mientras corrige trabajos y se ve obligada a rememorar el gran viaje de su vida: el de huida hacia sí misma, hacia su libertad. Pero, es que además, la interrupción de las imágenes del pasado acentúan esa idea de ida y vuelta. De escapada y regreso. Comienzan siendo pequeños injertos, no imperceptibles, pero sí escuetos, hasta que avanza el metraje y es el pasado el que va comiendo terreno al presente. No porque Leda se haya estancado sino más bien porque necesita afrontar ese pasado agrietado para perdonarse el haber decidido vivir. Y para ello es imprescindible el encuentro con Nina, una madre joven que le pide respuestas a través de unos ojos que cada vez parecen más oscuros.

la hija oscura
Dakota Johnson, en una escena de ‘La hija oscura’ (Foto: Vértigo Films)

En ese sentido se vuelve imprescindible mencionar el trabajo de las actrices destacando la conmoción que Olivia Colman transmite con gestos contenidos y una mirada perdida que oscila entre madre y a veces hija -como puede verse en la escena donde pide perdón-, pero también las insinuaciones e interrogantes que abren los ojos despiertos de Dakota Johnson, así como la inocencia de las sonrisas de una extenuada pero esperanzada Jessie Buckley. Tres actrices que son capaces de generar con sus rostros, gestualidades y voces los estragos que las maternidades generan en las experiencias vitales de las mujeres.

La hija oscura, como su propio nombre indica, está repleta de sombras y de símbolos. Desde la cesta de frutas brillantes que al ser vista desde todos los ángulos se tornan podridas -una metáfora de la propia maternidad-, hasta esa pequeña muñeca de trapo que escupe fluidos negros. Una muñeca robada no se sabe muy bien si en búsqueda de venganza o redención. Lo que queda claro es que la película -así como sus mujeres- está atravesada por un trauma difícil de sanar y que se oscurece como la herida que le aparece repentinamente a Leda en la espalda.

El trauma y la culpa por no supeditarse a los deseos de otro. Tanto autora como cineasta se encargan de apuntar la herencia del dolor, su repetición. Y así, la película gira sobre sí misma a través de las historias de las protagonistas y las secuencias vitales una y otra vez, de la misma forma que la peladura de naranja se va cortando sin romperse, en espiral. Aún así, el reconocimiento y la superación de la vergüenza impuesta por sociedades todavía misóginas sirve de consuelo a la vez que de puerta de acceso a nuevas posibilidades. Leda ha sufrido, al igual que lo hará Nina, pero ese viaje hacia la libertad, por caro que fuera el precio, tiene su compensación.

“¿Estás muerta?”, le preguntan las hijas de Leda por teléfono en la secuencia final y Gyllenhaal cambia la respuesta que Ferrante articula, dándole la vida a esa mujer que ha demostrado ser mucho más que madre. Por eso el reflejo de aquel prólogo frente a un mar profundamente nocturno se vuelve abiertamente diurno. 

Lo mejor: Optar por la sugestión de las imágenes en detrimento de la literalidad de la novela

Lo peor: Que el encuentro entre Olivia Colman y Dakota Johnshon tenga fin

Nota: 9/10