Título original: Ich war zuhause, aber
Año: 2019
Duración: 105 mins
País: Alemania
Dirección: Angela Schanelec
Guión: Angela Schanelec
Fotografía: Ivan Marković
Reparto: Maren Eggert, Jakob Lassalle, Clara Möller, Franz Rogowski, Lilith Stangenberg, Alan Williams, Jirka Zett y Dane Komljen
Productora: Dart Film / Nachmittagfilm
Género: drama
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Cuando una película se presenta con un título que se cierra con un «pero” seguido de puntos suspensivos, como espectador esperas que en el film ocurra algo que te resuelva la incógnita abierta tras la conjunción adversativa. Ese no es el caso de Estaba en casa, pero…, la última película de la directora alemana Angela Schanelec y ganadora del Oso de Plata a la Mejor dirección en la 69ª edición de la Berlinale.
El film comienza con un sucio y silencioso Philip (Jakob Lasalle), un niño de 13 años que vuelve a casa tras pasar una semana desaparecido, no sabemos ni dónde ni por qué. Philip no será el protagonista de la historia, pero a través de él se introducen nuevos personajes: su madre Astrid (Maren Eggert), su hermana pequeña Flo (Clara Möller) y sus compañeros de clase. A su vez, a través de Astrid conocemos a otros, como los profesores de su hijo, su pareja o un señor que le intenta vender una bicicleta.
Estaba en casa, pero… no es una película apta para todos los públicos sino para un segmento muy acotado con ambiciones intelectuales bien precisas que, a poder ser, vayan a la par con las de su directora. Se trata de una especie de ensayo filosófico y/o experimento social en el cual Schanelec busca poner a prueba a la audiencia jugando con una serie de recursos como la discontinuidad, la cámara fuera de campo o el silencio. Sin duda, una propuesta arriesgada, pero que peca de pretenciosa.
El hecho de que la historia sea lineal y sin un final claro podría estar relacionado con el título del film, que es una referencia directa a He nacido, pero… (1932) del maestro Yasujirō Ozu. Schanelec intenta evocar el costumbrismo de Ozu manteniendo la distancia de la cámara con los personajes, mostrándolos en situaciones cotidianas de forma discontinua y dejando que sea el espectador quien ordene las piezas para que el puzzle tenga sentido. No hay puentes que te guíen durante el relato y, aunque a algunos les pueda resultar estimulante, muchos otros podrían perderse por el camino.
En cuanto a los personajes, todos ellos parecen piezas de un dominó que van cayendo en direcciones distintas, de forma abrupta y sin ir a parar a ninguna parte. Aunque las interpretaciones son buenas, el espectador no llega a empatizar con ellos porque son demasiado fríos. No es el caso de la madre, a quien la ira y la tristeza le dan cierta vida. Pero la inexpresividad sorprende especialmente en los niños -Philip y sus compañeros- que, en vez de aparecer jugando y pasándoselo bien, se dedican a preparar una representación flemática de Hamlet para el colegio.
Como puntos positivos del film tenemos la representación que hace de la maternidad, con todos sus claroscuros, así como la conexión con la madre naturaleza que en algunas escenas roza lo fantástico. Sin embargo, la película acaba convirtiéndose en un ejercicio mental, un tira y afloja entre qué quiere la directora que interpretemos y lo que realmente vemos, y este juego puede satisfacerte o dejarte completamente exhausto.
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Lo mejor: La discusión sobre lo natural y lo artificial entre Maren Eggert y el cineasta bosnio Dane Komljen, que interpreta a un joven director que aspira a cátedra.
Lo peor: La necesidad de una lectura previa de la sinopsis para poder entrar en la película.
Nota: 5’5/10