Título original: Glass Onion: A Knives Out Mystery
Año: 2022
Duración: 139 min.
País: Estados Unidos
Director: Rian Johnson
Guion: Rian Johnson
Música: Nathan Johnson
Fotografía: Steve Yedlin
Reparto: Daniel Craig, Edward Norton, Janelle Monáe, Kathryn Hahn, Leslie Odom Jr., Jessica Henwick, Madelyn Cline, Dave Bautista, Kate Hudson, Ethan Hawke
Productora: T-Street
Distribuidora: Netflix
Género: Intriga. Crimen. Secuela. Plataformas
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En 2019, el afamado (o infame, depende a quien le preguntes) director estadounidense Rian Johnson, conocido por joyas como Brick (2005) o Looper (2012) y por la película más divisiva de Star Wars, Los últimos jedi (2017), sorprendió a propios y extraños con Puñales por la espalda. Un whodunit («¿quién lo hizo?») de manual, éste, ejercicio ‘poirotense’ mayúsculo en forma y en fondo, que relanzó su carrera con un éxito imprevisto tanto en taquilla como en crítica.
De hecho, hasta podríamos entender aquella primera entrega de esta incipiente saga como la primera piedra del resurgir del género, ya que este 2022 que llega a su fin alumbró tanto la Muerte en el Nilo de Kenneth Branagh como la Mira cómo corren de Tom George. No obstante, ninguna de ellas fue tan esperada como El misterio de Glass Onion, que llega a Netflix para continuar con las vivencias del entrañable y carismático Benoit Blanc (Daniel Craig).
Así, Glass Onion nos introduce en los juegos de un megalómano, Miles Bron (Edward Norton), que invita a sus amigos a una isla privada en Grecia para pasar un fin de semana resolviendo el misterio de su asesinato ficticio. Blanc es invitado de forma anónima, y se suma a la aventura para ver qué papel desenvuelve en el caos isleño.
Expandiendo el misterio
Con un nuevo reparto de estrellas (Kate Hudson, Leslie Odom Jr., Kathryn Hann, Dave Bautista, Janelle Monáe…) en liza, es de celebrar que ésta sea una secuela hasta cierto punto arriesgada y expansiva, que asienta las bases de la saga mientras introduce nuevos elementos. No obstante, a esta estandarización de la franquicia la acompaña un incremento de escenas con efectos especiales y acabados con croma que no favorecen nada al aspecto visual. De hecho, diría que si hay un aspecto netamente inferior y cuestionable en esta cinta es ese: cómo se ve.
La primera aventura de Blanc nos mostraba una mansión de aspecto apasionante, recreada con un mimo y un saber hacer en la puesta en escena geniales. Este último aspecto sigue sobresaliendo, porque Rian Johnson es un tipo muy dotado con la cámara, pero la isla griega en que se desenvuelve la trama no podría ser más sosa. Si acaso, le debemos algún chiste puntual, con Blanc interactuando con los juguetes de los ricachones. Y si bien podría argumentarse, hasta cierto punto, que congenia con lo que nos quiere narrar la película, no deja de ser una pena que el escenario ya no sea un personaje más de la historia.
Algo similar sucede con el reparto, que mola, pero no tanto como el de la primera. Janelle Monáe no desentona como la gran aliada de Blanc, pero el fantasma de Ana de Armas pesa demasiado. También en parte, supongo, porque mientras que su personaje era el espíritu de esa película, es Daniel Craig, con el icono total de la franquicia, quien asume totalmente los mandos en esta entrega, ofreciendo el que ya es, junto a su James Bond, el mejor personaje de su carrera. Qué tío. Qué carisma. Heredero de Sherlock Holmes, Hércules Poirot o hasta Colombo, el detective Benoit Blanc es el auténtico as en la manga de Rian Johnson. Y está construyendo un camino que, de resultar igual de buenas las futuras películas, si las hay, bien podría colocarlo a la altura de tales referentes.
También la propia estructura de la cinta enamora: como indica su título, el misterio contiene capas y más capas dentro de sí, como una cebolla, siempre una arista o un recoveco más en el que buscar, siempre la película un paso por delante del espectador. Lo mejor del filme, de hecho, es su guion.
Dando a los ricos donde más les duele
Rian Johnson es un escritor inteligentísimo y, si la primera Puñales por la espalda se entendió como un El discreto encanto de la burguesía (Buñuel, 1972) versión pop, esta secuela, que no deja entrepreneur de Sillicon Valley con cabeza, bien podría ser la heredera espiritual y festiva de La Red Social (Fincher, 2010). Johnson es capaz de, con apenas un par de detalles, definir a la perfección a una panda entera de lerdos odiosos que, aún así, están dotados de un magnetismo esencial.
Así, donde la primera entrega triunfó gloriosamente en su revisión del conflicto de clases y la política migratoria de Trump, Glass Onion profundiza en lo ya avanzado anteriormente sobre la meritocracia y aquellos grandes magnates que dicen hacerse a sí mismos. Siendo en el fondo, claro, unos bobos. Malditos sean los ricos y sus ideas, parece decirnos. Sin embargo, a pesar de lo gozoso del destripe y de la admisión inequívoca de que la película sabe golpear con certeza allí donde más duele, el resultado final es, en mi opinión, inferior al de la primera parte. Quizá porque sacrifica la parte emocional en pos de ser incluso más divertida que su predecesora, una parodia definitiva, aunque también resulte, paradójicamente, más pesada.
Es normal. Anulado el efecto sorpresa de la novedad, esta secuela es un periplo más ensimismado, en el que Rian Johnson, a fuerza de querer demostrarnos lo genial que es -coño, lo es- y de legitimar por la vía de la abrasión su discurso, da la sensación de haberse pasado un poco de frenada. En definitiva, Glass Onion es e intenta muchas cosas, pero lo patente, lo evidente, diría Blanc con su acento escocés, al fin y al cabo, tampoco lo podemos pasar por alto: será inferior, pero también es una secuela más que digna. Brindemos por ello.
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Lo mejor: Apuesta por no copiar el esquema de la primera, se arriesga. Y, mayormente, gana. ¿Y ya he dicho que Daniel Craig?
Lo peor: El final flojea un poco, y el acabado visual de ciertas escenas.
Nota: 7,5/10