Estamos a final de año y no paro de encontrarme con rankings y más rankings acerca de las mejores y peores series del año. De todos los que circulan, me quedo con la primera lista en la que vi aparecer El Ministerio del Tiempo. Sí, esa serie española protagonizada por Rodolfo Sancho, Aura Garrido y Nacho Fresneda que ha hecho saltar por los aires los tópicos que cargaban en la espalda las ficciones televisivas españolas. Se dice pronto, ¿eh?
Uno de los recuerdos más bonitos que guardo de la primera temporada, fue precisamente un final espectacular. De mi parrilla de series personal, ha sido uno de los mejores capítulos que he visto al largo del 2015. Si se pudiera empezar la casa por el tejado, tan sólo por el visionado de ese capítulo valdría la pena recomendar la serie. Esto sin menospreciar al resto de la temporada claro, que resultó ser sorprendentemente buena. Incluso la FOX se ha interesado por ella.
Y es que alicientes no le faltan para que algunos interesados le pongan los ojos encima. Como os sonará, en la serie, el Ministerio del Tiempo es una institución más dependiente del Gobierno Español. Los agentes que trabajan allí viajan al pasado para evitar que cualquier personaje malévolo o hecho traumático cambie la historia. Los protagonistas, que forman un equipo de tres integrantes son de épocas distintas: de 1592, de finales de siglo XIX y del 2015 actual. Imaginaros la situación al ver un soldado patriota español conocer las motocicletas y que ahora España, (y hablo en palabras de la misma serie) responde a los intereses del BCE. Son escenas que resultan simpáticas, que dan aire a las tramas más dramáticas y que al mismo tiempo, ayudan a construir el relato argumental.
Pero además, los guionistas han jugado muy bien esta carta de proteger la historia: no se pueden cambiar, bajo ningún concepto, los episodios más negros de la historia de la humanidad. Entonces, figuraros la situación de los protagonistas, también la del espectador, teniendo la incertidumbre constante de ‘cómo sería la historia si’. ¿O es que acaso nunca os ha pasado por la cabeza?
Pero si hay algo que destacaría de la serie, además de la idea original, que es la trama personal de los protagonistas. La mejora de ésta capítulo tras capítulo y su ritmo frenético la convierten en un trabajo digno de un buen guión. Por lo menos esta primera temporada, han conseguido que no sea repetitiva y todo lo contrario, que vaya más. Y creedme que, el factor ‘tiempo’ es determinante en este sentido es una auténtica delicia verlo funcionar y entrelazarse nuestro equipo protagonista. Y es que no todo iba a ser misión tras misión.
Hay muchos personajes interesantes más allá de lo que es el trío protagonista. Por un lado, tenemos un personaje simpático y entrañable como es el mismísimo Velázquez (Juan Villagrán), retratista del Ministerio. Hay un capítulo en el que prácticamente sólo tuve ojos para él. Tranquilos, es fácil descubrir cuál es. Por otro lado también tenemos a Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo), una funcionaria de la institución que coge un rol de enigmática con una tremenda evolución. Además es homosexual, cosa que permite que esta opción sexual tenga su protagonismo en la serie, huyendo de encasillamientos típicos. Todo un punto.
La evolución de la que os hablo es interesante de ver, aunque difícil de contaros sin hacer ningún tipo de spoilers. Sólo os diré que rechazan cualquier evolución bucólica; más bien opta por descubrir las entrañas más oscuras de ciertos personajes de la serie. Yo me llevé alguna sorpresa muy agradable, ya que fui incapaz de prever nada.
En definitiva, si tuviera que elaborar uno de esos rankings de los que os hablaba incluiría El Ministerio del Tiempo. Primero, por el ‘escándalo’ que ha montado en el contexto de las ficciones televisivas españolas, que venían de una mala época. En segundo, por la idea original del tiempo. Quizá soy algo repetitiva, pero para mí es un gusto que alguien apueste por una trama así y poder ver reflejado en pantalla este trabajo. Cabe decir también que es una serie de un público muy amplio, y con un ritmo frenético que es fácil que te deje anclado en el sofá entre comida y comida de Navidad.