58 FICX: El año de la vaca

Si algo ha tenido de bueno este 2020 para los cinéfilos, ha sido la posibilidad de acceder, casi sin restricciones, al catálogo de muchos festivales de cine. Desde aquellos que, teniendo una edición presencial, han hibridado con una versión online en formato reducido, o desplazado algunas secciones a plataformas de visionado, hasta eventos como la 58ª edición del Festival Internacional de Cine de Gixón (FICX).

El certamen, uno de los más únicos del calendario cinematográfico de nuestro país, ha optado por una edición completamente virtual, dividiendo proyecciones entre las plataformas FestHome y Filmin, y con un canal propio donde compartían charlas diarias con profesionales del sector, además de entrevistas y otros contenidos de interés.

El de Gijón es un festival complejo a ojos del público: con tres secciones oficiales, su apuesta por el cine local es importantísima, y su apoyo al cine asturiano tiene reverberaciones que se han sentido en la industria: algunos de los directores más habituales han disfrutado de carreras exitosas en el ámbito de festivales, como es el caso de Ramón Lluís Bande, quien este año competía con el documental Vaca mugiendo entre ruinas, sobre la lucha en Asturias contra el fascismo en los años previos a la guerra civil.

First Cow Kelly Reichardt A24 FICX
John Magaro con la vaca Eva, protagonistas de ‘First Cow’.

Además, el festival ha contado con proyecciones (de nuevo, en abierto para el público) de las últimas películas de cineastas tan celebrados como Hong Sang-soo (The woman who ran), Philippe Garrel (Le sel des larmes) o el veteranísimo Paul Vecchiali (Un soupçon d’amour). El formato de estrenos, en el que muchas de las películas permanecían una media de 48 horas “en cartelera”, permitía al público vivir la urgencia de un festival sin salir siquiera de sus casas.

Y, por supuesto, hay películas destacables. He elegido mis tres favoritas del festival, que creo pintan un retrato interesante y vivo de la variedad que pudo apreciarse en el certamen:

  • Uppercase print (Radu Jude)
    Uppercase Print Radu Jude FICX
    Șerban Pavlu, protagonista de ‘Uppercase print’.
    Șerban Pavlu, protagonista de ‘Uppercase print’.

Radu Jude es uno de los directores más interesantes del cine rumano contemporáneo. Sus obras son retratos ácidos del presente de su país que vuelcan la mirada al pasado, en busca de un indicio de que lo que hacemos no es repetirnos constantemente. Si con I do not care if we go down in history as barbarians dejó al público boquiabierto con una obra atrevida y desafiante, esta nueva película, una de las dos que ha presentado en el certamen (junto a The exit of the trains), es la puesta en escena de un crimen de estado.

Adaptando una obra de teatro de Gianina Cărbunariu, basada en informes policiales, Uppercase print relata, utilizando un dispositivo brechtiano en los diálogos, pero una puesta en escena llamativa, el crimen de un adolescente rumano que hizo pintadas pidiendo justicia y libertad en las paredes de su ciudad, y que se vio envuelto en un proceso judicial en el que vio cómo su familia se vio afectada, sus compañeros le dieron la espalda y su gobierno terminó -probablemente- envenenándolo. La película alterna los testimonios extraídos de los informes con segmentos de programas televisivos de la época, generalmente protagonizados por jóvenes, generalmente celebratorios. Como viene siendo habitual en Jude, es un golpe bajo al mismo tejido que conforma la Rumanía actual, que muestra los cimientos sobre los que se apoya tal como son.

  • First cow (Kelly Reichardt):
First Cow Kelly Reichardt A24 FICX
Fotograma de ‘First Cow’.

Esta Primera vaca es una de las películas más comentadas de la edición. Con el sello de A24, la distribuidora de cine independiente que hace que los cinéfilos saliven estos últimos años, y dirigida por una de las directoras que mejor ha reinventado el género del western para analizar la historia estadounidense en películas como Meek’s cutoff, la vaca llegaba con esperanzas, y se marchó con un premio bajo el brazo.

La película trata de dos amigos que llegan a los Estados Unidos primitivos atraídos por la posibilidad de riqueza, pero que pronto se dan cuenta de que el nuevo país va a adolecer los mismos males: los que fueran ricos lo seguirán siendo, los que no… deberán pelear por su lugar. King Lu (Orion Lee) y Cookie (John Magaro), los protagonistas, se encuentran por azar, se vuelven a encontrar de forma aún más fortuita, y deciden unir sus fuerzas para hacer lo que todo el que llegaba a Estados Unidos soñaba: adecentar una casa, hacer galletas y vivir de ellas.

Podría parecer que el argumento de la película es un somnífero, pero las imágenes que vemos en pantalla se asemejan más a una nana: si nos dejamos llevar, Reichardt nos ofrece un lugar donde descansar los ojos: ningún corte es precipitado, ningún plano es forzado, todo está en un extraño y apacible equilibrio. Igual que la amistad de sus protagonistas, la película parece un milagro, un oasis de belleza en un mundo árido.

  • Voices in the wind (Nobuhiro Suwa):
Voices in the wind Serena Motola Nobuhiro Suwa FICX
Serena Motola, protagonista de ‘Voices in the wind’.

Nobuhiro Suwa vuelve a Japón después de 20 años sin rodar en su tierra natal. Vuelve para grabar un drama sobre las catástrofes que han asolado su país a lo largo de este siglo: terremotos, tsunamis, el mayor desastre nuclear desde Chernóbil. Pero Suwa lo tiene claro: Japón es todo esto, pero también es lo contrario. Algo así es la lección que debe aprender la protagonista de su película, interpretada por una espectacular Serena Motola.

Sus padres y su hermano murieron en una de esas tragedias a gran escala, y desde hace casi una década vive con su tía, quien acaba de sufrir un accidente y está en coma en el hospital. Desesperada, sintiéndose sola en el mundo, la protagonista comienza un especie de viaje de descubrimiento, donde dejará de darse pena a ella misma y aprenderá que las tragedias como las que la afectaron son el pan de cada día de mucha gente. Repleta de escenas cálidas, de buenas personas e invadida por esa noción de que la tristeza es una parte de la vida con la que hay que convivir, Voices in the wind es mucho más que la suma de sus partes.

La película hace ver un Japón distinto, lejos del país al que estamos acostumbrados a ver; no hay desconexión, no hay hiperestimulación: Suwa ve que en las casas que ya no están hay espacio para reconstruir lazos, para crear algo que se apoye en esas tragedias. Es una película de una sensibilidad especial, y al terminar te hace sentir verdaderamente afortunado de haberla visto.