Título original: Mad Heidi
Año: 2022
Duración: 92 min.
País: Suiza
Dirección: Johannes Hartmann, Sandro Klopfstein
Guion: Trent Haaga, Johannes Hartmann, Sandro Klopfstein, Gregory D. Widmer
Música: Mario Batkovic
Fotografía: Eric Lehner
Reparto: Alice Lucy, Max Rüdlinger, Casper Van Dien, David Schofield, Kel Matsena, Leon Herbert, Pascal Ulli, Almar G. Sato, Katja Kolm, Rebecca Dyson-Smith
Productora: A Film Company, Blind Spot Pictures, Swissploitation Films
Género: Thriller. Acción. Comedia
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El 24 de noviembre se estrenó en nuestro país Mad Heidi, la irreverente propuesta de la productora Swissploitation Films, y como en tantas otras ocasiones, la dulce tortura que supone elaborar la crítica de una cinta independiente recayó sobre mis hombros. Es un gusto rebuscar brillantes perlas en la maraña de experimentos visuales que aún me atormentan por las noches, y que me hacen valorar, uno a uno, cada aspecto de la producción de la película, respetando cada acierto, y aplaudiendo cada riesgo.
Mad Heidi es una película que reúne, sobre el papel, muchas de las cualidades que me resultan atractivas en una cinta. Tenemos una receta digna de los más exigentes paladares de lo cutre, comenzando por su productora, que firma su primer trabajo, de la mano de los directores y guionistas Johannes Hartmann y Sandro Klopfstein, también noveles, lanzándose en caída libre y sin paracaídas en una producción independiente pero de claro corte internacional, y muy, muy viral.
Pero antes de nada, hay que realizar las convenientes presentaciones, así que, del tirón, vamos a asimilar juntos, queridos lectores, la esquizofrénica trama de Mad Heidi, y a pesar de que es una mezcla con componentes muy sencillos, el mejunje resultante es digno de Pesadilla en la Cocina. La película elabora una extrañísima mezcla entre la conocida historia de Heidi y una parodia del régimen nazi, dominado por un enloquecido dictador y productor de queso interpretado por el veterano Casper Van Dien. Años después de su ascensión al poder, este cacique y sus esbirros harán la vida imposible a Heidi, interpretada por la actriz británico-española Alice Lucy en su primer papel, junto con la también española Almar G. Sato como Klara. Heidi, harta y armada, se alzará contra esta dictadura repleta de lactosa a sangre y fuego.
Una vez superado el impacto al comprender realmente este argumento, algo que por suerte la película plantea muy rápidamente, podemos entrar en materia. La estética de la película recuerda con fuerza a películas explotation o más bien a aquellas más actuales que tratan de imitar su esencia, como pueden ser las últimas producciones de Asylum, la saga de Iron Sky (Vuorensola, 2012), y Zombis Nazis (Wirkola, 2009), algo que, bien realizado, es un auténtico placer visual. Por desgracia, no es el caso, y la aventura de Heidi y Klara masacrando fascistas tiene serios problemas, siendo el más importante de ellos un ritmo realmente soporífero.
En los primeros diez minutos, de manera muy eficiente, la película nos plantea estupendamente su universo, personajes, y trama, sin embargo, a partir de ese momento y hasta más de una hora después, el ritmo de Mad Heidi decae, con aburridas conversaciones en las que sólo pequeños momentos puntuales de acción alivian un hilo repleto de, sobre todo, comedia, lo cual no sería un problema, si no fuese porque durante toda la cinta, el humor se basa en contar de manera diferente el mismo chiste, que es la premisa de la película en sí. Prácticamente toda la cinta gira alrededor del queso, y de diferentes gags bastante casposos sobre los lácteos, entre los cuales hay varias asociaciones entre estos productos y los pechos, en un ejercicio humorístico digno de las peores cintas de la época del Destape.
El guion, además, está tan basado en tópicos, que algunos personajes hablan únicamente a través de frases hechas, muy especialmente Heidi a partir de la primera hora de la película. El único alivio a esto es un Van Dien que se lo está pasando realmente bomba ante la cámara, sensación que traslada al espectador, a pesar del resto de interpretaciones que lo rodean.
Otro aspecto extraño en la película es su inconstancia, tanto en calidad visual del metraje, como en el molesto raccord, que sencillamente deja de existir llegado cierto punto de la cinta. El espectador siente una y otra vez la sensación de perderse pequeños fragmentos de la historia, algo incomprensible en una película que adolece precisamente de un ritmo realmente lento.
En resumen, y para no repetirme cual sobredosis de lácteos, esta primera aventura de Swissploitation Films, que amenaza secuela al final, es un buen intento, pero no alcanza los estándares de otras películas independientes que tratan, con acierto, de superar al presupuesto con imaginación.
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Lo mejor: Un Casper Van Dien desatado ante la cámara.
Lo peor: Un ritmo soporífero cargado de clichés reciclados.