Crítica- ‘Bridget Jones’ Baby’

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Título original: Bridget Jones’s Baby.

Año: 2016.

Duración: 122 min.

País: Reino Unido.

Director: Sharon Maguire.

Guión: Emma Thompson, Helen Fielding, Dan Mazer (Personajes: Helen Fielding).

Música: Craig Armstrong.

Fotografía: Andrew Dunn.

Reparto: Renée Zellweger,  Colin Firth,  Patrick Dempsey,  James Callis,  Celia Imrie,  Sally Phillips,  Nick Mohammed,  Joseph Harmon,  Jill Buchanan,  Attila G. Kerekes,  Shonn Gregory,  Perry Burke,  Billy Totham,  Mark Bowsher.

Productora: Miramax / StudioCanal / Universal Pictures.

Género: Comedia romántica.

El viernes 16 de septiembre volvió a las grandes pantallas uno de los personajes más queridos del universo de las comedias románticas: Bridget Jones. Ya que la segunda parte fue una verdadera decepción, ¿qué mejor que hacer una tercera parte para redimirse? Supongo que eso es lo que pensaron los productores, aunque, seguramente, como buenos productores, lo que han querido ha sido rentabilizar  un producto que hace tiempo que se agotó. ¿Lo peor? Que sigan vendiendo a Bridget como figura abanderada del feminismo. Sin embargo, como no quiero que parezca que he suspendido a una película por lanzar mensajes feministas engañosos, aunque lo vería un gran motivo, me parece algo muy peligroso,  primero os voy a comentar por qué la película es mala, pero mala, muy mala. La verdad, no entiendo demasiado las críticas extremadamente positivas que me he encontrado estos últimos días.  Más adelante os comentaré por qué la figura de Bridget Jones es una gran traba en el avance del asentamiento de las ideas feministas.

En mi opinión, la gran clave para saber si una película me está gustando es mi culo. Sí. Si lo muevo constantemente en el asiento es que me estoy aburriendo como una ostra, algo me está incomodando, o ambas. Esto mismo me sucedió durante las dos horas que duró Bridget Jones’ BabyMe aburrí y me sentí absolutamente incómoda ante los clichés, recursos fáciles y estereotipos manidos que aparecían ante mí. ¿Lo peor? He leído decenas de críticas que halagan el guión. ¿En serio? ¡¿En serio?! No me fastidiéis.

Contadme más, quiero saber qué pasa ahora. no puedo ni imaginarlo.
Contadme más, quiero saber qué pasa ahora. no puedo ni imaginarlo.

No, en serio, no entiendo qué han visto en el guión, es lento y predecible hasta la extenuación. Quizás la tercera parte de la película coja un poco más de ritmo y añada algún plot twist (giro de guión) que genere cierto interés en el espectador, que no entiende por qué precisamente esta comedia tiene que durar más de las hora y media habitual. Por cierto, señoras guionistas, les hago un llamamiento para que cuando introduzcan uno de esos giros de guión frenéticos, se aseguren de que tenga sentido con la situación, porque no, Patrick Dempsey no podía saber que Bridget estaba de parto (si habéis visto la película sabréis de lo que os hablo). Pero volvamos a la primera parte de la película. ¡Qué despliegue de recursos fáciles! Perfecto para el curso de introducción de escritura de guión: «Cómo hacer que suceda lo que se supone que tiene que suceder, aunque se noten tus intenciones desde el segundo uno e introduzcas las situaciones con calzador». En este caso Bridget ya no tiene a Hugh Grant, así que todos sabemos que tiene que encontrarse al barbitas interesante que aparece en todos los carteles. Y ahí está él, Patrick Dempsey con entrada azul principesca. Y, claro, como necesitamos un baby, obviamente tienen que acabar en la cama, y acaban, gracias una serie de circunstancias nada, pero nada predecibles ni trilladas. Y, claro, en el cartel también aparece Mark Darcy, ¿dónde se habrá metido? Ah sí, ahí está. Vaya, qué poco forzado todo lo que sucede tras el reencuentro de la ex pareja. Me canso incluso de resumiros lo soporíferamente insulso del asunto.

¿Sabéis una cosa que me tocó mucho las narices? El intento de ganarse al público con la nostalgia generada a golpe de guiños, que acaban convirtiéndose en Macguffin  en algún momento de la película. Comenzar con el All by myself  de Celine Dion en una escena casi calcada del mítico comienzo de El diario de Bridget Jones (Maguire, 2001). Y el golpe bajo definitivo: el jersey de reno. ¡No! En serio, no me vais a ganar por la vía emocional porque mi parte racional está viendo demasiado claras vuestras artimañas. De hecho, casi os diría que mi parte emocional se enfurece cuando ve relacionada la primera película con este pastiche que, de verdad, no era necesario.  Para mí Bridget no hay más que una, y no es la que me habéis presentado en esta película. Y es ahora cuando llega mi mini crítica feminista.

Lo primero que quiero aclarar es que no digo que la nueva Bridget no me guste por su aspecto, ya que  ha habido muchas personas sin vida que se ha dedicado a meterse con el aspecto de la actriz Renée Zellweger, que tiene total libertad a hacer con su cuerpo lo que se le antoje. Ya está bien de opinar sobre el cuerpo de las actrices; si no se operan porque no se operan y si se operan porque se operan. No, lo que quiero decir es que la Bridget de El diario de Bridget Jones era una actualización de Elizabeth Bennet, la protagonista de Orgullo y prejuicio (Jane Austen, 1813), es una mujer rodeada de personajes ridículos llevados a los grotesco, representaciones de personajes prototípicos de la sociedad en la que vive que agobian a Bridget (o a Elizabeth) con la necesidad de encontrar a un hombre cuanto antes (aunque sin duda la situación de la señorita Bennet era mucho más dramática que la de Bridget). Sin embargo, aunque al final ambas encuentran a su señor Darcy, no siguen el camino que la sociedad les marca.

¿El problema de la Bridget de la nueva película? Primero, actualiza su situación personal al espectador, que hace mucho que no sabe de ella, y resulta que lo más importante que ha hecho estos años ha sido adelgazar y empezar a vestir como marca el canon de la moda. Pues muy bien, enhorabuena. ¿Lo de ser una profesional reputada y respetada y ser una mujer independiente y dueña de tu propia vida? Eso no es importante porque, claro, no hay un hombre que llene los vacíos de tu vida, que es muy aburrida, ¿no? No, no es aburrida. De hecho, de lo primero que hace Bridget nada más comenzar la película es irse con Samantha de festival, y no se lo pasan nada mal.

Por cierto, ¿por qué a Samantha, compañera de Bridget en el trabajo, se la presenta como una persona alocada y como un espécimen raro de mujer? Supongo que será porque no está obsesionada con casarse y tener hijos, será eso. También intuyo que la demonización de la nueva y joven jefa de Bridget tiene algo que ver con lo de la alergia a la independencia femenina y a la actitud profesional en el trabajo. Y es que parece que esta chica es malvada por buscar que todos rindan lo mejor posible y por echar la bronca a Bridget por liarla como solo ella sabe hacerlo. Y ya que me pongo a sacar la espada de la justicia feminista, ¿lo de ridiculizar a un grupo de activistas feministas? Ahí lo dejo. Mensaje general: todas locas (locas del coño, claro).

Y esto es, sin duda, lo peor, que nos vendan a una personaje como feminista cuando no lo es, no puede vivir más anclada al patriarcado. Los mensajes que nos lanza Bridget a lo largo de la película son tan crontradictorios que me dan ganas de coger una libretita para ver qué acción determinada anula un mensaje concreto. «Puedo yo sola, pero si viene un príncipe azul en su blanco corcel a salvarme de un contratiempo que podría haber solucionado llamando a alguna amistad o acudiendo a la comisaría más cercana, pues oye, lo prefiero», como grandísima contradicción. Y, la verdad es que podría seguir, pero espero haberos convencido: no vale la pena gastarse los cuartos en ir al cine a ver Bridget Jones’ Baby.

Lo mejor: Podría decir que la segunda parte del guión, porque todo es tan pésimo que, bueno, quien no se consuela es porque no quiere. No es que sea un prodigio, pero por lo menos me hizo bostezar menos veces por minuto.

Lo peor: Que engañen al espectador con peligrosos mensajes contradictorios.

Nota: 4/10