crímenes del futuro
Fotogramas de 'Crímenes del futuro' (2022) de David Cronenberg

‘Crímenes del futuro’, cáncer de autor

Título original: Crimes of the Future

Año: 2022

País: Canadá

Dirección: David Cronenberg

Guion: David Cronenberg

Fotografía: Howard Shore

Reparto: Viggo Mortensen, Léa Seydoux, Kristen Stewart, Scott Speedman, Welket Bungué, Don McKellar, Lihi Kornowski, Tanaya Beatty, Nadia Litz

Productora: Serendipity Point Films, Argonauts Productions S.A, Ingenious Media, Téléfilm Canada, Bell Media, Canadian Broadcasting Corporation (CBC), Ekome, The Harold Greenberg Fund

Género: Ciencia ficción. Fantástico. Terror

Ficha en Filmaffinity

Vuelve la Nueva Carne. O mejor dicho, vuelve otra Nueva Carne. Es admirable la forma en la que David Cronenberg ha construido a través de su filmografía una red teórica sobre las posibilidades de repensar en cuerpo, siempre sin caer en la repetición o la falta de originalidad. La corporalidad parece ser para el canadiense un pozo sin fondo, un universo infinito condensado en la carne, en aquello rotundamente finito. La carne se pudre, se deteriora y se muere. La Nueva Carne se reinventa, se redefine y, por consecuencia, trasciende.

«Larga vida a la Nueva Carne», exclamaba el protagonista de Videodrome dando el pistoletazo de salida a una serie de cuerpos – aquellos que se despliegan a través de la filmografía de Cronenberg – que ansían cierta serialidad y, por lo tanto, cierta inmortalidad. La carne nunca se va a agotar porque nunca va a ser la misma dos veces. Esta es la esencia del cine del canadiense. Todo debe pasar por la carne.

Crímenes del futuro materializa a la perfección esta naturaleza paradójica del universo de Cronenberg. Creando esta utopía distópica (o distopía utópica), el cineasta vuelve a poner sobre la mesa una concepción de la corporalidad ambigua. El cuerpo ya no puede sentir dolor, pero eso no ha conseguido liberarnos del sufrimiento. El mundo está lleno de calamidades, vicio y anarquía, pero por eso mismo el Arte ha conseguido reinventarse y evolucionar. La fobia y la filia son indiferenciables en el cine de Cronenberg (como bien demostraba ya su opera prima), y eso sitúa al espectador en un espacio de incomodidad, donde la sensualidad repele y la repulsión resulta inevitablemente sensual.

crimenes del futuro
Fotogramas de ‘Crímenes del futuro’ (2022) de David Cronenberg

Pero a diferencia de ese fetichismo ambiental al que el canadiense nos adentraba en Crash, en Crímenes del futuro es fácil detectar un acercamiento más ensayístico a la sexualidad. Hay un gusto exquisito propio de los mejores novelistas de ciencia ficción (que Cronenberg se pregunte si sueñan los neo-órganos con dolores oníricos parece una bonita cita a Philip K. Dick) por la construcción de un universo y sus filosofías, hasta el punto en el que el relato parece incluso estorbar a esta pulsión carnalmente contextual. Por eso el habla predomina aquí (para algunos quizás demasiado) sobre el acto. Esa violencia explosiva e incluso carnavalesca propia de la serie B a la que Cronenberg nos exponía en La mosca o Videodrome se difumina dejando lugar a una nueva etapa de su filmografía – acentuada por la aparición del digital – más autoconsciente y, sobre todo, más performativa.

Decir que Cronenberg reflexiona por primera vez sobre el Arte en Crímenes del futuro sería mentir, pues en Scanners (por poner un ejemplo) ya señala a la creación artística como recipiente de violencias reprimidas. Al igual que no me atrevería a asegurar que este sea su primer acercamiento a la performance, pues recordemos como la recreación del accidente de James Dean en Crash supone un evento cultural a la par que un recital afrodisíaco. Pero sí es cierto que en su última película lo performativo y lo autoconsciente esbozan entre sí unas sinergias admirables, pues la Nueva Carne consigue aquí dialogar con sus orígenes al mismo tiempo que entra en contacto con una escena artística radicalmente contemporánea.

crimenes del futuro
Fotograma de ‘Crímenes del futuro’ (2022) de David Cronenberg

Cuando la experimentación con lo corporal ya se ha normalizado completamente como disciplina artística es cuando Cronenberg decide homenajear a aquellas figuras de la performance – como podrían ser Orlan, Chris Burden o Gina Pane – que entendieron antes que nadie el potencial plástico y conceptual que modificar y dañar la carne encerraba. Todo esto mientras el canadiense empatiza con ciertas vanguardias actuales que él mismo parece haber influenciado, como podrían ser la corriente transhumanista, encabezada por artistas como Carlos Sáez, Arca o incluso (aún no ser coetáneo al movimiento) Miguel Berrocal. Toda esta suma de conexiones y citas indirectas colocan a lo último de Cronenberg en el terreno de lo enciclopédico, cerebral y conceptual, en un universo donde el body horror se ve eclipsado por una institucionalización del cuerpo enfermo (¿puede un cáncer tener autor?).

Pero el mérito de Crímenes del futuro recae en el ansia de Cronenberg por dotar de calidez a un universo que, ya sea por su naturaleza teórica o por su estética oscura y oxidada, debería sentirse gélido. Nos adentramos en una experiencia arrolladoramente atmosférica, potenciada no tanto por una cierta intención pictórica de la imagen o por un siempre pesadillesco diseño de producción como por una excelentísima banda sonora de Howard Shore – habitual de Cronenberg y encargado de la música de El señor de los anillos – que se esfuerza en recordarnos que, sea cual sea la forma que adopte, la Nueva Carne necesita de la fascinación. Por eso Cronenberg sigue siendo la figura más relevante de la ciencia ficción contemporánea. Porque no existe mente tan fascinada – sea esto sinónimo de atraída o aterrorizada – con el cuerpo.

Lo mejor: Cronenberg defendiendo más explícitamente que nunca el potencial artístico de sus corporalidades imposibles

Lo peor: Que algunos puedan echar de menos esa faceta más explosiva y visceral de la Nueva Carne

Nota: 8/10