Título original: Ashoka
Año: 2023
Duración: 40 min. (8 episodios)
País: Estados Unidos
Dirección: Dave Filoni (Creador), Peter Ramsey, Steph Green, Jennifer Getzinger, Geeta V. Patel, Rick Famuyiwa
Guion: Dave Filoni. Saga creada por: George Lucas
Música: Kevin Kiner
Fotografía: Eric Steelberg
Reparto: Rosario Dawson, Natasha Liu Bordizzo, Mary Elizabeth Winstead, Ray Stevenson, Ivanna Sakhno, Diana Lee Inosanto, David Tennant, Lars Mikkelsen, Eman Esfandi
Productora: Lucasfilm
Distribuidora: Disney+
Género: Serie de TV. Ciencia ficción. Acción. Aventuras | Star Wars. Spin-off
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La recién terminada primera temporada de Ahsoka (Filoni, 2023) tenía una misión imposible: renovar esperanzas para toda una galaxia de contenido Star Wars presentando un nuevo conflicto y a un grupo de personajes, sacados de la animación, desconocidos para el gran público. Un objetivo, vaya, simplemente inalcanzable para una única serie, que debía lidiar además con el descontento de toda una legión de fans tras la innumerable colección de bandazos y fracasos previos.
Ahsoka, por entrar en contexto, narra los intentos de la propia jedi Ahsoka Tano (Rosario Dawson) y la que es ahora su aprendiz, Sabine Wren (Natasha Liu Bordizzo), por encontrar el lugar del universo en el que desaparecieron tanto su amigo Ezra (Eman Esfandi) como el Gran Almirante Thrawn (Lars Mikkelsen) al final de Star Wars: Rebels (Filoni, 2014-2018). Antagonista, éste último, que amenaza con ocupar el vacío de poder del mal en época de paz, con la Nueva República gobernando el espacio conocido tras la derrota del Imperio.
Uno de los grandes problemas de Ahsoka es la comparación con la animación. Además, en varios sentidos. Por un lado, no podemos no señalar al elefante en la habitación que supone el hecho de que la apuesta para el porvenir de la franquicia pase por revivir el camino que alumbraron las increíbles The Clone Wars (Filoni, 2008-2020) y Rebels.
De cara al espectador profano, se toma la decisión de introducir todo a tempo de tortuga, tratando de evitar la lógica confusión que debe provocar ver esta obra sin ningún conocimiento previo, lo que deja a quien sí lo tiene en la incómoda posición de ver cómo, tras años de espera, vuelve a hacerse y deshacerse el lazo para casi no cambiar nada y volver a dejar cabos sueltos para el futuro. A costa, además, de asumir un ritmo de western tan lento como impostado, a rebufo de The Mandalorian, que carece de ningún sentido aquí.
Por otro lado, los personajes de Ahsoka han sufrido una pérdida de expresividad y complejidad demencial con el cambio al live action, algo que ya sucedía en mayor o menor medida con la versión de Bo-Katan de The Mandalorian. Quizá solo sea yo con mi desencanto general hacia la saga, pero Filoni está tan preocupado por plantear unas bases mínimas que es incapaz hasta bien entrado en materia de desarrollar un mínimo a sus protagonistas. Sin llegar, en mi opinión, a conseguir impactar con un material que ya probó su más que indiscutida valía en iteraciones previas.
No creo que sea un problema de las interpretaciones, bastante solventes, sino de guion. Y es que lo peor es cómo, incluso en la que debía ser la más propositiva y arriesgada de las obras de Star Wars, todo depende de la nostalgia. Toda emoción y desarrollo depende aquí de que el espectador tenga una conexión profunda con decenas de horas de contenido previo. Un contenido, no obstante, que en su momento sí se planteó como una propuesta nueva y decididamente valiente, sin ligar toda su legitimidad como artefacto cultural a la maldita nostalgia. Pero Ahsoka no intenta, al menos por el momento, expandir horizontes.
En ese sentido, Star Wars empieza a tener el mismo problema que Marvel. Antes emocionaban con esa sensación de maravilla al espectador, pero ahora solo queda cansancio ante la inoperatividad de ambas sagas para reemplazar sus imaginarios y presupuestos narrativos. Y son dos marcas o sellos, ojo, que simbolizan todo aquello que está bien en la cultura pop. Pero también todo aquello que está mal: sobreacumulación de productos, recuelas, refritos y más nostalgia de la que cualquiera pueda soportar. Es increíble cómo hace menos de una década ver una película de Star Wars era un suceso histórico y ahora, tras tanta insulsa ida y venida, a razón de las nuevas dosis de perfecta mediocridad de cada semana, apenas dice nada.
Aunque lo cierto, supongo, es que es injusto culpar a Ahsoka de esto. Tenía, reitero, una misión imposible por delante. Y, por lo demás, cumple. La banda sonora, a cargo de Kevin Kiner, quien hiciera la música de las obras animadas, es tan fascinante que asusta. También hay buenas ideas a nivel de puesta en escena, con una dirección que demuestra tener fuste para las secuencias de acción.
Y, si el conjunto final defrauda, es en parte porque, por momentos, parecía haber dado con la clave. He ahí ese magnífico episodio cinco, La guerrera de las sombras, que supone un ejercicio nostálgico de primer nivel que yo hipócritamente abracé a manos plenas pero que, sobre todo, sí maravilló con esas estúpidas ballenas espaciales y lo que para mí debería ser el camino a seguir: magia, magia y más magia. Tan cerca y tan lejos, Filoni.
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Lo mejor: no hay más conflicto que plantear ni más presentación que hacer: la segunda temporada debe ir a muerte o morir
Lo peor: durante un par de episodios da la sensación de estar cerca de conseguirlo
Nota: 6/10