una veterinaria en la borgoña

‘Una veterinaria en la Borgoña’, supervivencia de lo rural

Título original: Les vétos

Año: 2019

Duración: 92 min.

País: Francia

Dirección: Julie Manoukian

Guión: Julie Manoukian

Fotografía: Thierry Pouget

Música: Mateï Bratescot

Reparto: Clovis Cornillac, Noémie Schmidt, Lilou Fogli, Carole Franck, Caroline Gaget, Sébastien Pruneta, Juliane Lepoureau, Victor Pontecorvo, Matthieu Sampeur, Antoine Chappey, Cyril Couton, Christian Sinniger, Stéphane Rideau, Arnaud Bronsart, Thierry Nenez, François Legrand, Nils Othenin-Girard, Michel Jonasz, Bénédicte-Lala Ernoult, Sylvie Lachat

Productora: France 3 Cinéma, France Télévision, Les Films Du Premier, Piste Rouge, OCS, Cinémage 13

Distribuidora: Caramel Films

Género: Comedia | Vida rural | Animales

Ficha en Filmaffinity

Algunas veces el título puede generar suspicacias sobre lo que nos podemos encontrar. Este en particular sugiere a priori cierto aroma vespertino de esos telefilms alemanes de sobremesa de vida campestre, alegre y primaveral con montañas verdes y floridas praderas. De esos que riegan las pantallas de las cadenas nacionales de TV los fines de semana. Otra cuestión sería saber si todavía las sigue viendo alguien y más aún en televisión.

Realmente este título ha sido traducido bajo una fórmula marquetiniana, suponemos que exitosa. Esa que consiste en sumarle a una profesión cualificada una localización remota o rural. Atendiendo a la literalidad debería haberse traducido como ‘Los veterinarios (Les vétos)’. Argumentalmente sigue más bien la estela de la comedia francesa de ese tipo y no tanto el modelo de telefilm germano. Se asemeja al estilo de las taquilleras Bienvenidos al Norte y secuelas, Un doctor en la campiña, o El médico africano. Ciertamente a medio camino entre estos ejemplos, no llega a ser una comedia risible pero mucho menos un drama de grandes tragedias.

En esta ocasión no cuenta con actores tan conocidos fuera del panorama francófono como Dany Boon, Kad Merad, François Cluzet. Tanto la directora como el dueto protagonista prácticamente se estrenan con esta cinta. Cierto es que Clovis Cornillac ha protagonizado algunas como Tras la pared, pero es que él mismo la dirigía. Aún así lo hemos visto frecuentemente en películas francesas como secundario. E incluso acompañando al gran Obélix (Gérard Depardieu) caracterizado como su fiel amigo en Astérix en los Juegos Olímpicos.

La otra coprotagonista es Noémie Schmidt, aquí es la novata perfecta, en la ficción y en la realidad. Alexandra es una joven investigadora académica de veterinaria que por una urgencia familiar sobrevenida abandona temporalmente París para regresar al pueblo de su madre y su tío. Una enésima vuelta a los orígenes para contrastar el mundo rural con lo urbanita, aunque afortunadamente no se llegue a centrar en demasía en esa dualidad tan revista ya.

Fotograma de ‘Una veterinaria en la Borgoña’ (Caramel) 

Por fortuna se incide más en aspectos como la inteligencia emocional que desarrollan los personajes, los unos con los otros y cómo se adaptan a las nuevas circunstancias. Tacto, empatía y unas prácticas más que reales que sirven para que Alexandra deje de ver su experiencia en el pueblo tan anodina y se replantee bastantes cosas.

Se vuelve bastante interesante desde la perspectiva de mostrar cómo es la adaptación al mundo rural, a esa «Francia vaciada» donde es tan complicada la supervivencia de cualquier tipo de negocio o actividad por la despoblación y la falta de infraestructuras y recursos al alcance. Ni unos cereales chocolateados consigue la pobre joven parisina en 15 quilómetros a la redonda para sus desayunos.

La película pone de manifiesto que a diferencia de la creencia popular, en las zonas rurales no se vive con tedio ni aburrimiento sino con tanta intensidad como en una urbe. Existen tantas o más dificultades. El relevo generacional de zonas con altas tasas de despoblación como este pueblo de la Borgoña marca el devenir de la historia, con una clínica veterinaria en riesgo por la jubilación de uno de sus dos veterinarios.

Desmitificada esa supuesta simplificación de la vida rural, ahonda también en la dedicación vocacional de la profesión veterinaria. Quizá es donde resida el punto fuerte de la película. Una entrega horaria que no está libre de tensiones familiares y profesionales a pesar de ser en plena campiña y alejada del ruido de las urbes. Resulta interesante seguir el día a día y la encomiable tarea de estos ímprobos veterinarios en su oficio. Tanto ellos como los residentes se muestran apasionados de los animales. Sin duda, una de las mejores aportaciones que ofrece esta película, ese afán por el trato digno de la especie animal ya sea ganado o mascotas domésticas.

Una veterinaria en la Borgoña se estrena en cines este 16 de abril.

Lo mejor: la vocación y dedicación por los animales, y el alegato implícito en favor de la supervivencia del mundo rural.

Lo peor: demasiado próxima al subgénero de telefilm vespertino alemán y comedias francesas de la misma fórmula.

Nota: 6/10

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