Título original: Un amor
Año: 2023
País: España
Dirección: Isabel Coixet
Guion: Isabel Coixet, Laura Ferrero. Novela: Sara Mesa
Fotografía: Bet Rourich
Reparto: Laia Costa, Hovik Keuchkerian, Ingrid García Jonsson, Hugo Silva, Luis Bermejo
Productora: Monte Glauco AIE, Buena Pinta Media, Perdición Films, Movistar Plus+, RTVE, TV3
Género: Drama, Romance
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La masculinidad puede tomar diversas formas. En algunas personas, las conductas patriarcales se muestran abiertamente. Otras tratan de esconderlas con actitudes amaneradas. Muchos hombres se ponen máscaras, se disfrazan para pasar desapercibidos, pero el fondo sigue ahí. Nos referimos a masculinidad tóxica, aunque si hablamos sobre la nueva película de Isabel Coixet, Un amor, deberíamos hablar de masculinidades, en plural.
«Todos los hombres que aparecen en la película los he sufrido», decía Isabel Coixet en una de las muchas entrevistas que concedió en la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián. La directora catalana es una creadora prolífica con una carrera que se extiende por más de treinta años y que ha dejado películas ganadoras del Goya. Domina el cine como nadie hasta el punto de ser su propia operadora de cámara en muchos de sus trabajos.
Un amor parte de la novela de la escritora sevillana Sara Mesa. En ella se narra la historia de Nat (Laia Costa), una mujer que llega a un pueblo pequeño y vacío. Su casero es un cuñado de manual que le alquila una casa viejísima, casi inhabitable. Prácticamente, le escupe a la cara y le dice que debería agradecerle por tener esa oportunidad, que le ha rebajado el precio dos veces. Acto seguido le entrega un perro, Sieso, que Nat adopta.
Su casero es el primero del plantel de hombros tóxicos de la película. La masculinidad se muestra en todas las partes de su espectro, desde la patología hasta la fragilidad. Nat tiene que convivir con Piter, que siempre la mira por encima del hombro y critica a su perro; con su vecino del ‘Chaletito‘, que la busca sobremanera aunque su mujer esté en casa, y con Andreas, el Alemán (Hovik Keuchkerian), con el que pacta un acuerdo extraño, primitivo y que sobre pasa todas las líneas rojas en cuanto a teoría feminista se refiere: él le arreglará unas goteras si ella le deja entrar un rato.
Pese al enorme plantel de actores, la película tuvo un presupuesto limitado y se rodó en apenas cinco semanas, un tiempo limitadísimo que obliga a clavar las escenas. Sin embargo, gracias al espíritu luchador de Coixet, el rodaje salió adelante y nos deja una película que brilla en sus zonas grises. La directora toma la ambigüedad como mejor aliada para contarnos una historia coral con una protagonista sosa, antipática e infantil, pero que por encima de todo es persona.
Todos los personajes de la historia –Piter, Andreas, el vecinito-, son alter egos de la masculinidad, arquetipos que rozan la caricatura. Nat es la única que se erige como personaje complejo. Su moralidad es laxa como lo sería la nuestra propia. En la novela de Sara Mesa ya aparecía como un personaje con el que era difícil de empatizar. Si algo consigue Coixet con la adaptación es que podamos sentirnos identificada con Nat aunque no sea un ideal de mujer.
Respecto a los aspectos técnicos de la película, la fotografía está elaborada en un 4:3 casi cuadrado que, en palabras de la directora, «me obligaba a tratar de forma sagrada el encuadre». Tiene un montaje sinestésico a ratos poético, plagado de simbolismos y momentos memorables.
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Lo mejor: su retrato de la masculinidad tóxica respecto y su genial construcción de un personaje femenino real.
Lo peor: sacrifica estructura por personajes. A veces es demasiado hermética.
Nota: 9/10