Shadowhunters, la adaptación televisiva de “Los Instrumentos Mortales», saga literaria escrita por Cassandra Clare, ha dado que hablar– antes y durante su emisión durante la temporada pasada. Las aventuras de Jace, Clary y compañía en papel cuentan con un número de fans aceptable, y aunque en televisión no estuvieran llamados a protagonizar una de las series del año, sí que podían aspirar a encontrar su sitio en pantalla tras aprender los errores que en 2013 se cometió al producir la película de la misma saga, que nunca vio (ni verá) su segunda parte.
Este sitio lo podían encontrar gracias a los fans que ya caparon en su versión en papel, sumados a los que se engancharían a la aventura televisiva de las líneas que un día escribió Cassandra Clare. ¿Es que no parecía posible, tras haberse hecho un hueco en la literatura juvenil? ¿Hasta qué punto importaría la mala experiencia en las salas de cine? Pues quizá fue la película Cazadores de Sombras: Ciudad Hueso (Zwart, 2013) la que ya predijo que a los Cazadores de Sombras, los Subterráneos y los Mundanos no se les acaba de saber hacerlos encajar en un proyecto audiovisual. Y es que por ahora, Shadowhunters chirría. Y chirría bastante.
A grandes hechos, la impresión más notoria que transmite por ahora Shadowhunters es la de “un quiero y no puedo”. Es decir, la sensación es que en un principio querían crear una serie con mínimas dosis de oscuridad que le permitiera mostrar más seriedad a nivel argumental. Así, parece que querían conquistar no sólo al público adolescente y/o juvenil (podemos catalogar perfectamente la serie dentro del género teen), sino gustar a un target más amplio con el aliciente de añadirle un plus a las características juveniles de la serie. Así lo demuestran los constantes flirteos de los personajes con el más que recurrente tema de la oscuridad en sí mismo y las dosis de intensidad que intentan ponerle a los guiones… y poco más.
En estos trece primeros capítulos, la serie da la impresión de poder ser catalogada al doscientos por cien dentro del género teen; cosa que no es negativa de por sí, si no fuera porqué Shadowhunters parece que quería desmarcarse un poco de este rol (quizá también por los libros que le preceden) pero han acabado por meterse de lleno en una serie adolescente, que claro que tiene su público; y el género tiene su espacio en el entramado norteamericano televisivo, pero Shadowhunters no defiende de la mejor manera el buen gusto que pueden tener este tipos de ficciones. Por ahora, se han acostumbrado demasiado a los llantos, a múltiples amoríos, a una magia que comporta un exceso de efectos especiales y peleas que esperan que nos creamos. Un gran entramado de tramas que si bien fueran más fieles a los libros tendrían horizontes mayores.
Y es que por ahora, la serie lleva un ritmo demasiado acelerado dónde se ha mostrado un número de tramas considerable por tan sólo trece capítulos. Alguna de ellas un tanto superficiales, cosa que en conjunto, te acaba convenciendo que más bien te están contando poco. Uno de los elementos que demuestra este poco rodaje de la serie, es que por ahora parece que la máxima emoción recae en saber cuándo va a volver a haber un acercamiento entre Jace (Dominic Sherwood) y Clary (Katherine McNamara) o cuándo Magnus (Harry Shum, Jr.) y Alec (Matthew Daddario) tendrán otro de sus momentos.
Y por supuesto que estas relaciones, en especial la primera, son importantes en la historia original. Entonces, por supuesto, que tienen que contar con minutos que permita explorarlas y desarrollarlas. Pero con el salto televisivo, se hace difícil sustentar cuarenta minutos dónde en según qué capítulo la acción y el desarrollo de las tramas flaquean demasiado sólo para tener cinco minutos de romance, minutos que no siempre son muy acertados y que si de romance hablamos, pierden en comparación a los libros e incluso, a los de la película. Es más: los libros no exploraban letra por letra la historia de amor principal. Sí que es cierto que eran un pilar de la saga, su historia se equilibraba con muchos más frentes, frentes que la serie de televisión, aún no ha tenido tiempo de explorar o ha optado por aparcarlos. El desarrollo de las tramas amorosas en comparación al de las tramas de acción o que exploran la sinopsis de la serie están descompensadas, seguramente, demasiado. ¿Y es suficiente hacerse derogar para mostrar un segundo u tercer beso para aguantar la estructura de la serie?
Aunque cierto es que el desarrollo de las tramas recae sobre el trabajo de los guionistas, no todo depende absolutamente de ellos. Sin faltar al respeto al trabajo que realizan los actores y actrices, hay que decir que el casting de Shadowhunters parece no estar a la altura ya que en ocasiones es difícil creerse algunas de sus actuaciones, en especial, en los momentos más álgidos. Incluso algunas caracterizaciones fallan: Valentine Morgenstern (Alan Van Sprang) parece más un jefe de la mafia que no un Cazador de Sombras. Y esto sí que parece un problema (o el verdadero problema) ya que si hay un problema de credibilidad, la serie pierde atractivo. ¿No las vemos para creernos lo que nos cuentan, al fin y al cabo? Un grito, unas lágrimas, una mirada e incluso al más mínimo detalle guionizado le conviene rebozar credibilidad en pantalla. Es desconcertante ver al actor actuar o sobreactuar en vez de disfrutar del personaje. Cierto es pero, que hablamos de un casting joven (una media de edad de 28 años) y que sin duda, los más jóvenes dieron el salto grande a televisión en una serie de la que se esperaba mucho, quizá demasiado, para tan sólo 13 capítulos. Pero al fin y al cabo, la dirección de casting los eligió por algún motivo y tienen margen de mejora de cara la segunda temporada, que se estrenará en enero de 2017. Si lo hicieran, sin duda, la ficción afrontaría una transformación positiva.
Dado que no se puede cambiar el casting de cara la segunda temporada, quizá a los guionistas les convendría adaptar la serie al rango de actuación de su casting. Reducir esas grandes dosis de intensidad (ya sea en escenas de llanto o de ira), reducir los planos cerrados o deshacerse de la peleas continuas podrían ser una solución para que unos jóvenes actores se vayan curtiendo y al mismo tiempo, la serie pueda prestar atención a explotar sus tramas argumentales más que esforzarse en minutar cuántos combates, lágrimas, chistes o muecas se ofrecen por capítulo.
Eso sí, si hay algo mucho peor que el hecho que el casting pueda tener un nivel mayor o menor nivel, y es la frivolidad que se le dado a algunos personajes con respeto al libro. Que estemos hablando de una serie juvenil volcada totalmente al entretenimiento (un blockbuster, si los cinéfilos me lo permiten) no exime a los guionistas de que haya que haber una construcción con una cierta rigurosidad de los protagonistas. Los protagonistas de la serie aún tienen que envidiarle bastante a sus homólogos en papel (las personalidades Alec Lightwood y Magnus se salvan un poco) y es que en escenas puntuales demuestran no sólo ser distintos al personaje de los libros, si no ser distintos a los que han demostrado ser en la misma serie.
Y si, son escenas puntuales, pero cuándo con algunas frases puedes conseguir que un personaje sea un esbozo de sí mismo, la credibilidad peligra. ¿Simon (Alberto Rosende) alegrándose de que Jace y Clary sean hermanos? ¿Luke (Isaiah Mustafa) contándoselo para que se la ligue, cuándo prácticamente es su padre (solo le faltan los genes)? ¿Jace tratando el tema con una frase que parecía ser un “Ya ves tío, ni me hables del tema”? ¿Clary que aún no parece haberse ofuscado por qué Jace es su hermano? ¿Simon adaptado y encantadísimo de ser un vampiro en dos capítulos? Los lectores de los libros sabrán que estas tramas necesitaron muchas páginas para tener un final o una evolución. Pero al fin y al cabo, no sólo es el hecho de ser distinto al trato del libro, es el hecho de ser coherente: por ejemplo, el incesto es un tema más que serio para tratarlo con frialdad. Eso sí, hay que decir que les quedan 20 largos capítulos de la segunda temporada para ordenar un poco estas frases puntuales que pueden dañar a la construcción del personaje y a la de la misma trama.
Por ahora, resulta un poco demasiado fácil sacar al espectador de la trama y que éste, en ocasiones, acabe viendo el rodaje y al actor. A veces resulta incluso entretenido si se hace para hacer una especie de guiño, pero si la sensación es más bien constante la credibilidad de la ficción peligra. Por ahora, gracias a la renovación tienen margen de mejora. En la próxima temporada, veremos si apuestan por algunos cambios o si deciden mantener la tónica habitual. Podría ser que si deciden parecerse más a los libros se hagan un favor a sí mismos para desacelerar el accidentado ritmo que llevan e incluso recuperar a un sector de los fans que puedan haberse sentido decepcionados por la distancia que se mantiene con las tramas originales. La serie aún tiene que trabajar si quiere conseguir una evolución en varios aspectos (los personajes, la ambientación, los mismos efectos especiales e incluso la conducción e las tramas). Una evolución que haría justicia a los mismos libros, al género teen y a todos aquellos espectadores que aún están en el barco y que aún confían que la segunda temporada de Shadowhunters puede dejar mejor regusto que la primera.