Todavía no queda del todo claro si es una buena jugada o no, pero es la nueva jugada de Netflix. Una serie con su claro aroma e instinto de marketing audiovisual. La plataforma por antonomasia, al menos de momento, sigue retorciendo ideas para atraer usuarios. En esta ocasión, evocando pinceladas de otras películas y series argumentalmente demasiado coincidentes. Casi un popurrí de ellas con la finalidad de tomar lo más efectista y ofrecer un producto con el tan deseado rédito marquetiniano.
Running point, una nueva jugada (2025) es una clara emulación del éxito ajeno de Ted Lasso, junto con otras producciones del género cómico que se ocupan de abordar la temática del deporte, los negocios y el entretenimiento familiar. El socorrido ‘para todos los públicos’.
Las comedias sobre baloncesto, y de otros géneros, habitualmente suelen tener buena acogida entre la audiencia estadounidense, y la americanizada. Así que porqué no utilizar en esta miniserie a una de las reinas de la comedia ligera y/o romántica como Kate Hudson. Algo que tanto gusta a los espectadores, por relativamente poco sesudos y simples que puedan ser a veces los argumentos.
Los guionistas y técnicos de marketing de la ‘N’ roja habrán pensado que este nicho de los deportes, el buenrollismo y un tono algo deslenguado podría ser perfectamente empleable para esta nueva producción. Y lo más importante, tener un buen resultado tal cual obtuvo la reciente Ted Lasso. En consecuencia, el plan es que Kate Hudson parta de una misma premisa, también bastante similar a la de Cameron Díaz en la película de Un domingo cualquiera. Ambas hijas del propietario de una franquicia deportiva asumiendo el enorme reto de gestionarlas exitosamente.
Heredar una franquicia deportiva supone, y más si se quiere aportar un sello personal, aplicar cambios y mejoras no siempre fáciles. Evidentemente, entra en juego el ‘techo de cristal’ y un claro machismo del negocio del deporte de élite. Rodeada de jugadores cargados de testosterona y hombres más allá de la mediana edad en los despachos. Una imponente barrera para desarrollar todas las políticas e ideas en mente para su gestión deportiva y económica. Idéntico al caso de la heredera Jeanie Buss, tal y como se aprecia en la miniserie inspirada en la realidad sobre el auge ochentero de la franquicia de los Lakers, una figura sobre la que sin duda se basa esencialmente Running Point.

Una vez se acepta que la miniserie de Running point está concebida para un entretenimiento liviano, resulta de lo más entretenida. En parte compensa el hecho de que venga en dosis digeribles de episodios de corta duración. Termina por ser interesante ver cómo Kate Hudson se desempeña bien merced a su creatividad e intuición. En realidad, es una ferviente aficionada al baloncesto con bastantes ideas, algunas más acertadas que otras, pero mostrándose entusiasta y dedicada al proyecto.
Al igual que ya sucedía con el exitoso producto audiovisual de AppleTv, la miniserie se enfoca en la gestión emocional de los personajes, con una psicología simple, pero reconociendo preocupaciones mundanas de los personajes. No faltan los problemas de pareja, afectivos, de salud y otras situaciones más o menos embarazosas. Quizás, algo excesivo por momentos.
Algunas subtramas son demasiado ñoñas, poco sustanciosas. Evidente muestra del cariz y adorno que procura tener la serie como un entretenimiento simple y generalista. Disimulado levemente en ocasiones bajo la pátina grotesca como viso de modernidad, usando un lenguaje coloquial, más bien vulgar con exabruptos de todo tipo. Todo muy meditado.
La atención de la miniserie no se centra tanto en el baloncesto en si mismo, sino más puramente en el negocio y en la gestión tras de él. Por ello, frecuentemente se observa más gestión de crisis y errores de comunicación de los personajes que acciones baloncestísticas.

Otros aspectos interesantes, es el modo en el que se muestran las negociaciones en los clubes franquicia estadounidenses. Lo hemos comprobado con Kevin Costner en los días del Draft en Decisión final o con Brad Pitt en Moneyball haciendo malabares al teléfono con llamadas a tres bandas o incluso cuatro para realizar trueques, intercambios o compensaciones. Concibiendo a los jugadores como mera mercancía, como caballos en una feria con los que mercadear. Un aspecto que la miniserie parece despreciar con su enfoque más emocional y humanista.
Además refleja las dificultades para competir en igualdad de condiciones cuando la negociación de derechos televisivos sólo mejoran los ingresos de las franquicias más influyentes. Algo tan de rabiosa actualidad y tan a debate, Superligas mediante, modelos británicos vs españoles… Algo que resulta de agradecer, una aportación seria en esta propuesta cómica de Kate Hudson. Ella misma renuncia a formar un oligopolio de grandes clubes que aglutinen todo, dejando la competición en desigual e inequitativa, y la postre descafeinada para aficionados, y en su competitividad.
En definitiva, es una miniserie que lejos de aportar una nueva visión o ser una versión mejorada de los múltiples títulos sobre deportes y negocios, funciona como lo que pretende ser. Es una aceptable serie sobre baloncesto, de entretenimiento familiar, aplicable a una audiencia muy general. Y con algunos puntos interesantes sobre cuestiones relacionadas con el deporte espectáculo norteamericano, entre tanto enredo de los personajes. Lo que falta por dilucidar es si será la propia Netflix la que se enrede con más temporadas para crear una suerte de Sucession cómica, si seguirán por la vía Lasso, o se complicarán la vida con sus míticas cancelaciones contrariando a sus usuarios.