La cita veraniega anual de Santiago Segura ya llegó. Una gran noticia pues fue uno de los que revitalizó las salas de cine en 2020 tras la primera oleada del coronavirus con Padre no hay más que uno 2. Ahora estrena la tercera parte de esta saga de películas que le está dando tantas alegrías y éxito, tras dejar de un lado a Torrente y a sus papeles más gamberros.
En esta ocasión, el cineasta madrileño nos traslada al cine familiar navideño para seguir contándonos la vida de esta familia que ya se está quedando en la conciencia colectiva de los españoles. Los niños, lejos de acusar cansancio, siguen generando simpatía con sus ocurrencias y la formula continúa funcionando.
Nada más empezar la película, en la primera escena, sales bailando con Toni Acosta al estilo Fred Astaire. ¿Has tenido que aprender a bailar para este momento?
Santiago Segura. Efectivamente. No tengo ni la más mínima idea de bailar, tengo dos piernas izquierdas. Sí he bailado en algunas discotecas para no desentonar, pero, vamos, ni idea.
Cuando se me ocurrió, se lo dije a Toni y le gustó la propuesta. El plan era practicar durante ocho semanas la coreografía. Por desgracia, con toda la sexta ola del Covid y los siete planes de rodaje que tuvimos, la rodamos al principio de la película y no al final, como teníamos previsto. Lo que iban a ser ocho semanas se quedaron en cuatro y yo lo noto. También es que mis referentes eran Gene Kelly y Fred Astaire y, obviamente, me quedé un poco corto. Al menos ha quedado simpático y creo que sorprende al espectador.
Yo creo que el cine debe sorprender al espectador, que haya cosas que no te esperes, como en la comedia. Te ríes de cosas que no te esperas que pasan, si lo esperas ni te hace gracia ni te da miedo.
En los últimos años has optado por hacer comedias familiares. ¿Qué cambió para que el director y el actor de Torrente, con lo que todo ello implica, diese este cambio tan brusco en su trayectoria?
SS. Me di cuenta de que, tras hacer cinco Torrentes, mi obra no iba a ser conocida por su originalidad. Yo soy muy fan de darle al público lo que quiere, disfruto cuando el público disfruta. Me sentiría mal haciendo películas que no gustasen a nadie. Creo que el cine es comunicación y fantasía para el espectador.
Yo he sido muy fan desde chico del cine más comercial. Yo tengo la manía de que voy al cine un fin de semana y la que elijo yo siempre es la que queda en el número uno de taquilla.
Con Torrente vi que el 65 o 70 % del público eran hombres. Así que quise hacer una película que captase el espíritu femenino y gustase entre las mujeres. De esta manera nace Sin rodeos (2018). Curiosamente, lo conseguí. Muchas mujeres se me acercaban y me decían que se veían muy reflejadas en el personaje de Maribel Verdú.
Como yo ya tengo dos niñas, pensé por qué no hacer una película de humor para todos los públicos. Para mí es la pretensión máxima, gustar no solo un grupo particular, sino a todos. Para mí era un reto acojonante conseguir que se riese una familia entera a la vez. Y creo que he salido airoso de este desafío. No sabes la de gente que me ha pedido la tercera parte de Padre no hay más que uno; es alucinante.
¿Creías que la gente te iba a ver como otro personaje que no fuese Torrente, en este caso, como un padre de familia?
SS. Cuando uno es actor le gusta hacer diferentes cosas, pero la industria tiende a encasillarte, más incluso que la gente. Antes de Torrente, venía de interpretar a un heavy politoxicómano en El día de la bestia (de la Iglesia, 1995). De repente, hacer de un señor mayor fascista, racista, alcohólico que era Torrente parecía arriesgado. Sin embargo, el público se creyó a los dos personajes. Teniendo en cuenta esto pensé “¿por qué no se van a creer a este padre de familia?”.
Cuando les propuse a la productora hacer Padre no hay más que uno, me dijeron que la dirigiese, pero no que la interpretase. Hasta ese punto llega el tipo de personaje que has hecho. Aun así, les convencí y creo que, aunque en los primeros 10 minutos puedas ver a Santiago Segura, después solo ves al padre. Esa es la magia del cine y para eso están los actores.
Antes de empezar la película sales hablando para agradecer a los espectadores por ir al cine y recuperar este ritual. Dices que lo has hecho porque viste ‘Top Gun: Maverick’ y hacía lo mismo Tom Cruise, al que se le ha apodado como “salvador del cine” por hacer que tantas personas vuelvan a las salas. Sin embargo, ‘Padre no hay más que uno 2’ se estrenó en el verano de 2020, tras la primera ola del Covid y con una población temerosa del virus, y consiguió grandes números de afluencia en salas.
SS. Es algo que me maravilla y me hace sentir profundamente orgulloso. Por eso en cada película me dejo la vida, porque quiero cumplir las expectativas del público. Mi máxima es que tras la hora y media que dure mi película salgas diciendo “qué bien me lo he pasado”, “qué divertida” o te quedes con cinco o seis momentos que te han gustado mucho y puedas comentarlo con la persona con la que hayas ido. Eso es lo que me gusta que el cine provoque.
Yo soy cinéfilo y sé que en la historia ha habido películas que han cambiado la sociedad, que hacen reflexionar. Sin embargo, el cine de entretenimiento, como máquina de sueños que decían en Hollywood, es mi favorito. Entonces es algo que me motiva. Hay gente que me reprocha que hago cine comercial y siempre les respondo que con mucha honra. Para mí es un piropo. O sea, imagínate hacer cine no comercial.
Rompe totalmente la industria.
SS. Exactamente. Berlanga decía que el cine debería estar en el Ministerio de Industria, porque es un arte que, desde su nacimiento, necesita de un respaldo financiero atrás mucho mayor que otros.
Hay una cosa que resulta muy llamativa de Padre no hay más que uno 3: es una película navideña estrenada en verano.
SS. Eso es porque tengo claro que mi cita en los últimos tres años es en verano. Es una época donde la familia tiene mucho más tiempo libre y me parecería absurdo estrenarlo en otra estación. Estrenar una película navideña en Navidad es de tener la cabeza muy cuadriculada. De hecho, Batman Returns (Burton, 1992), Gremlins (Dante, 1984) o La jungla de cristal (McTiernam, 1988) han sido películas de temática navideña que se han estrenado en verano.
Mi película no es navideña de por sí, transcurre en este periodo, pero verdaderamente es la tercera entrega de la vida de esta familia. Si se ambientase en unas vacaciones de Semana Santa no tiene por qué estrenarse en esa época del año.
Aparte, me hacía gracia lo de Navidades en julio, que en la canción de los créditos de la segunda parte ya se decía. Con el calor que hace ahora, imagínate lo refrescante que va a ser esta película.
Ya has trabajado en cuatro ocasiones con niños y con este elenco tres. ¿Cómo han ido evolucionando?
SS. Cada vez es más sencillo. Al fin y al cabo, están aprendiendo un oficio. En la primera ya lo hicieron bien, pero se les tuvo que enseñar esa disciplina de aprenderse los textos, de ir a la marca y de saber que es un trabajo. Intentamos hacer que se diviertan, pero saben que hay mucha gente pendiente de ellos. Aun así, los tíos son cada vez más responsables. No solo mis propias hijas, sino que los veo más metidos en la actuación. Vaya, son unos cracks.
¿Cómo es trabajar con tus hijas?
SS. Es fabuloso. Me encanta, porque como me hacen caso no solo por ser director, sino también por ser su padre.