Santiago Requejo: «No defiendo causas perdidas, pero en este tipo de historias salen cosas más auténticas»

Hay pequeñas y banales historias que se cuentan en largometrajes y grandes y trascendentes historias con formato de corto. Hoy hablamos de un ejemplo de ese segundo grupo. Tenemos el placer de hacerlo con su creador, Santiago Requejo, director de Votamos, obra nominada a los Goya 2022 en la categoría de Mejor Cortometraje de Ficción.

Ilusionado con la nominación como un niño en estas fechas con los regalos, Santiago nos cuenta qué le motivó a contar una historia que aborda de una manera tan especial y original el tema de las enfermedades mentales, nos habla sobre cómo ve él el género del corto, cuáles son las dificultades de rodar en un único plano secuencia y nos habla sobre la vida misma. Todo ello con una inocentada de por medio.

Pregunta: En primer lugar, ¿de dónde te nace la necesidad de contar una historia como la que cuenta Votamos?

Santiago Requejo: Hace un tiempo un conocido me contó una historia similar a la que cuenta el corto. Un vecino de su comunidad iba a alquilar su piso a una persona con una enfermedad mental y el resto de vecinos le pidieron por favor que no lo hiciera, ya que no querían convivir con una persona así. Yo nunca había estado especialmente concienciado con el tema de las enfermedades de este tipo, pero cuando me di cuenta de que estaba más próximo a la posición de los vecinos que a la oposición, algo se me revolvió por dentro. Al hablar con profesionales y personas relacionadas con ellas me vino a la cabeza la idea y la necesidad de hacer este corto.

P: La historia se desarrolla en una junta de vecinos, un fenómeno muy español. ¿La historia que te inspiró también tuvo lugar en una junta de vecinos?

S.R.: Lo cierto es que no, ocurrió de tú a tú, los vecinos personalmente con el propietario, no en una junta. Pensé que el hecho de ambientarlo en una reunión de este tipo le daría una riqueza añadida a la narrativa del corto, permitiendo una variedad de opiniones y posturas y una naturalidad muy interesante. Los vecinos intentan votar sí o no a dejar entrar a vivir a ese inquilino, y es una votación figurada, porque evidentemente no hay ninguna base legal para hacer eso realmente, pero me pareció interesante proponerlo.

P: El corto destaca a nivel técnico principalmente por estar grabado en un único plano secuencia. ¿Qué buscabas que aportara esto a la narrativa del corto?

S.R.: Cuando comencé a escribir el guión nunca pensé en rodarlo en un único plano secuencia, pero a medida que iba avanzando me comencé a dar cuenta de que lo que más me interesaba era la posición del espectador con respecto a lo que se veía en pantalla, y la técnica del plano secuencia era la mejor para lo que buscaba: no presentar ni buenos ni malos, no hacer una cinta maniquea, sino que fuera el espectador quien, pudiendo ver todo seguido, sacase sus conclusiones y reflexionase por sí mismo. La intensidad de tiempo real que aporta el plano secuencia es muy interesante. Además, un rodaje más clásico me habría forzado a plasmar mi visión de forma más directa. Este plano secuencia con cámara al hombro, algo sucio, me liberaba de ello.

P: A nivel logístico y profesional es un corto bastante complejo. Al ser rodado en un único plano secuencia se requiere mucho ensayo. ¿Duró más el ensayo que el propio rodaje?

S.R.: Era la primera vez que rodaba un plano secuencia. Mi anterior película es un producto más clásico. Yo tenía una percepción, equivocada (risas), de que la dificultad de un plano secuencia está en la parte técnica: la iluminación, los sonidistas, el equipo de arte… Al final solucionamos el tema iluminación con sistemas inalámbricos, y en general la parte técnica se solucionó de una forma más o menos sencilla a base de trabajo. Fue ahí cuando me di cuenta de que la realmente complicada sería la parte actoral. Al ser un único plano, con tantos actores, diálogo constante y gente cortándose entre sí al hablar, iba a ser realmente difícil que todo saliera a la perfección. Ensayamos un día con una lectura ‘a la italiana’, y teníamos solamente un día de rodaje, nueve horas para ser exactos.  Ese día dedicamos cinco horas a ensayar, todos los movimientos, la presencia de los técnicos, cuándo entraba un actor, cuándo le cortaba otro… Al final pudimos grabar unas doce tomas, y llegamos al final del guión en seis de ellas. De esas seis, cuatro de ellas se terminaron pero había muchos fallos que no me gustaban. Había dos que valían, y es que la última fue perfecta, me hizo vibrar, salió todo como esperaba. Cuando terminamos fue una satisfacción tremenda.

P: Me parece que en el corto hay tres posturas principales. Dos claramente opuestas (una que defiende a las personas con enfermedades mentales y un conjunto que se opone) y una algo gris, el protagonista, que realmente no se posiciona con claridad. Esto ayuda aún más a que el mensaje no sea tan obvio y obligue al espectador a reflexionar.

S.R.: Yo veía a la comunidad como un conjunto, heterogéneo, pero conjunto al fin y al cabo. El hecho de situar la historia en una junta de vecinos me permitía liberar a los personajes de las ataduras y correcciones políticas de las redes sociales o de lugares más públicos en los que se podrían cortar más con sus opiniones. Aquí no, aquí se iban a expresar tal y como quisieran, y sería creíble. Es por ello que el trabajo de Raúl Fernández de Pablo a la batuta como protagonista es tan importante. Quería plasmar esa diversidad de opinión y posiciones, no hay una respuesta clara y realmente es muy fuerte que un grupo de personas pretenda negarle a alguien el acceso a una vivienda.

Santiago Requejo dando indicaciones durante el rodaje de Votamos junto a Raúl Fernández de Pablo, protagonista de la cinta.

P: Tanto en Votamos como en tu anterior largometraje, @buelos, muestras un discurso de compromiso social desde un tono más cómico que dramático. ¿Consideras que la comedia es la mejor arma para este tipo de mensajes?

S.R.: Realmente hacer una buena comedia, como las de Billy Wilder por ejemplo, es muy complicado. Lo cierto es que el drama te permite abordar temas, digamos, más serios, y a mí me gusta conjugar esto con la comedia a modo de válvula de oxígeno que permita respirar a la historia, no hacerla tan trágica. No me considero un defensor de causas perdidas, quizás en estas historias en las que das voz a minorías no tan representadas te salen cosas más auténticas.

P: Parece que en los últimos años el cortometraje se ha convertido en el género predilecto para la denuncia social, tanto a nivel internacional como internacional, ¿a qué crees que se debe?

S.R.: Estoy de acuerdo. Creo que en el mundo del cortometraje, los cortometrajistas en general, hay menos miedo a arriesgar que a la hora de hacer una película, en donde quizás hay más motivos económicos en juego y menos capacidad de asumir riesgos. Es por ello que hay voces más reivindicativas. En un cortometraje puedes abrir interrogantes y no cerrarlos, y quizás en una película estés más obligado a ello y es justamente eso lo que hace que sean los cortos tan propensos a tocar temáticas más abiertas a debate y reflexión. Los cortos abordan la vanguardia de lo que se cuenta. Yo he podido pasar por festivales en los últimos meses y lo cierto es que en nuestro país se hacen cortos maravillosos que tratan muchas temáticas obviadas por grandes producciones.

P: Justo sobre eso es interesante hablar, ¿percibes cierto miedo por parte de las grandes productoras a la hora de financiar proyectos en los que se aborden temáticas como la que trata Votamos?

S.R.: Eso es un melón muy grande y muy interesante de abrir (risas). Hacer cine es un lujo, un privilegio, que poca gente se puede permitir. Yo lo comparo a un músico, un violinista por ejemplo. Él puede tocar el violín cuando quiera, pero si quiere tocar con una orquesta necesita a otros cien músicos, un director… Y eso cuesta mucho dinero. Es por ello que, salvo que seas un nombre reconocido en la industria y vaya a interesar tu obra prácticamente cuentes lo que cuentes, es muy complicado que te financien una historia mínimamente arriesgada.

P: Para terminar, varios cortos y un largometraje llevan tu firma y parece que hay un corto en camino…

S.R.: ¿Por qué dices lo del corto? ¿Por la noticia de que voy a hacer un corto sobre una leyenda de Plasencia?

P: Sí.

S.R.: No te puede ni imaginar la de gente que me ha llamado para preguntarme y felicitarme por ello. Es una inocentada de una revista de Plasencia, de donde soy (risas). Me preguntaron si podían hacerla y les dije que sí, pero es que el artículo parece verdadero al 100%, se lo ha creído mucha gente.

P: Pues yo me la he comido con patatas (risas). Entonces, ¿qué es lo próximo que podemos esperar de Santiago Requejo?

S.R.: Yo tengo ahora mismo escritos tres largometrajes y estoy empujando por ellos, pero también me llama mucho el tema de los cortos. Creo de verdad que es un género en sí mismo. De hecho prefiero llamarlas, por ejemplo hablando de Votamos, «películas de doce minutos», no cortometrajes. Tengo ideas para películas cortas que voy a hacer. Y con la nominación al Goya la verdad estoy muy ilusionado a seguir adelante.

P: Mucha suerte con esos proyectos y en los Goya. Muchísimas gracias por atendernos.

S.R.: Muchas gracias a vosotros.