‘Rambo: Last blood’, la locura sana

Título original: Rambo: Last Blood

Año: 2019

Duración: 89 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Adrian Gunberg

Guion: Matthew Cirulnick, Sylvester Stallone y Dan Gordon

Música: Brian Tyler

Fotografía: Brendan Galvin

Reparto: Sylvester Stallones, Paz Vega, Sergi Peris-Mencheta, Óscar Jaenada, Yvette Monreal y Adriana Barraza

Productora: Balboa Productions, Campbell Grobman Films, Dadi Film Group, Lionsgate, Millennium Films, NYLA Media Group, Templeton Media

Género: Acción, aventura, thriller

Ficha en IMDb

Ahora que no nos lee nadie debo confesar que estoy un poco enamorado de la actitud de Sylvester Stallone hacia el cine. Ya sea boxeando en un ring, ganando un concurso de pulsos, escapando de un túnel de autopista sepultado o vendiendo sus instintos bélicos a terceros en calidad de mercenario, el potro italiano parece regirse siempre por la norma de no elegir proyectos que no le hagan disfrutar durante el rodaje. Stallone es un señor que hace cine para pasárselo bien, y eso siempre lo voy a respetar.

Sly vuelve al ruedo con estética de neowestern, litros de sangre falsa y toneladas de dinamita con esta quinta y última entrega de la saga del veterano John Rambo; Rambo: Last blood (Adrian Grunberg, 2019). Con un inicio a caballo prometedor, esta historia construye de forma algo apresurada un argumento y una estética que recuerda bastante a la venganza (Pierre Morel, 2008) de Neeson. Un Rambo ya entrado en años debe viajar a México para rescatar a su sobrina, que ha sido secuestrada por una mafia de trata de blancas. A pesar de su prometedor comienzo, donde se nos anticipa una obra desinhibida y desacomplejada, el tono de la primera mitad de la película tiene un aura de telefilm familiar empalagoso que poco o nada tiene de la esencia de esta saga de explosiones y triples saltos mortales con el cuchillo entre los dientes.

Sylvester Stallone machete en mano en una escena de la película.

El principal problema de la cinta no es, en realidad, su (efectivamente) mediocre guion, pues nadie con dos dedos de frente acude a ver una obra de Rambo en busca de verosimilitud y profundidad argumental. Yo venía a verle a usted con una metralleta en cada mano y gritando con la boca torcida desde el minuto 1 a ser posible, señor Stallone. Sin embargo, uno tiene la sensación de que algo de la picaresca inherente a esta serie se pierde entre los desacertados intentos de construir un relato crepuscular y melancólico en torno a un personaje del que hace ya mucho tiempo que no esperamos más que machetazos y volteretas molonas. No obstante, cuando en torno a la mitad de la cinta Stallone se sacude de una vez por todas ese afán de repetir el fenómeno Creed (Ryan Coogler, 2015) y empieza por fin a hacer gala de sus marcados músculos de culturista septuagenario se alcanza un producto plenamente disfrutable para los fans de la acción cafre y kamikaze que ha impregnado toda la filmografía de este héroe de acción americano.

Parte de la historia se desarrolla en México, lo que en una película de Hollywood significa habitualmente (y no se muy bien por qué) un montón de actores españoles fingiendo con toda su dedicación un acento que no es el suyo. En esta ocasión los afortunados seleccionados han sido los conocidísimos (y talentosos) Sergio Peris-Mencheta, Óscar Jaenada y una muy desaprovechada Paz Vega.

Óscar Jaenada y Sergi Peris-Mencheta en una escena de la película.

Con esos treinta minutos finales que componen uno de los momentos más bizarros y autocomplacientes de la saga y más músculos marcados de los que cualquier ser humano talla estándar tiene en su cuerpo, Sylvester Stallone se ha calzado una vez más sus botas de rodeo para despedirse por todo lo alto del personaje que le convirtiera en el icono pop que es hoy en día. De nuevo Sly nos ha dejado claro que nos enterrará a todos. ¡Larga vida a los artistas sin complejos!

Lo mejor: Su desmadrado desenlace y sus nostálgicos créditos finales.

Lo peor: Tarda demasiado tiempo en darnos lo que promete.

Nota: 6,5/10

https://youtu.be/wWfq7kI-GZI