Título original: Plan 75
Año: 2022
Duración: 105 min.
País: Japón
Dirección: Chie Hayakawa
Guion: Chie Hayakawa
Música: Rémi Boubal
Fotografía: Hideho Urata
Reparto: Chieko Baisho, Hayato Isomura, Stefanie Arianne, Yumi Kawai, Taka Takao, Hisako Ôkata, Kazuyoshi Kushida, Yûsaku Mori, Yôko Yano, Mari Nakayama, Motomi Makiguchi, Koshirô Asami, Hiroaki Kawatsure
Compañías: Coproducción Japón-Francia-Filipinas; Happinet Phantom Studios, Loaded Films, Urban Factory
Ficha completa en FilmAffinity
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Una distopía puede ser más o menos cercana, más o menos futurista o fantasiosa. A mí la que más me impacta y preocupa, claro está, es aquella que parece más verosímil. En este sentido, Plan 75 es una ficción que deja muy mal sabor de boca por lo realista que llega a resultar y por los debates tan incómodos que propone. Así, la historia retrata las políticas de un Japón que intenta mitigar el coste económico que supone el envejecimiento de la población empleando la eutanasia en personas mayores de 75 años. Por controvertido que pueda parecer, la distopía es un género que critica la situación de cada sociedad acentuando sus defectos, convirtiéndose en una advertencia que trata de animar a cambiar el rumbo que se está tomando antes de que sea demasiado tarde. Y pese a la crudeza presentada en la película, la situación del Japón actual en sí ya invita a la reflexión al ser el lugar del planeta que tiene la mayor proporción de población anciana. Y la situación todavía va a empeorar más.
Resulta tan ilustrativa la advertencia que plantea la cinta que la denuncia trasciende la frontera nipona y llega a países como España, que en los próximos años tendrán que verse apelados por el inevitable devenir del drama demográfico. También desde Japón, hasta la fecha nos han llegado preocupantes noticias como el debate que se destapó a raíz de las polémicas declaraciones de un economista, para quien la “solución” estaba “muy clara”, “el seppuku en masa de los ancianos”, señalaba haciendo referencia a la “honorabilidad” del ritual en torno al suicidio tal y como lo contemplan los códigos de la tradición samurái. Y a pesar de que este investigador terminó retractándose, hubo una alarmante cantidad de personas que secundaron este mensaje. ¿Llegaría una sociedad actual hasta tal extremo? La pandemia ha dejado episodios tan dramáticos que espanta imaginar cuál podría ser la respuesta.
Pese al horror de su fondo, una sutil belleza está presente en todo momento en Plan 75 y la humanidad que esencialmente refleja se abre paso provocando un estallido de emociones. Bajo la dirección de Chie Hayakawa, el contraste se convierte en una herramienta muy poderosa para tratar estos temas. La encorsetada sociedad japonesa y la rectitud de su cultura se convierten en un contrapunto que choca con la silenciosa resistencia que terminan ejerciendo sus protagonistas, víctimas o verdugos. El tratamiento de la película acerca a los espectadores hasta tal punto que se convierten en testigos y, por último, en cómplices. Es la atmósfera que crean los planos fijos, duraderos, con escenas costumbristas que convierten la ficción en cotidianidad. Y la delicada banda sonora acompaña a la perfección a estas imágenes hasta con los silencios.
Descuentos, ventajas, anuncios televisivos… Los diálogos dejan frases impactantes por la normalidad que imprimen y poco a poco se va estableciendo que quien no puede contribuir es una carga para los demás y tiene que quitarse de en medio. Sin embargo, el verdadero poder evocador de Plan 75 reside en su poderosa fotografía, que explicita el drama en un idioma universal que interpela a cualquier persona. Las arqueadas y temblorosas manos de los protagonistas, su errática y débil movilidad, el cansancio de sus rostros… las imágenes lo dicen todo en una película que bien podría ser muda.
Ni la ficción ni el choque cultural consiguen generar suficiente distancia como para que el espectador no se sienta directamente interpelado.
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Lo mejor: La fotografía.
Lo peor: La película avanza muy lentamente, pero quizás sea necesario.
Nota: 8/10