‘Pain & Gain’, la obra maestra de Michael Bay

Pain & Gain es una obra maestra. Eso es un hecho. La película, estrenada en 2013, fue la primera incursión del denostadísimo Michael Bay en un cine que no implicase vehículos-robot gigantes pegándose desde el estreno de la primera Transformers en 2007.

Bay, para los que no lo ubiquéis, es ese muchacho alto, rubio, que parece sacado de una producción de Disney Channel sobre surferos, y que ha dirigido obras capitales como Armageddon (la de los granjeros en el espacio), la saga Bad Boys o esa Pearl Harbor en la que una secuencia de acción espectacular estaba rodeada de Ben Affleck enamorándose. Ese es Michael Bay.

Dwayne Johnson, Mark Wahlberg y Anthony Mackie en Pain & Gain

Pero en 2013, cuando el cansancio por la saga Transformers comenzaba a aflorar, Michael Bay se encontró con un guion que le permitiría explotar como autor, justificar toda su carrera como cineasta con 130 minutos de caos absoluto; el guion que le permitiría rodar su 2001, su Origen, su Padrino: Pain & Gain.

Pain & Gain está basada en una historia real; un historia real tan absurda, loca y rematadamente estúpida que, cuando quedan unos 20 minutos de metraje, Bay tiene que recordarnos que es una historia real (concretamente, mientras Dwayne “The Rock” Johnson saluda a una vecina mientras cocina cuatro manos a la barbacoa en mitad de la calle a plena luz del día ). El argumento gira en torno a Daniel Lugo, un monitor de gimnasio que cree en el fitness, el sueño americano y Johnny Wu (uno de esos hombres hechos a sí mismos que se dedican a decirles a los demás que tienen que dejar de no hacer cosas y empezar a hacer cosas).

Un día Lugo, cansado de no poder tirarse a una de sus clientes en el gimnasio, decide que es el momento de hacer realidad su sueño americano. Y recluta a Anthony Mackie y Dwayne Johnson, sus colegas del gimnasio, todos hasta arriba de esteroides y con cuerpos que parecen esculpidos en roca, y se ponen de acuerdo en que la forma perfecta de hacer dinero rápido es secuestrar a uno de los clientes ricos que van al gimnasio.

Mark Wahlberg en Pain & Gain. Y un product placement nada disimulado

La historia es absurda, especialmente porque los protagonistas son tontos no, tontísimos. Y porque, al ver una historia que tuvo lugar hace 20 años ahora, podemos mirarlos con la comprensión que da el tiempo, y pensar en que, sí, eran estúpidos, pero lo eran persiguiendo su sueño. Y eso es bonito, ¿no? En realidad, no. Michael Bay, al menos no cree que lo sea.

Por eso Pain & Gain es una película estupenda, porque aplica todo lo que le gusta del cine a una historia con cuyos personajes él es incapaz de empatizar. Es una obra misántropa, en la que Bay nos muestra que no hay forma de salir de la espiral del capitalismo, pero tampoco de la espiral de mierda que es… ser una persona (sí, seguimos hablando del director de Transformers: La era de la extinción).

Dwayne Johnson en Pain & Gain que, aunque no lo parece, es una historia real

Los músculos, las chicas en bikini, que la mitad del tiempo a todo el mundo le falte ropa, las virguerías gratuitas con la cámara, las banderas americanas, los cochazos, el lujo… todo lo que nos hace pensar en el cine de Michael Bay está ahí. Incluso hay un plano en el que los tres protagonistas caminan alejándose de una explosión sin mirar atrás. Porque, en ese momento, la historia la cuentan ellos, y en ese momento ellos molan. Y al final quizá no les importa tanto qué les pase, porque ese pequeño trozo justifica todo en lo que creen. Y ellos creen en el fitness.