La más reciente película de Steve Carrell (The Office) y el creador Jesse Armstrong (Succession, In the Loop, Four Lions), es uno de esos interesantes ejercicios de gimnasia mental. Con tales antecedentes era evidente que iba a ir más allá de la simple comedia. Más bien, abundante en ironías y agudos comentarios sobre aspectos relevantes de la sociedad actual.
Mountainhead es mucho más que una simple reunión de antiguos ‘tecnobros’, ahora convertidos en gurús de las tecnologías. Es la exposición del pensamiento de las nuevas élites convertidos en los próceres de la IA (inteligencia artificial) y precursores del transhumanismo definitivo. Caricaturiza y ridiculiza hasta el esperpento a ese perfil de empresario «mil-mi». Mil millonarios, mega multimillonarios o como se denomine a aquellos beneficiarios de grandes pelotazos en formato ‘start-ups’ unicornio.
Una exclusiva mansión en la cima de una montaña, es la guarida para cuatro empresarios orgullosos de su patrimonio neto, que se reúnen para jactarse y regodearse del éxito y de la preponderancia social. Hasta el POTUS es un mindundi para ellos. La idea original es exponer a estos vanidosos y megalómanos, que se creen en la obligación moral de dirigir los designios de la Humanidad. La soberbia de quien cree poseer una inteligencia superior, por haberse hecho ricos. Como si fuese un derecho divino.

En siglos anteriores, además de monarcas y autócratas, los grandes comerciantes o banqueros y magnates de la industria asumían ese papel. Rodeados de ese halo de misterio y conspiracionismo siempre tan vinculado a las reuniones de la masonería, los Foros de Davos y los Club Bildeberg de turno. Sin olvidar a otras sociedades secretas aún más inquietantes.
El Código Da Vinci explotaba la idea de los Illuminati y las Órdenes religiosas, trama que fascinaba a Tom Hanks. De igual forma que los masones a Nicolas Cage en la entretenida La Búsqueda. Las hermandades universitarias, la CIA y otras prácticas oscuras relacionadas con el poder también era el argumento en The Skulls. Una buena dosis de historia económica y política.
Mountainhead, sin embargo, es una controversia de pura actualidad. Refleja a un grupúsculo de tecnófilos, bastante identificable, convertidos en los más ricos del planeta. Y lo que es más determinante: en los dominadores de la información, de la comunicación y de los datos. El control del mensaje, del relato. La Quinta Esencia para el poder: la política y los negocios.
En esta reunión de directores generales (ahora ya denominados CEO), se reúnen los amos de nuestro mundo, de la Era de Internet y la Inteligencia Artificial. Redes sociales influyentes, plataformas de comercio, de estilo de vida, y cómo no, de aplicaciones de IA.
En el trasfondo de toda la acción sobrevuelan los bulos y la desinformación (‘deep fakes’), capaces de avivar el fuego de la polarización y ahondar en crisis económicas. Crisis que lejos de ser inquietantes, son una oportunidad para ganar en influencia sociopolítica e incluso acrecentar sus fortunas.

Van tan sobrados que piensan que dirigir un país cualquiera de Sudamérica es más fácil que impulsar sus proyectos empresariales. Condescendientes con la realidad de dichas naciones, planean golpes de Estado o revoluciones, u originar apagones en Europa, como si se tratase de una simple acción de marketing para sus ‘start-ups‘. Por supuesto, otro objetivo primordial es instaurar las criptomonedas. Cuando no, nuevas vacunas, carne impresa en 3D o deliciosos insectos en lata. El común de los mortales viajará y tendrá vehículos según ellos decidan.
¿Unos tecnócratas podrían derrocar incluso a los propios EEUU? Es una de esas fabulosas películas en las que se desenvuelven con soltura dialéctica, y con un trascurso de la acción en apenas tres escenarios. Por ello en sus diálogos, estos personajes en el amplio sentido de la palabra, despachan su prepotencia con rimbombantes argumentos filosóficos, políticos y económicos con el que justificar su plan de un nuevo (Tecno) Orden Mundial. Todo adaptado a su cosmovisión tecnológica.
La destrucción creativa, la aversión a la desaceleración (el crecimiento constante), alusión a grandes pensadores filosóficos, conceptos económicos drásticos para refundar países fallidos… ¿Hay algún tipo de límite o dilema ético que pueda frenar a estos sociópatas? El desafío de las Leyes para seguir acaparando datos y dinero, por muy benefactores que se muestren con las acciones filantrópicas de sus Fundaciones.
Mountainhead es una muy buena crítica, en formato cómico y satírico de esta nueva élite que está por encima del bien y del mal. Nada distópica como otras propuestas muy interesantes que recurren a la ciencia ficción. Una delicia por lo realmente esperpénticas que deben ser esas veladas. Y un argumento no sólo apto para los más anticapitalistas, tecnoescépticos o más propensos a las teorías conspirativas.