Título original: Moonage Daydream
Año: 2022
País: Estados Unidos
Dirección: Brett Morgen
Guion: Brett Morgen
Reparto: David Bowie
Productora: Public Road Productions, BMG, Live Nation Productions. Neon, HBO Max
Género: Documental musical
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El último documental sobre David Bowie empieza con una pantalla en negro. Sobre esta, una cita del artista. Se pregunta el británico – mientras cita a Nietzsche – qué debe hacer el hombre con aquel inmenso hueco que ha provocado la muerte de Dios. Un poco más adelante en el documental, el mismo Bowie afirma que tanto él como otras «estrellas» de su época son simplemente dioses que irán al infierno. Porque Bowie se entiende a sí mismo como una figura imposible, contradictoria y brumosa que, aún ser consciente de su imperfección, necesita abarcarlo todo. Necesita serlo todo. ¿Cómo debemos, entonces, abordar un documental sobre David Bowie? ¿Cómo componemos el retrato de la persona de los mil y un rostros? ¿Qué debe aparecer en este documental cuando, a priori, absolutamente todo es Bowie? ¿Debe esta película mostrarlo todo?
Sin duda el mayor mérito de Brett Morgen – director, guionista y montador de Moonage Daydream – es el de comprender que no es tan interesante filmar a Bowie como filmar su mirada, entender su forma tremendamente atípica de entender el mundo. El artista defiende durante varias de las declaraciones que el documental rescata que lo caótico es una cualidad que las sociedades contemporáneas (sometidas a una visión puramente fragmentada) deberían volver a abrazar. La obra de Morgen adopta estos valores a la perfección, hasta el punto en el que Moonage Daydream no busca ser otra cosa que un viaje a la mente de David Bowie.
Estamos ante un viaje psicodélico, adrenalínico y explosivo, ante una experiencia cinematográfica que abraza el caos como único vehículo posible hacia el homenaje. Morgen lleva a cabo un recopilatorio pasional de imágenes de archivo de Bowie, pero siempre con el objetivo de nunca priorizarlas sobre otros imaginarios. El material se toma prestado simplemente para deformarlo y reescribirlo. Como si del mejor de los cines experimentales se tratara (ecos de Norman McLaren y Stan Brakhage resuenan sin parar), Moonage Daydream se define como una experiencia imposible de verbalizar, donde lo táctil y lo químico dialogan como si de un viaje de ácido se tratara. Esta odisea es tan inabarcable como la figura a la que rinde tributo.
Morgen decide que, ante una de las invidualidades más carismáticas de la cultura pop, la única decisión posible es la de emular un soliloquio, la de dejar que sea la voz de Bowie la única que articule este documental. Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni expertos. Bowie, Bowie y solamente Bowie. Moonage Daydream es una montaña rusa del ego, un Carnaval solipsista o una pastilla compartida. Se genera en la gran sala de cine una intimidad esotérica, un espacio donde la fascinación por lo sensorial explica a Bowie mejor que cualquier documento informativo. Esta no es la historia de Bowie, esto es su universo.
Moonage Daydream es demasiadas cosas al mismo tiempo de la misma forma que este texto no puede evitar parecer poco más que las memorias de un lunático (o simplemente de un exagerado). No solo estamos ante una de las mejores películas del año, sino también ante lo que me atrevería a señalar como una rara avis en el género. ¿Al fin y al cabo no es abrumadoramente rompedor encontrarnos con un documental musical donde la música es secundaria? Morgen no se centra tanto en lo sonoro como en lo estético, orquestrando así una cavalgata rizomática de recortes visuales, un collage estrambólico de ideas siempre manchadas por el color del neón.
El documental no se molesta en detallar el origen de las imágenes que lo componen. Da igual que hayan sido rodadas por Bowie o por otros. Da igual que aparezca Bowie en ellas o no. Incluso da igual que estas hayan sido una inspiración para la obra de Bowie o, por el contrario, se hayan visto inspiradas por la obra de Bowie. No hay causalidad que importe aquí. ¿Qué más da si Bowie leía a Nietzsche o si Nietzsche escuchaba a Bowie? Lo único que vertebra Moonage Daydream – más incluso que el propio artista – es el tiempo. Un tiempo que no empieza ni termina, tal y como al británico le gustaba entenderlo. Un tiempo que llegó a permitir la muerte de Dios pero que no puedo proclamar la de Bowie.
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Lo mejor: Que ante la inabarcable figura de Bowie, el documental no pueda hacer otra cosa que desbordarse
Lo peor: Quien venga por las canciones quizás salga algo mareado…
Nota: 9/10