mi vacio y yo
Fotograma de Raphaëlle Pérez en 'Mi vacío y yo' (Foto: Filmin)

‘Mi vacío y yo’, el camino hacia sentirse completo

Titulo original: Mi vacío y yo

Año: 2022

Duración: 98 min

País: España

Dirección: Adrián Silvestre

Guion: Carlos Marqués-Marcet, Raphaëlle Pérez, Adrián Silvestre

Fotografía: Laura Herrero Garvín

Reparto: Raphaëlle Pérez, Alberto Díaz, Carles Fernández Giua, Carmen Moreno, Marc Ribera, Isabel Rocatti

Productora: Adrián Silvestre Films, Alba Sotorra, ICAA, Promarfi Futuro 2010, Testamento PCT

Género: Drama | Transexualidad / transgénero

Ficha en Filmaffinity

El cine nos ha brindado algunas decepciones en su trato sobre ciertos temas sociales. Las cuestiones más delicadas han llegado a estar faltas de un sustento realista que los aparte de los estereotipos y clichés. En este sentido, Mi vacío y yo, el nuevo largometraje de Adrián Silvestre, fue construido a la par y bajo las mismas intenciones de realismo que su documental Sedimentos (2021), sobre las experiencias de algunas mujeres trans.

Ante un filme tan fresco e interesante como es Mi vacío y yo, no pude evitar pensar en el fiasco cinematográfico que fue la polémica Girl (2018), de Lukas Dhont, que sobrepasó los límites de lo trágico para contar una realidad a medias. Por ello, la película consigue sorprender con un relato personal, realista y agradable, que no nos aleja de cierta crudeza pero que tampoco nos sumerge en el drama absoluto.

Raphie es una joven a la que le diagnostican disforia de género. A partir de ahí, se embarca en un camino de aceptación y transformación que va más allá de lo físico, porque este proceso es, ante todo, personal y emocional. Lejos de ser encasillada en sus circunstancias identitarias, la protagonista es una mujer con personalidad y aspiraciones, con miedos e inseguridades. Es un personaje al que podemos conocer muy bien, algo vital para la construcción de un relato repleto de frescura y autenticidad.

Fotograma de Mi vacío y yo (Foto: Cineuropa)

Además, el guion de Mi vacío y yo rechaza la estética de la ficción, a pesar de ser una, para elegir palabras y argumentos propios de un documental. Esta característica no ficcional es la causante de gran parte del realismo de la historia, construida a partir de las experiencias de la propia actriz, Raphaëlle Pérez, que se interpreta a sí misma. Los personajes mantienen conversaciones que se transforman en debates, reflexiones sobre la concepción del género, los prejuicios sociales en torno a las personas trans o incluso el amor y los vínculos sentimentales.

Las charlas, las relaciones y las situaciones desesperanzadoras nutren el desarrollo personal de la protagonista, sumida en un camino lleno de trabas, pero que forman parte de ese sincero proceso de aprendizaje, como la vida misma. De este modo, el filme equilibra muy bien las dosis de buen humor con situaciones algo más duras y desgarradoras, sin que ninguna de las dos partes supere a la otra. La película no se despega de la realidad social que nos cuenta, y su contexto contemporáneo otorga aspectos estéticos muy interesantes: citas en Tinder crisis de identidad, pasando por la moda, el arte y las creencias propias del amor romántico.

Mi vacío y yo es un relato muy personal sobre lo que significa sentirse completo, o por el contrario, vacío. Su clave reside en ofrecer una visión precisa sobre los procesos de transformación y aceptación, en un mundo que no siempre lo acepta todo. Podemos interpretarla en una doble vertiente: por un lado, representa la realidad trans de una forma muy acertada; por otro, nos habla de lo que supone la búsqueda de uno mismo con el fin de encontrarnos y sentirnos completos. Toda esta composición permite presentar un filme entretenido y honesto, que transmite muy buenas sensaciones al tiempo que nos invita a reflexionar sobre todas las cuestiones que plantea.

Lo mejor: Los personajes y diálogos cargados de realismo.

Lo peor: Es una historia muy lineal de la que no podemos esperar grandes giros de guion.

Nota: 7’5 / 10