Stella Inda en Los olvidados (1950) Luis Buñuel
Las manos trabajadoras de la madre de 'Pedro' (personaje interpretado por Stella Inda). Fotograma de 'Los olvidados' (1950) de Luis Buñuel

‘Los olvidados’ de Buñuel, un compromiso ético en el cine mexicano

El compromiso ético se ha expresado distintamente en toda la historia del cine. Sin duda, la obra buñueliana es construida bajo una visión crítica sobre los paradigmas éticos de su época. Obras emblemáticas del cine mexicano como Los olvidados (1950), Susana, (1951), Él (1953) y Nazarín (1959) expresaban estos fenómenos a los cuales Buñuel cuestionaba desde su ojo cinematográfico.  

Luis Buñuel llega a México en 1947: los años de la Época de Oro del cine mexicano. La mayoría de las obras de este período eran películas que retrataban la estética de la mexicanidad, los rasgos culturales propios, el melodrama mexicano, etc. Buñuel conoce ese México y se enamora de él, pero también se da cuenta de otro México. El México de la negación del otro(a) encubierto(a) por estructuras de dominación de la modernidad como el capitalismo, la sociedad patriarcal, racista, el fundamentalismo religioso y/o la urbanidad que marginaba a esos olvidados de la Ciudad de México.  

El ojo crítico en el cine de Buñuel 

No hay cine bueno o cine malo a juicio de Buñuel, hay cine con una lógica desde su compromiso ético. El cine, para Buñuel (1958), “es capaz de arrebatar cualquier estado emocional y espiritual como ninguna otra expresión humana. Pero como ninguna otra es capaz de embrutecerlo” (p.1). Es decir, el cine, desde su visión, es un instrumento estético y de compromiso ético con los sectores populares, pero existe también un cine que justifica ideológicamente las estructuras de dominación que hemos hablado.  

Buñuel plantea una estética cinematográfica que va más allá de un realismo social expresado, por ejemplo, por el neorrealismo italiano. Buñuel se interesa más por descubrir lo que encubre al otro(a) y utiliza todos los instrumentos posibles del lenguaje cinematográfico para aceptar ontológicamente a ese otro: las figuras retóricas, la sinapsis, la fantasía, el sueño o el relato.  

Alfonso Mejía Silva en Los olvidados (1950) Luis Buñuel
Escena del sueño de ‘Pedro’ (interpretado por Alfonso Mejía Silva). Fotograma de ‘Los olvidados’ (1950) de Luis Buñuel

Es decir, desde el joven Buñuel hasta el Buñuel maduro expresaba que había un cine caracterizado por un vacío moral, intelectual y de contenido. Por ejemplo, para Buñuel (1958), “el misterio, elemento esencial de toda obra de arte, falta por lo general en las películas” (p.1). El cine al que se refiere nuestro realizador es el que carece de la sinapsis de contenido y, de esta forma, se reduce al espectador a que no participe con su fantasía, su deducción, reflexión e imaginación.  

El criterio ético como elemento cinematográfico en ‘Los olvidados’  

Decir que Buñuel contiene un criterio ético no quiere decir que otros cineastas no lo tengan. Claro que lo tienen, todos. Por un lado, en la historia del cine hemos podido ver obras humanistas y críticas como, por ejemplo, en Las estatuas también mueren (1953) de Chris Marker donde se afirmaba la alteridad de otras culturas. Por otro lado, tenemos el cine, estética y ética deshumanizante como las obras de Leni Riefenstahl o un sector del cine norteamericano que es explícitamente apologista del mundo bélico.  

Los olvidados es la visibilidad de lo que debe ser descubierto para Buñuel: el sector pobre y marginado de la Ciudad de México. Buñuel exhibe cómo la pobreza es negada material y ontológicamente. Buñuel se acerca a este tipo de fenómenos (reales) desde un ojo crítico, además con una construcción de relato maravillosa y una estructura cinematográfica poética, lírica y onírica. 

En el estreno de Los olvidados, en México, fue criticada por un sector de la élite política y social mexicana. Buñuel decía que recibía esas críticas desde un chovinismo mexicano. Sin embargo, también fue recibida con elogios por el sector intelectual mexicano: por ejemplo, el muralista David Alfaro Siqueiros y el escritor Octavio Paz eran públicamente defensores de esta película. Estos intelectuales eran cautivados con esta obra por su veracidad de la innegable problemática social e interna del México de la época. 

Los olvidados (1950) Luis Buñuel
Fotograma de ‘Los olvidados’ (1950) de Luis Buñuel

Un cineasta socialmente comprometido 

Una aportación maravillosa del cine de Buñuel al cine mexicano fue su compromiso con los sujetos negados, con los olvidados: el entorno de violencia y pobreza, personas con discapacidades, los huérfanos, la clase trabajadora. Nuestro cineasta expresó, en su obra, la preocupación por cuidar el lenguaje cinematográfico como instrumento para hacer arte y simultáneamente su preocupación por mostrar fenómenos que la élite mexicana intencionalmente no deseaban ver.  

En el cine mexicano ya se habían realizado películas desde el otro(a) sujeto(a) negado(a); por ejemplo, El rey del barrio (1949), Aventurera (1949) o Nosotros los pobres (1947) son películas que evidenciaban este fenómeno. Sin embargo, la maestría de Buñuel fue evidenciar las razones por las cuales se encubre a ese otro. Y no solo lo hacía con el compromiso humano, sino que su cine no dejaba de ser fiel a los recursos poéticos que tanto defendió durante toda su vida.   

En este sentido, Buñuel no es solo el maestro del cine mexicano por su genialidad literaria, cinematográfica y filosófica, sino por su compromiso ético con las transformaciones sociales necesarias. Por estas razones, la Época de Oro del cine mexicano también lleva su nombre y su indudable herencia. Basta con solo escuchar a los grandes del cine mexicano como Gabriel Figueroa o Arturo Ripstein que siempre expresaron su admiración, influencia y, sobre todo, respeto por Don Luis Buñuel Portolés.  

Roberto Cobo en Los olvidados (1950) de Luis Buñuel
‘El Jaibo’ (personaje interpretado por Roberto Cobo). Fotograma de ‘Los olvidados’ (1950) de Luis Buñuel

Bibliografía  

Buñuel, L. (1958). El cine, instrumento de poesía. Vol. XIII. Numero 4. Universidad Nacional Autónoma de México.  

Buñuel, L. (1982). Mi último suspiro. Debolsillo. Barcelona, España.