Fotogramas de 'Scarlet' (Marcelo, 2022)

‘Scarlet’ y la dualidad

Título original: L’envol

Año: 2022

Duración: 100 minutos

País: Francia

Director: Pietro Marcello

Guion: Pietro Marcello, Maurizio Braucci, Maud Ameline, Geneviève Brisac

Música: Gabriel Yared

Fotografía: Marco Graziaplena

Reparto: Raphaël Thierry, Juliette Jouan, Louis Garrel, Noémie Lvovsky, Yolande Moreau, François Négret, Ernst Umhauer, Inès Es Sarhir, Antonin Stahly-Vishwanadan, Athénaïs Sifaoui-Blanc

Productoras: arte France Cinéma, CG Cinéma, Match Factory Productions, RAI Cinema, Avventurosa, Eurimages, Ministero della Cultura

Género: drama, romance

Ficha completa en FilmAffinity


La figura de Pietro Marcello ya no es desconocida en el panorama de cine de autor europeo. Fue sin duda su anterior película, Martin Eden (2019), una obra política sublime, la que le catapultó al éxito y hacer que Scarlet sea tan esperada.

Si en la anterior película adaptó una novela de Jack London, en esta le toca al ruso Alexander Grin. Empieza a la vuelta de Raphael (Raphael Thierry) a su pueblo tras abandonar las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Al llegar, encuentra que su hija ya ha nacido, pero que su mujer murió tras no superar la violación de un vecino. Esto hará enfrentar a este hombre, de profesión ebanista, contra toda una población. Con los años, su hija Juliette (Juliette Jouan) crece y una bruja predice que cuando dos velas rojas surquen el cielo, ella saldrá del pueblo.

Scarlet es una historia sencilla, un cuento de hadas para adultos, pero con sentimientos que desbordan sus marcos. El pueblo y sus vecinos sirven de opresión ante dos personas con habilidades manuales y espirituales excepcionales. El padre es un maestro de la madera; la hija, un alma inquieta. Su salvación está afuera de los límites de la localidad. Mientras que Raphael salió y tuvo que volver con una pierna coja, Juliette espera a ese amor caído del cielo, que encarna en la película Louis Garrel.

La dualidad entre la ida y la vuelta se mantiene durante toda la película. Incluso desde una fotografía granulada en 16 mm se consigue mantener formalmente esta sensación, aumentando lo cautivador de la historia.

De hecho, la dicotomía persiste una vez acabada, sobre todo a la hora de abordarla. La fotografía es preciosa, pero sabes que es por el abuso de, en esencia, grabar tanto en el amanecer como en el atardecer.

La segunda mitad es muy cercana al cine de Jacques Demy por su sentido de casualidad y por algunos momentos musicales que recuerdan a Los paraguas de Cherburgo (1964) o a Las señoritas de Rochefort (1967). Incluso, la debutante actriz que interpreta a Juliette encajaría perfectamente en estas obras anteriormente citadas. Sin embargo, la justificación de la casualidad es la magia -en cuanto a hechicería, supersticiones, adivinación-. Se puede valorar esto como un cierre del círculo del cuento de hadas, seguramente siendo fiel a la obra de Grin, o una necesidad de justificar una conclusión que puede no servirle a los más cínicos – curiosos los tiempos, ya que las eventualidades de Demy sustentaban obras maestras-.

Al final, ya sea de una manera u otra, esta pequeña y sencilla obra conquista y hace dudar. Expone las virtudes de su director, pero también los defectos formales y de guion. Somete a su espectador a un verdadero juicio crítico, lo que se valora en tiempos tan poco dados a ellos.


Nota: 7/10

Lo mejor: el debut de Juliette Jouan

Lo peor: la simpleza que algunas veces esconde la sencillez