‘La abuela’, la elegancia del terror horizontal

Título original: La abuela

Año: 2021

Duración: 100 min.

País: España, Francia

Dirección: Paco Plaza

Guion: Carlos Vermut

Música: Fatima Al Qadiri

Fotografía: Daniel Fernández Abelló

Reparto: Almudena Amor, Vera Valdez, Karina Kolokolchykova, Chacha Huang, Michael Collis

Productora: Apache Films, Les Films du Worso

Género: Terror, Vejez, Familia

Ficha en FilmAffinity

En una entrevista reciente, el cineasta Joe Dante aseguraba rotundamente que «la etiqueta de terror elevado es una mierda pretenciosa». En un gesto igual de reciente, el director español Paco Plaza retweetaba una captura de esta declaración en su cuenta oficial. La condena a esta etiqueta me parece esencial para comprender La abuela, la última inmersión en el género de uno de los máximos representantes del terror nacional (por no decir, cayendo de lleno en subjetividades, el mayor). Porque, con miedo a que Joe Dante me pudiera tachar de pretencioso, son indudables las sinergias que este cuento pesadillesco traza con el elevated horror, siendo «esta es la Midsommar de Paco Plaza» una de las frases más repetidas tras su proyección en Sitges. Pero es que, repito, la condena no es al terror elevado, sino a su etiqueta.

La abuela es la materialización perfecta de esa evolución orgánica que la filmografía de Plaza está dibujando, donde cada película se coreografía desde una vertiente concreta del terror sin desplegar ninguna con más condescendencia que otra. El cineasta toma prestados aquí elementos de ese «nuevo terror» de la misma forma que este los toma de un «antiguo terror» que nunca se vio en la necesidad de elevarse por encima de nadie. En un contexto donde el género tiende al desprecio académico, Plaza aboga por un horror horizontal donde el found footage de REC (2007), el jumpscare de la escuela Wan de Verónica (2017) y el manierismo del slasher italiano de Freddy (2021) son igualmente capaces de elevarse hacia la elegancia.

Pero es que dejando de lado todo este (aparentemente eterno) debate, La abuela es un inmenso e indiscutible ejercicio de terror obsesivo. Si su anterior ejercicio de género convertía el autodescubrimiento del coming-of-age en una pesadillesca odisea por Vallecas, su última propuesta traslada el horror de la incomprensión al terreno del reflejo como materialización del trauma y – casi como si de sinónimos se trataran – del tiempo. El tempus fugit se convierte en el hilo conductor de este cuento de desdoblamientos, fisuras y arrugas, de este estático y claustrofóbico descenso a los infiernos que comparte con Persona de Ingmar Bergman su fascinación por confundir y entrelazar a sus sujetos.

la abuela
Fotograma de ‘La Abuela’ (2021) de Paco Plaza

El miedo a la vejez y la dependencia encuentra en el cine de terror la justicia poética que tanto ansiaba, siempre con una sutil ironía (también llamada mala leche) fruto de la indiscutible conexión entre el tándem Plaza-Vermut. Con algún que otro eco de Polanski (incluso de esos contactos con el terror que Bergman perpetró en La hora del lobo) se lleva a cabo una sublime disección arquitectónica del hogar como espacio que somatiza nuestros miedos. Plaza coreografía a través de una planificación quirúrjica (y un maravilloso trabajo de la iluminación intradiegética) un viaje esquizofrénico donde el cuerpo será el verdadero protagonista. Bueno, de hecho la verdadera protagonista será Almudena Amor y su distinguidamente desquiciado tour-de-force.

Pero tras toda esta vaporosa palabrería queda ese contenido experiencial de La abuela que, al menos en mi caso, trasciende todo tipo de objetividad teórica (¿dónde puede encontrar valor la crítica sino en este trascendencia?). La magia de lo último de Plaza reside en la capacidad que ese terror más hipocondríaco tan vinculado al miedo absoluto – la muerte del otro como recordatorio de la propia – puede cobrar la calidez de un abrazo. Encuentro este enigmático tren de la bruja absolutamente hipnótico (la minimalista y vibrante aura de la banda sonora de Fatima Al Qadiri tiene mucho que ver en esto). Me perdería innumerables veces en este monumento a la horizontalidad. Porque no hay horizontalidad más inpenetrable que el tiempo. Y es que quizás el tiempo no lo cure todo. O puede que sí.

Lo mejor: Paco Plaza demostrando con su versatilidad que el mejor terror es horizontal

Lo peor: No tener disponible la banda sonora de Fatima Al Qadiri en Spotify

Nota: 9/10