Es la una y media de la mañana en el bar del hotel Overlook. Lloyd, el gentil camarero, me pregunta qué quiero tomar. «Un martini, por favor», respondo. Con una mueca inexpresiva en la boca, me lo sirve. «Tengo la sensación de que será el primero de muchos», dice sonriendo. Le devuelvo la alegre expresión, sin saber muy bien a qué se refiere.
Aún no sé de qué escribir en mi primera visita a la barra del bar. En mi copa, un líquido transparente, en el que flota un palillo. Tiene forma de lanza. En su punta, una aceituna, el fruto del… Un momento. Una lanza en cuya punta hay un objeto verde. ¿Dónde he visto eso antes? Ah, sí, en la lanza con kryptonita que usa Ben Affleck en Batman v Superman. ¡Martha! ¿Martha?
El Universo Cinematográfico de DC es como un jugador de póquer con escalera real que no conoce las reglas: tiene todo el potencial y recursos, pero no la conciencia. Contaba con un material de partida (cómics) que se diferenciaban de gran manera de su eterna rival, Marvel: una psicología de personajes mucho más elaborada y profunda, historias y tramas más oscuras y adultas, así como iconos enormemente reconocidos como el logo de Superman o el de Batman, señas de identidad muy por encima de los superhéroes de su competidora.
Y, aunque pocos lo recuerden, DC fue la primera editorial de cómics que lanzó a uno de sus personajes a las rotatorias; hablamos de Superman (1978), la primera gran película de superhéroes de la historia, todo un éxito de taquilla y crítica, tras la que habría tres secuelas más. Hubo que esperar un poco más de diez años para visionar la primera adaptación fílmica del hombre murciélago, bajo la dirección de Tim Burton: Batman (1989).
¿Por qué la enorme ventaja de Marvel hoy día entonces? Existen dos factores determinantes: concepto y paciencia. Concepto, porque los hermanos Russo (Anthony y Joe), las dos grandes mentes de la noción del universo MCU como lo conocemos hoy día, tenían muy claro desde el principio el funcionamiento de su creación. Primero, debían testar al público con Iron Man (2008). Apuntando errores y aciertos, fueron estrenados otros títulos como Hulk (con menos gloria), Iron Man 2, Thor, Capitán América y Los Vengadores, que cerraba la denominada Fase 1 del Universo Cinematográfico de Marvel. En cuatro años existía una presentación bastante acertada de prácticamente todos los personajes principales de la editorial, con un reparto de actrices y actores minuciosamente escogidos y una trama global que, si bien tomaba elementos de su cuna, los cómics, funcionaba por sí misma como ente independiente.
Paciencia, porque proyectar un universo gráfico-literario a uno fílmico requería de un esfuerzo titánico y pulso de cirujano; como componer una partitura nota a nota. Concebir subtramas, aparición de personajes en otros títulos y designar determinados escritores y directores a cada superhéroe no es moco de pavo. Y Marvel, guste más o menos, ha acertado de manera espectacular en ambos sentidos.
El gran error de DC, irónica y precisamente, reside en estos dos elementos. Construir un universo cinematográfico con una cinta en solitario de El Hombre de Acero (2013) es un buen comienzo, pero no en la forma y estilo en las que se realizó. Excesivos clichés del género, innecesaria oscuridad del personaje, subtramas absurdas y prescindibles o un ritmo soporífero.
El DCU continuaría con Batman v Superman (2016), que ya nos indicaba la excesiva (e inexplicable) prisa de la editorial por alcanzar a Marvel. ¿Cómo tras solo un evento del universo de películas me planteas un enfrentamiento tan épico y titánico de las dos grandes bazas de los cómics? ¡No he conocido al Batman de Affleck en una película en solitario! ¡Está claro que no voy a empatizar con él! Y mucho menos si comparte película con otro personaje que también debe desarrollar su trama personal. El cómic de El Regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller era un planteamiento infinitamente superior al extrapolado por Zack Snyder en el film: ¿por qué alejarse en tal demasía del material original?
Y, lejos de odiar el Universo DC, sucede más bien lo contrario: prefiero los cómics de DC a los de Marvel. ¡Qué me gustaría sentarme a mí en una sala para disfrutar de una lucha entre Batman y Superman! Pero, por desgracia, no sucede. Y sí ocurre que me divierto con Civil War, de Marvel.
Ni siquiera la decente Wonder Woman (2017) de Gal Gadot salvaría al DCU de Liga de la Justicia, un fracaso absoluto y previsible a kilómetros de distancia. Por si fuera poco, ya la productora está trabajando en Flashpoint, una historia que supondría el reseteo del corto y decepcionante trayecto llevado por DC. ¿Una última esperanza?
Me he acabado la copa y no tengo dinero para otra, pero Lloyd ha escuchado mis delirios esta noche. Dice que le hago compañía y me pregunta por mi opinión sobre Zack Snyder, el género western, cierta escena de El Padrino II o el cine cutre como cine de culto. Le respondo que en otra ocasión hablaremos de ello. Hoy, ya se ha hecho muy tarde.