insidious the red door

‘Insidious: La puerta roja’, cerrar puertas para cerrar ventanas

Título original: Insidious: The Red Door

Año: 2023

Duración: 107 min.

País: Estados Unidos

Directora: Patrick Wilson

Guion: Scott Teems

Fotografía: Autumn Eakin

Música: Joseph Bishara

Reparto: Patrick Wilson, Rose Byrne, Ty Simpkins, Lin Shaye, Sinclair Daniel, Peter Dager, Hiam Abbass, AJ Dyer, Victorya Danylko-Petrovskaya, Andrew Astor, Juliana Davies, Joshua Haire, Godswill Utionkpan

Compañías: Blumhouse Productions, Sony Pictures, Stage 6 Films, Screen Gems, Alliance Films

Género: Terror. Sobrenatural

Ficha en Filmaffinitty

Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Pocos refranes parecerían encapsular con tanta fidelidad el espíritu cíclico de las narrativas de terror. Ya lo señalaban Xavier Pérez y Jordi Balló cuando detectaban en el arquetipo del intruso destructor un gusto reiterado por el final abierto. El mal no muere, sólo se desactiva momentáneamente (es decir, hasta la aparición de una secuela). Cuando las comunidades plácidas cierran puertas, el género debe abrir ventanas. La saga de Insidious, una de las innumerables contribuciones de James Wan al horror estadounidense, lleva casi una década abriéndolas en todas las direcciones posibles. Uno de los aciertos de esta última entrega es saber abrir la puerta roja (y cualquier posible ventana) por última vez.

Insidious: The Red Door es, ante todas sus (muchas) imperfecciones, un entrañable y unificador final para una saga que había perdido el interés por verse reflejada en su díptico primigenio (sí, el dirigido por Wan). Patrick Wilson coge las riendas de esta diligencia cinematográfica para devolverla a sus orígenes, orquestando un último episodio marcado por lo crepuscular y la nostalgia. Enternece el compromiso y cariño que la primeriza cámara del actor denota, sobre todo a través de su interés por poner punto y final al arco de transformación de su personaje. Wilson abraza la faceta melodramática (incluso «telenovelesca») de Insidious, prestando especial atención a los horrores de la paternidad y las masculinidades. El debut en la dirección del estadounidense se presenta así como la cara B de Babadook (Kent, 2014) mucho menos precisa que la película de Jennifer Kent pero no por eso ausente de emocionalidad familiar.

Wilson impregna toda imagen de su devoción por James Wan (no sólo director habitual, sino también amigo), jurando fidelidad a toda iconografía y arquitectura propuesta en las películas originales. «The furtherer» vuelve a ser la columna vertebral de un tren de la bruja articula una dirección coreográfica y lúdica marca de la casa. La realización de Wilson destaca y promete, sobre todo en la secuencia de la resonancia magnética, desde hoy de las más icónicas de la saga. Pues además, dentro de este homenaje generacional, el recién llegado cineasta se reserva también instantes en los que explorar nuevos códigos y miradas para Insidious. Ejemplo de esto es su indiscutible prólogo, una plano secuencia assayasiano (Wilson mira de reojo a Personal Shopper) donde lo paranormal se desvincula del sobresalto en favor de la trascendencia.

insidious the red door
Fotograma de ‘Insidious: The Red Door’ (Foto: Sony)

Por mucho que el debut del actor tras las cámaras haya sido cuanto menos sorprendente, Insidious: The Red Door decepciona en aquellas decisiones que se toman precisamente lejos de las pantallas y cerca de los folios. Retomar la saga desde su segunda parte supone un atractivo ejercicio temporal extradiegético que sufre al ser trasladado a las fronteras de lo diegético. Desplegar la narración de la película en forma de tríptico (padre/hijo) la condena a la cojera, siendo su primer lienzo mucho más atractivo que el segundo. Insidious se suma, de la misma forma que lo han hecho las últimas entregas de Scream y Evil Dead, a reinventarse a través de la sustitución del espacio canónico.

Woodsboro es ahora Nueva York y la cabaña del bosque, un bloque de edificios de la misma forma que, en este caso, la acción abandona en gran mayoría del metraje el barrio residencial por la residencia universitaria. Todo lo ocurrido en el ambiente juvenil (siempre vinculado al demasiado desgastado universo del terror enfocado desde lo pictórico) se vuelve no sólo demasiado alejado de la esencia de la saga, sino también excesivamente poco inspirado y plagado de lugares comunes. Pocas sorpresas ocurren entre las paredes de la universidad mientras que los hogares tradicionales de Insidious son aquellos que parecen depararnos más esperanzas. Aún así, entre la sorpresa y el cansancio, el pulso lo gana el segundo por goleada.

Porque sí, la puerta debía cerrarse. Wilson pudo utilizar este regreso para convencer al público de que aún había promesas en una saga tan icónica, pero prefirió, ante lo inevitable, clausurar una historia que debe vivir ya en el pasado. Alejándose de la dinámica predominante de la industria cinematográfica, el actor prefiere organizar un homenaje a ventana cerrada. Insidious: La puerta roja prefiere caminar borgianamente por Insidious e Insidious: Chapter Two antes que diseñar nuevos caminos que no lleven a ninguna parte. Porque no hay mejor declaración de amor para la saga que ponerle punto final aceptando que, en cuanto al cine de terror se refiere, todos los caminos llevan a Wan.

Lo mejor: Una sorprendente dirección de Patrick Wilson que afirma que todos los caminos llevan a Wan

Lo peor: Una narración díptica ausente de ritmo y llena de clichés

Nota: 6/10