Festival de Cine de La Habana – Día seis: Los delincuentes, Rodrigo Moreno; Sobre todo de noche Víctor Iriarte

Llegamos con tiempo, de nuevo al cine Acapulco. Por el camino hemos pasado por la esquina de 23 y 12, en la que ya no hay escenarios ni está la calle cortada. Esta edición del festival va acabando. Seguimos caminando y bordeamos el majestuoso Cementerio Colón. Luego nos topamos con el bonito arco del cementerio chino. Así de poliédrica resulta a veces La Habana.

Y finalmente damos con el Acapulco para ver Sobre todo de noche, una película de la que no sabíamos mucho, venimos a ciegas, a ver si nos sorprende. La sorpresa es algo que, desde luego, en este festival no nos está faltando. En la entrada una amable trabajadora informa a los que esperan en la puerta que para la proyección de las 9 de la noche hay retraso, que empezará a las 10. Cómicamente nos muestra la peli que están pasando en este momento y dice “mira, tres horas dura la película, ¿pero esto qué cosa es? Normal que se retrase todo”.

La película en cuestión es Los delincuentes, la obra que estrena el argentino Rodrigo Moreno. Uno se había hecho la idea de esperar en la puerta esa hora que aún falta para la película que ha ido a ver, pero al escuchar que la que están poniendo dura tres horas, le entra curiosidad. Algo tendrá que contar, ¿no?, para semejante metraje.

Le pedimos a la señorita entrar y, algo confundida porque apenas veremos el final, nos dice: claro, pase. De camino a la sala escuchamos a todo volumen El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach y ya uno se va calentando. Entramos y una bonita escena donde Esteban Bigliardi con su amante ruedan por la cama.

Al final vemos más de una hora, que dejan con ganas de más. Una propuesta muy interesante de este director, la película engancha y rebasa de vitalidad y pasión. Con el disco Pappo’s Blues Volumen 1 sonando a toda pastilla, disfrutamos del final de una historia de robo de dinero y amores entrecruzados. Una especie de A bout de souffle de Godard que acaba en La Pampa argentina, con caballos y oníricas escenas de amantes en preciosos lagos y montañas. Muy bien realizada la factura, con algunos defectos pero sin duda un director a tener en cuenta, una película de lo más atractiva.

 

Acaba, y muy tarde ya, con la duda de cómo volver a casa pues el transporte es otra de las cosas problemáticas de esta ciudad, empieza lo que habíamos venido a ver. Lo curioso es que los primeros minutos son difíciles, algo impostados. Y es que así son los festivales de cine, ves una película sin querer que te flipa y la que ibas a ver te resulta un tostón. Tampoco es que sea el caso exacto de esta película del bilbaíno Víctor Iriarte, que si bien no es nada desdeñable, tiene tramos difíciles de digerir, algo aburridos incluso.

La propuesta general es interesante y atrevida. Iriarte es programador del festival de cine de San Sebastián y esta es su primera película como director. La fotografía, en 16 mm, es buena y la puesta en escena curiosa. Una buena parte de la película transcurre con la pantalla reducida a un círculo, como si estuviéramos mirando por unos prismáticos. Y por lo demás, la trama es una especie de thriller intimista sobre una madre (Lola Dueñas) a la que le robaron su bebé recién nacido y que no ha parado de buscarlo durante años hasta dar con él.

Finalmente lo encuentra y entre él, su madre adoptiva (siempre especial Ana Torrent) y su madre biológica se crea una suerte de triángulo amoroso que es lo más interesante de la narrativa. Tiene una parte final que es como La casa de papel en cine de autor, pues entre los tres quieren robar el dinero y la información de aquellos niños raptados en España en el siglo XX, más de 300.000 casos. Esa es la parte que más flojea, además de algunas escenas demasiado pretenciosas que pueden resultar algo soporíferas, impostadas en esa onda de excesiva y pretendida poética.

Aún así, no está mal que se haga este tipo de cine en España. Hay muchas aspectos mejorables en este cinta pero el camino que abre es interesante e incluso necesario. Una apuesta que merece la pena a fin de cuentas, esta producción entre España, Portugal y Francia.