Disclaimer: Esto no pretende ser una clase de guión y construcción de personajes, es sólo una recopilación de apreciaciones de un espectador al que le gusta escribir sobre cine.
Disclaimer 2: Me voy a limitar a hablar de las películas, no de los libros que han sido adaptados.
Una de las cosas que más me molesta como espectador es ver una película en la que los personajes no me importan lo más mínimo. Y os preguntaréis: ¿pero esto a qué viene, Jon Nieve gitano, esto qué relevancia tiene?
La película puede tener una atmósfera genial o una banda sonora que seduzca mi sentido del oído hasta el extremo de ponerme la piel de gallina, que si no tiene unos buenos personajes no me voy a meter en ella. Sí, el cine es una forma de entretenimiento, pero eso no quiere decir que el espectador tenga que ser necesariamente un elemento ajeno por completo a lo que sucede en la historia. El efecto es el mismo con la literatura, si uno lee un libro y no se mete de lleno en lo que sucede, se aburre. No es interesante, no aporta nada, no me motiva porque no despierta ningún sentimiento en mí. Por ello, considero que una buena construcción de personajes es esencial en toda obra cinematográfica.
Y ya que he mencionado la literatura, este problema surge sobre todo en las adaptaciones de literatura juvenil a la pantalla grande. Tres ejemplos rápidos: la saga Harry Potter, Los Juegos del Hambre, y la aún incompleta El Corredor del Laberinto. Todas, en mayor o menor medida, tienen personajes que dan igual, porque no están bien construidos, siendo Harry Potter la que más se salva de ello, puesto que los secundarios que acompañan a Potter en su historia importan y aportan, y lo peor se encuentra en El Corredor del Laberinto, mientras que Los Juegos del Hambre está justo en el medio.
En la presentación de los personajes en Los Juegos del Hambre (Gary Ross, 2012), el resto de competidores en los Juegos dan absolutamente lo mismo. Se muestra a qué distrito pertenecen y punto. Sólo mostrando la actitud de algunos levemente se les puede identificar, pero aún así no importan. No siento nada por ellos cuando mueren, más allá de que el final de la película está al caer. El único secundario que me provoca alguna sensación próxima a la pena es el de la niña pequeña, y es sólo porque se juega con el elemento de que es una cría, que Katniss la toma como un reflejo de su hermana, y poco más. Eso mismo sucede a lo largo de toda la saga, una acumulación de secundarios que no aportan nada, a excepción de Finnick, porque no están bien construidos. No despiertan ningún interés en mí, y se ven reducidos a ser simples “objetos” que hacen que la historia del héroe avance poco a poco. Incluso Katniss queda desdibujada en algunos momentos porque se limita a mostrarse como una persona enfadada con todo y con todos.
Peor aún es en El Corredor del Laberinto (Wes Ball, 2014), que es todavía más exagerado. El personaje de la chica, que podría suponer un montón de situaciones realmente interesantes, como la integración de una mujer en un reducto de chavales hormonados, demostrar que puede ser igual de fuerte que el resto de tíos que hay por allí o no sé, cualquier cosa que no me haga pensar que es inferior o que si me pones a un espantapájaros la historia avanzaría igual. Y es que no sólo eso, se muestra como el trofeo del héroe de turno, lo cual le hace un flaco favor a la construcción y posterior percepción de personajes femeninos, aspecto sobre el que escribió la compañera Esther García hace un par de semanas.
Ojo, esto no quiere decir que no haya ejemplos de personajes bien elaborados. Frédéric Bourdin en The Imposter (Bart Layton, 2012) obliga al espectador a no apartar los ojos de la pantalla ni un minuto, porque hace sentir infinidad de emociones, nos engatusa a pesar de saber que es el malo de la historia, juega con nosotros, quiere mentirnos como si fuésemos otro personaje de la historia. Así se sumerge uno en una historia.
Y reincido en la importancia de los secundarios, ahí está Orange Is The New Black (Jenji Kohan, 2013-) con unos personajes que devoran la pantalla cada vez que salen, como Red, Crazy Eyes o Sophia Burset, que se convierten en los verdaderos protagonistas antes que los reales, como Piper, que está muy mal construida.
Hay un montón de ejemplos más, pero aquí sólo he mencionado algunos de los que me resultan más llamativos. El cine es una llamada a los sentimientos de las personas, y parece que eso se nos olvida en muchos casos. Por ello, hay que ver más allá de tomar el cine como un simple entretenimiento palomitero, la historias importan. Y para hacerlas importantes debemos ser parte de ellas, dejar de creer que somos meros espectadores y sentirnos parte de lo que vemos.