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Sophie Deraspe (‘Hasta la montaña’): «En el cine hay que dejar margen para que entre lo real.»

Pertenecemos a una generación perdida. Perdida entre la hiperconexión permanente y la soledad más profunda. Entre la promesa constante de un futuro brillante que nunca termina de llegar. Entre la exigencia de querer serlo todo, y al mismo tiempo, no ser nadie.

En medio de esta vorágine de estímulos, ruido y expectativas ajenas, no resulta extraño que surja un deseo casi instintivo de desaparecer por un momento. Desconectar de todo y de todos. 

Cuando el mundo deja de ofrecer respuestas, comenzamos a buscarnos a nosotros mismos. Algunos lo hacen en las palabras. Otros, en el amor. Y hay quienes encuentran en la naturaleza un refugio, una posibilidad de comenzar de cero desde lo más esencial.

Ese es el motor de Hasta la montaña, la nueva película de Sophie Deraspe. Un film que aborda, con una mirada serena, honesta y  humana, el viaje físico y emocional de Matías, un joven que decide cortar de raíz con su vida anterior para iniciar una existencia como pastor en las montañas francesas.

La realizadora canadiense construye un relato sobre el silencio, el esfuerzo, el paso del tiempo y la relación con uno mismo. Lejos de idealizar la vida rural, la película explora la dureza del oficio, la brutalidad de la naturaleza y la fragilidad humana. Hasta la montaña no habla solo de un cambio de vida. Habla de la necesidad de detenernos para descubrir qué significa vivir en un mundo que nos empuja sin que sepamos muy bien hacia dónde.

En esta entrevista, hablamos con Sophie Deraspe sobre sobre la construcción del personaje, los desafíos del rodaje y la forma con la que su cine invita al espectador a replantearse su propia vida.

PREGUNTA: En Hasta la montaña, Matías emprende un cambio radical de vida al dejar atrás su trabajo y la vida urbana. ¿Cómo decidió abordar esta transformación y qué papel juega el viaje en la construcción del personaje?

SOPHIE DERASPE: En primer lugar, la historia de ese cambio radical de vida, ese fantasma de dejar a un lado el trabajo y abandonar la vida urbana, creo que es algo bastante universal. A muchas personas nos ha pasado en algún momento. Eso para empezar. En el caso concreto de Matías, ese cambio va acompañado también de un desplazamiento hacia otros mundos, y eso implica una llamada a las imágenes, a lo visual. Hay un desplazamiento geográfico, pero también un desplazamiento interior que observamos en Matías a medida que va indagando en la vida, en las montañas y en lo que esconden.

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Félix-Antoine Duval y Sophie Deraspe en el rodaje de ‘Hasta la montaña’ (Foto: Claire Nicol)

P: Su filmografía hasta la fecha ha girado en torno a reflexiones sobre el conflicto entre individuo y sistema, o la búsqueda de identidad frente a imposiciones sociales. ¿De qué forma Hasta la montaña encaja o expande estos temas que ya había tratado en películas anteriores?

SD: Bueno, me doy cuenta de que, de manera no consciente —aunque cada vez más consciente a medida que he ido haciendo películas—, quería abordar esas cuestiones existenciales: el individuo y dónde se sitúa en relación con el mundo, la naturaleza, mis vínculos con ella, la finitud, la vida de los otros y cómo me sitúo dentro de todo eso. Me doy cuenta de que inconscientemente, pero cada vez más conscientemente, esos temas se van afianzando dentro de mi filmografía y mi obra.

P: En la película existe una tensión constante entre idealismo y realidad: el idealismo de Matías cuando decide cambiar su vida y convertirse en pastor, y la realidad que se encuentra, que es mucho más dura de lo que parecía. ¿Era su intención desmontar esa imagen romántica de la vida rural, o tenía otra idea en mente?

SD: Cuando uno se plantea ideales, es normal y humano. Hasta cierto punto es el motor de las cosas. Pero en el cine, sabiendo todo esto, hay que dejar margen para que entre lo real, para que entre la verdadera vida dentro de la ficción. Para mí es enriquecedor que entren esos elementos: la verdadera vida, la violencia, la brutalidad de la naturaleza. Si todo fuera solo bonito, creo que no sería lo ideal. El hecho de que entre también eso hace que lo casi mítico sea más grande. Lo artificial es más vacío. El camino que Matías tiene que recorrer, lo recorrido y lo que le queda, hace que esas dificultades sean incluso más aceptables. Contribuye a un conjunto mejor.

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Fotograma de ‘Hasta la montaña’ (Foto: Surtsey Films)

P: Ahora mismo hay muchas personas jóvenes que se sienten agotadas por la vida urbana, el trabajo precario, la cultura de consumo… ¿Ve el viaje del protagonista como una metáfora del desencanto de toda una generación?

SD: Yo creo que sí. Esa pérdida de sentido, estar atrapados en una sociedad de consumo —consumo, eficacia, productividad— nos envuelve en una rueda infinita. Viene bien, de vez en cuando, el arte que nos permite hacer un reset, una actualización, preguntarnos “¿por qué hago esto?”. Sin necesidad de convertirse en pastor, creo que la película nos aporta algo bueno: pensar que no es tan grave, tener acceso a la belleza, a la naturaleza… En ese sentido viene bien e invita a la reflexión. Y al amor también. (Ríe)

P: En varias escenas se siente una conexión muy genuina entre los actores y los animales, que funcionan casi como un actor más. ¿Cómo gestionó ese trabajo tan físico y realista, donde había que aprender a pastorear, controlar a los animales, evitar que se escaparan…?

SD: Fue una mezcla de una preparación enorme y, al mismo tiempo, de dejarse llevar. Había que conocer a fondo el mundo pastoral y velar por el bienestar animal y humano. Pero también dejarse invadir por la naturaleza y las cosas que iban surgiendo. Trabajando con un rebaño hay que tener presente que nunca vas a tener oportunidad de hacer dos tomas. Solo tienes una oportunidad para captar un desplazamiento del rebaño. Yo tenía la seguridad de trabajar con buenos pastores que nos acompañaban, y con perros muy bien entrenados. También había que saber dónde colocar la cámara y aceptar que podía surgir la necesidad de improvisar: faltaba algo, no había salido como lo previsto… Había que estar siempre alerta. Pero esa necesidad de estar alerta aportaba una fuerza galvanizadora que era maravillosa para este tipo de rodaje.

P: Aparte está la exigencia de rodar en montaña, con dificultades técnicas para mover el equipo…

SD: He trabajado con ayudantes de dirección y producción siempre muy conscientes y muy profesionales. Tuve la suerte de trabajar con un equipo magnífico.

P: Ya para terminar: ¿qué reflexión final le gustaría que el espectador se lleve consigo al salir del cine?

SD: Me gustaría de verdad que el espectador saliese de la sala con unas ganas enormes de vivir, de amar, de abrazar el mundo.

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Fotograma de ‘Hasta la montaña’ (Foto: Surtsey Films)

 

Surtsey Films estrena en cines Hasta la montaña el 12 de diciembre