‘El último duelo’ o el #MeToo medieval

Son pocas películas hoy en día las que te hacen sentir sensaciones desagradables al salir del cine.

Incomodidad a cada minuto durante casi tres horas y con la sensación de que hay que hablar mucho de lo que acabamos de presenciar.

El mejor Ridley Scott (Alien, 1979) está de vuelta. Con una trama que te mantiene en vilo dividida en tres partes, el director de Gladiator juega con la extraña sensación de ver un tema actual en el lejano siglo XIV.

Y es que, lejos de batallas medievales vacías donde los caballerosos se reparten tortas a punta pala, el guión de Ben Affleck, Matt Damon y Nicole Holofcener centran su historia en una violación y los tres puntos de vista sobre este hecho.

Lo curioso del caso y la estructura del montaje, es que el espectador siempre espera encontrar la mentira en alguno de los tres puntos de vista. La sorpresa es, que los tres puntos coinciden, es decir, hubo violación. Lo interesante de la estructura narrativa son los pequeños matices que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra percepción de la realidad.

Lo que nosotros creemos, lo que vemos, lo que ven y lo que creen los demás, pueden ser realidades que se alternan constantemente y difuminar la verdad.

Este aspecto último es la clave para entender el mensaje de la película: el sistema jurídico no ha avanzado mucho desde los tiempos medievales.

Bajo una modernidad hipócrita, la justicia en los últimos casos de violación tanto en España como en el mundo, se vienen a la cabeza mientras vemos las diferentes percepciones de Jean de Carrouges (Matt Damon), Jacques LeGris (Adam Driver) y Marguerite de Carrouges (Jodie Comer).

El último duelo
Adam Driver (izquierda) y Matt Damon (derecha) en la escena del duelo final.

Sin voz ni voto, Marguerite (Jodie Comer) se atreve a ser valiente y decir su versión, es decir, la verdad. Sabiendo que eso le puede costar la vida, se atreve a enfrentarse a todo un país con el arma más poderosa que no tiene forma de espada, la verdad.

Y no por la verdad luchan los dos caballeros al final. Sino por la gracia de Dios y por un ego de machos que les pesa más que sus propias armaduras. La verdad está a un segundo plano porque está en forma de mujer. De hecho, «cuando un hombre toma posesión de la mujer de otro hombre está invadiendo su propiedad» dice uno de los personajes de la película en el juicio.

Es tan incómodo todo lo que se dice y se ve en la película que parece alucinante que no sea una película de terror.

En definitiva, nos encontramos con un filme que está dando mucho de que hablar y que siga así, porque nos hace falta una revisión de esa asignatura que a veces vemos innecesaria en los colegios y que nos puede enseñar la involución del ser humano en temas tan claros como el abuso (todavía) a la mujer, por ser mujer.

La Historia, la verdad y la justicia se dan la mano para retorcernos en nuestras butacas y pensar que todavía estamos haciendo las cosas mal, que queda mucho trabajo y que, por favor, no esperemos a más muertes para mover ficha.

La verdad.